Misterios
La catedral secreta de Tokio que protege la estabilidad de Japón
El país nipón es víctima de numerosos desastres naturales y el cambio climático puede incrementar este tipo de situaciones
Japón es uno de los países del mundo más susceptibles a los desastres naturales. A lo largo de la historia, tsunamis, erupciones volcánicas, huracanes o terremotos han azotado al país nipón. No ha sido hasta hace algunos años cuando las autoridades nipones tomaron conciencia y decidieron que debían hacer algo. Así, invirtió en el proyecto G-CANS (Canal de Descarga del Área Metropolitana Exterior), una catedral subterránea vital para la estabilidad de Tokio y todo el territorio japonés.
Japón se encuentra en el denominado Cinturón de Fuego del Pacífico, una zona con alta actividad sísmica. Es por ello por lo que los terremotos son tan comunes. Los famosos que se recuerdan, el Gran Terremoto de Kanto en 1923 y el Terremoto y Tsunami de Tohoku en 2011, ambos dejando miles de muertos. Pero no son los únicos eventos que afectan al país nipón, pues tiene varios volcanes activos y además es afectado regularmente por tifones, que son fuertes tormentas tropicales similares a huracanes y dejan intensas lluvias, vientos fuertes e inundaciones o deslizamientos de tierra. Por ejemplo, en 1947, el tifón Kathleen dejó 400 mm de lluvia en una semana, devastando Tokio, destrozando 31.000 viviendas y sesgando la vida a 1.100 personas.
Fue en 1990 cuando las autoridades niponas comenzaron el monumental proyecto que trataría de revertir estas situaciones lo más posible. El G-CANS está compuesto por seis silos de contención realmente grandes, con unas medidas colosales y que hacen las veces de captación de aguas: 35 metros de diámetro y 65 metros de altura. En cada uno de ellos, entraría la Estatua de la Libertad. Este agua es transferida al G-CANS, el estanque de tormentas cuya grandes y majestuosidad se asemejan a la de una catedral, con la salvedad de contar con 13.000 m2 de superficie y 25 metros de altura, fijados en 59 solemnes pilares de hormigón.
Esta catedral baja hasta veintidós metros por debajo de la superficie y se extiende durante más de seis kilómetros por el subsuelo norte de Tokio, es capaz de evacuar doscientas toneladas de agua y cuenta con un sistema de bombas que permite separar el agua limpia del agua sucia, con los restos de asfalto.
Una inversión de 2.000 millones de dólares y finalizada en 2006, aunque podría ser escasa. Se construyó en base a los registros históricos de lluvias en Japón y se le dio capacidad para soportar hasta 50 milímetros de lluvia por hora, pero se considera tan insuficiente que las autoridades deben remodelarla, ya que el cambio climático puede incrementar la presencia de tormentas e inundaciones, así como que la cantidad de litros acumulados por metro cuadrado sea mayor.
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