Entrevista
«Biden usó la retirada como excusa para echarle toda la culpa a Trump»
Hugo Llorens, el último embajador de EE UU en Kabul, advierte que la derrota de EE UU en Afganistán envalentonó a Putin y podría pasar lo mismo con China en Taiwán
A los 7 años de edad el pequeño Hugo aprendió, sin saberlo todavía, la lección más importante de su vida. Sus padres se vieron obligados a dejar ir, desde Cuba, a sus tres hijos (7, 9 y 11 años) rumbo a Estados Unidos. Eran una familia acomodada, pero el comunismo de Fidel les quitó todo. Se quedaron sin nada.
La familia se despidió pensando que no volvería a verse. “No imagino un mayor sacrificio para unos padres”, comenta hoy al recordarlo. Pero 8 meses después pudieron reencontrarse. Empezaron de cero en Nueva York. Hugo Llorens cree que “el origen lo explica todo”. El suyo, sin duda. Siempre tuvo claro que sería diplomático y estudió en la Universidad de Georgetown para conseguirlo.
Diplomático de carrera con cuatro décadas de experiencia, Llorens ha trabajado bajo el mandato de varios presidentes estadounidenses, en numerosas posiciones desplegadas por los 6 continentes. Embajador, asesor de la Casa Blanca y consejero de Seguridad Nacional, así como el Departamento de Estado, entre otros. Su dominio del idioma, capacitación e interés le llevaron a encargarse de los países andinos bajo la Administración Bush en 2002, así como de la Embajada de EEUU en Honduras en 2008.
Llorens también conoce bien España, donde además de enorgullecerse de su apellido y orígenes catalanes, asturianos y canarios, recibió “el mejor aplauso de su carrera” durante una conferencia en la Universidad de Barcelona al iniciar su discurso en catalán. Vivió en Madrid en 2006, donde se desempeñó como Vice-embajador de EEUU, trabajando en estrecha colaboración con las autoridades militares y de defensa de ambos países para garantizar un centro logístico eficaz para los aviones militares estadounidenses que suministraban esfuerzos en Irak y Afganistán.
Precisamente ese último fue su destino final. El embajador Hugo Llorens se retiró de la vida diplomática en Kabul. Especialista en resolución de grandes conflictos y crisis humanitarias, su experiencia en Afganistán le convierte en uno de los mayores expertos del legado estadounidense en ese país. Experiencia que puede compartir con visión crítica para LA RAZÓN, ahora que ya no trabaja para el Gobierno. “Soy un gran crítico, tanto de la Administración Trump como de la de Biden, por la manera en la que ambos gestionaron la situación en Afganistán durante los últimos años”, confiesa Hugo Llorens. Ahora, “EEUU y España somos países más inseguros”.
Su amplio conocimiento de Afganistán se define en dos etapas: la primera, de 2012 a 2013, cuando Estados Unidos y la OTAN habían llegado a tener 140.000 efectivos, lideraban en combate, gastaban sumas desorbitadas de dinero y perdían aliados y centenares de víctimas; la segunda, de 2016 a 2017, ya como embajador jefe de la misión diplomática. Es decir, el número uno de la embajada estadounidense más grande del mundo. Llorens tenía a más de 7.000 personas a su cargo. Y, como embajador de Estados Unidos en Kabul, ayudó a crear un estratégico y pionero modelo de continuidad para Afganistán, económico y sostenible en el tiempo. Pero a Trump nunca le interesó mantener allí a sus tropas. Prefirió anotarse la victoria, en clave electoral, de traer a los soldados de vuelta a casa, después de dos décadas de presencia militar en la zona bélica.
Se cumple el primer año de la retirada de tropas estadounidenses en Afganistán. ¿Pasará ese momento a la historia como un punto y final “caótico” y “estrepitoso”, dejando tras de sí un sabor agridulce?
Lo que ocurrió el 15 de agosto no tenía que haber ocurrido, no era nada inevitable. Durante mi segundo periodo en Kabul, habíamos logrado una transición, que era un modelo sostenible desde la perspectiva de dinero, costo y sangre. Fue la estrategia que ayudamos a desarrollar para el presidente Trump, que él mismo anunció en agosto de 2017. Nosotros y nuestros aliados de la OTAN íbamos a mantener una cantidad muy pequeño de tropas de combate, unos 15.000 efectivos; un componente aéreo, cerca de 120 aviones de combate; y una presencia de asesoría: militar y algunas fuerzas especiales. Teníamos unos 6.000 asesores militares en los batallones del Ejército afgano, 2.500 fuerzas especiales y un pequeño contingente aéreo de combate.
¿Cuál era la situación en Afganistán con usted a cargo de la Embajada de EEUU en Kabul?
Éramos como una pequeña fuerza de apoyo. El Ejército afgano estaba haciendo el 95% del combate y representaba el 99% de las bajas. Habíamos conseguido reducir el gasto económico en un 90% y las bajas las habíamos reducido aún más, en un 95%. Ése era el modelo que le habíamos desarrollado al presidente Trump, que consistía en la parte militar, la diplomática y la de asesoramiento. Todo incluido. Mi embajada era la más grande del mundo: teníamos 7.200 personas empleadas, 22 agencias de Gobierno, una estación muy grande de inteligencia de la CIA y un amplio programa de desarrollo. Nos estábamos gastando 20 billones de dólares anuales, es decir, el 3% del presupuesto militar de Estados Unidos.
¿Cuál era el gasto anterior a ese nuevo modelo?
Antes de eso estábamos gastando más de 140.000 millones de dólares, que yo mismo pienso, como una persona que paga impuestos, que no era sostenible. Pero habíamos logrado crear un modelo que sí lo era y desafortunadamente el presidente Trump nunca creyó en nuestra presencia en Afganistán. Ahora que ya no estoy en el Gobierno, puedo hablar muy francamente. A mí me trató muy bien, no tengo ninguna queja, pero Trump realmente rechazó los consejos de la gente experta en la materia: el secretario de Defensa James Mattis, que había luchado en Afganistán; su asesor de Seguridad Nacional, el General McMaster, que también había combatido en Afganistán; el General John Nicholson, que era mi contraparte militar en Afganistán; y personas como yo, que le habíamos dedicado gran parte de nuestra carrera.
¿Qué les dijo, cómo explicó Trump su decisión?
Nada. Al final se fue por su propio camino y decidió negociar directamente con los talibanes. Logró, en contra del asesoramiento de sus profesionales, un acuerdo que se firmó el 29 de febrero del 2020 en la Casa Blanca, el acuerdo Estados Unidos-Talibán. Y eso, para mí y para muchos de nosotros, ex embajadores, era como un acuerdo de rendición. Dediqué 36 años de mi vida a negociar acuerdos - porque eso es lo que hace uno como diplomático - y le puedo asegurar que fue el peor acuerdo que he visto en mi vida.
¿Por qué?
Si tú lo lees, ese acuerdo tiene sólo un elemento que es fijo, blanco y negro: la retirada completa de la pequeña fuerza militar que tenía Estados Unidos, prevista para el 1 de mayo del 2021. Iba a quedar en 0. Los otros elementos - cómo se habla, la relación Talibán con Al Qaeda, la reducción de la violencia por parte de los talibanes, el compromiso de los talibanes de negociar algunos acuerdos políticos con el Gobierno de Afganistán, con las fuerzas políticas de Kabul - no significan nada. Todo eso es bien gris, pero hay una cosa bien clara: la retirada. Y eso envalentonó a los talibanes. Por eso yo lo veo como un acuerdo de rendición.
¿Y qué hicieron, mientras tanto, los talibanes?
Aumentaron sus operaciones militares durante el año electoral (2020), a la vez que nosotros reducíamos nuestra fuerza militar en la época de Trump. Sabían que nosotros nos íbamos y eso les dio mucha confianza. No hubo ninguna evidencia de que se estuvieran distanciando de grupos terroristas, no habían mantenido ninguna conversación sustancial con Estados Unidos para llegar a algún tipo de acuerdo. El acuerdo de Trump con los talibanes fue como el Pecado Original.
Y, después de Trump, la Administración Biden…
A Biden lo conozco muy bien, he trabajado con él durante muchos años, desde que él era senador. Es muy buena persona, lo estimo y no tengo ninguna queja personal. No soy político, no me meto en la política. Pero el presidente Biden tenía en sus manos la decisión final y toda la información sobre los talibanes, que era de un acuerdo muy débil y que ellos, en esas áreas nebulosas, no estaban cumpliendo con nada. Le puedo asegurar que los asesores - ya no estoy en el Gobierno, pero son mis colegas diplomáticos y militares y conozco bien de lo que hablo - le aconsejaron al presidente Biden que “respirara hondo”. En febrero, marzo o abril de 2021. “No hagas nada precipitado, analiza la situación, analiza cómo los talibanes están cumpliendo el acuerdo, espera hasta el final del año… Observa cómo está la situación y entonces decide qué quieres hacer, si finalmente quieres salir o no”.
Y decidió salir. ¿Fue la decisión del presidente Biden o influencias de su entorno más cercano?
El presidente decide, es el jefe. Si él dice “vamos a salir”, nos salimos. Él tomó la decisión, Biden es el presidente y tiene la potestad. Dijo: “Yo me voy”. Hizo una revisión muy breve, el 14 de abril tomó la decisión de cumplir con el acuerdo que ya había cerrado el presidente Trump. Y acordó retirar todas las tropas norteamericanas. Esa decisión resultó automáticamente en la retirada definitiva de las tropas de la OTAN. No les daba otra opción porque Estados Unidos trae algunos elementos a la fórmula militar EEUU-OTAN, que forma con la parte de inteligencia y la aérea. Sería imposible sostener solos a los otros países, es una ecuación que traemos. Ahora sí, le indico - porque tengo muchos amigos en todos los gobiernos: España, Italia, Alemania, el Consejo tanto diplomático como militar - que la posición de nuestros amigos aliados en la OTAN era la de no querer retirarse todavía, querían estudiarlo mucho más.
¿Cómo podía haber prolongado Estados Unidos la estancia de sus tropas para apoyar a Afganistán sin altos riesgos y costes, según los expertos?
Con el modelo sostenible que hicimos para la Administración Trump. Empezamos a implementarlo en el año 2017, se llevó a cabo y tuvo mucho éxito. Teníamos una fuerza de 12.000 efectivos estadounidenses, un número equivalente de OTAN y ese contingente de 120 aviones de combate. Usted nunca va a escuchar esto en ningún lado. Eran doce escuadrones de F-16; doce escuadrones de drones como el que se usó para eliminar a Ayman al-Zawahiri, el líder de Al Qaeda (por cuya cabeza pedíamos X millones de dólares en X) y que son grandes porque portan mucho armamento en sí; doce escuadrones de Apaches de helicópteros de combate; otros helicópteros de Blackhawks; un gran avión que transporta grandes cargas, como camiones…
¿Qué suponía para Estados Unidos ese equipamiento militar?
Era un 1 o 2% de la fuerza área de Estados Unidos. Pero, además, teníamos la capacidad de dar asesoramiento al Ejército. Los 6.000 asesores de EEUU y de OTAN, que estaban dentro de los batallones, ayudaban a las fuerzas militares a ser mucho más eficaces. No estaban en combate, sino como asesores. Ayudaban también a garantizar que nuestra ayuda se usara bien porque ellos eran los ojos. Que no se robara comida, que no hubiera corrupción. Había también otros 2.500 de fuerzas especiales (CSM Delta Force) con los que contábamos en algunos momentos clave para fortalecer el Ejército afgano. El último elemento era la parte aérea.
¿Cuánto tiempo iba a durar el modelo que hicieron para Trump?
La estrategia de Trump se llamaba “basado en condiciones”. Es decir, no se delimitaba un plazo de tiempo, sino que nos íbamos a quedar lo que necesario para que las condiciones fueran las idóneas para preservar los intereses de seguridad de EEUU y de sus aliados. Y asegurar que Afganistán nunca más iba a ser una base ni una plataforma para atacar a EEUU y sus aliados: España, Italia, Alemania, etc. Ése era el objetivo que nunca cambió del 11 de septiembre. Con una suma muy modesta financiera y de riesgo de sangre, habíamos creado unas condiciones en 2017 y 2018 que era imposible para los talibanes ganar. Uno tiene que entender la ecuación político-militar. Para que los talibanes puedan ganar una victoria estratégica, tienen que operar con maniobras militares para lograr objetivos estratégicos. Pero, para lograr eso, tienen que concentrar fuerzas. Pueden mantener una insurgencia: una bomba por aquí, un atentado suicida por allá, pero eso no te gana una victoria estratégica. Para ganar una victoria estratégica, hay que concentrar fuerzas, tomar ciudades, capitales de provincia, bases militares grandes, objetivos económicos importantes…
¿Imposible de llevar a cabo, para los talibanes, con la presencia de tropas estadounidenses?
Exacto. Lo que nosotros habíamos aprendido en los últimos 20 años es que, si 200 o 300 talibanes se concentraban para atacar a una capital de provincia, nosotros los veíamos y literalmente, en 15 o 20 minutos, había un avión con armamento de precisión. Desaparecían. No tenían margen de moverse en el campo de batalla con efecto estratégico. Los talibanes podían continuar la insurgencia: emboscaditas, bombitas, etc. Pero cuando se eliminó la cobertura aérea - que era para apoyo de fuego, inteligencia, logística, municiones, comida, agua, las unidades estaban ahí y también la parte médica para traer a los heridos - dejamos a la fuerza armada afgana completamente en el aire.
Hace ahora un año, a la población le costó entender el rápido avance talibán y, sobre todo, la veloz rendición del gobierno afgano con décadas de preparación y abastecimiento de EEUU y sus aliados de la OTAN…
Los traicionamos, los embarcamos. Se les colapsó la moral. Más que nada fue un colapso psicológico de la clase política en Kabul y los comandantes, porque se dieron cuenta de que esa fuerza pequeñísima, pero que tenía efecto estratégico en el campo de batalla y político, ya no estaba. Como Francia en 1940 cuando los nazis le ganaron al Ejército más grande del mundo en 6 semanas. No se rompió físicamente. No fue la física, fue la moral.
¿Cómo sabe que su estrategia hubiera sido efectiva al prolongarla?
Cuando me fui, en diciembre de 2017 y después del primer año de mandato del presidente Trump, ya había implementado la estrategia. Revisé las cifras de combate y ese año tuvimos 25 pérdidas militares, efectivos del Ejército de EEUU. Eso es un cuarto de las bajas que tenemos sólo en accidentes entrenamiento del Ejercito. Los talibanes perdieron 17.000 efectivos entre muertos, heridos, capturados y gente que desertó. Los talibanes estaban teniendo problemas para reclutar a gente porque les habíamos dado duro. Así que, si uno mira la asimetría, finalmente habíamos llegado a tener un modelo sostenible en contra de ellos. Si el presidente Trump hubiera mantenido esta política y no hubiera embarcado al gobierno de Kabul para negociar directamente con los talibanes, yo realmente creo que se hubiera logrado una negociación en dos o tres años. No entre EEUU y los talibanes, sino una negociación entre la familia afgana. Hubieran logrado un acuerdo político, un gobierno inclusivo.
Al presidente Donald Trump se le criticó que parecía poner sus intereses personales por encima de los políticos, como la foto histórica con Kim Jong Un para ser el primero en conseguirla.
Sin duda, y también le diría una cosa. El acuerdo con los talibanes, en mi opinión, fue el pecado original que resultó en el colapso de la posición de EEUU y sus aliados en Afganistán. Pero Trump también cometió otro pecado, que era un tema tan sensible en materia de seguridad nacional, donde murió tanta gente y donde hubo un esfuerzo tan grande. Él quiso terminar la guerra interminable como una herramienta para su reelección y creo que es algo que pocos presidentes usarían de una forma tan cínica. Así que, otra vez, él merece mucha crítica. Al final, en el 2020, tiró la casa por la ventana pensando en su reelección.
Y las consecuencias de esa decisión no le pasaron factura a él sino al presidente Joe Biden.
Biden lo usó como una excusa para echarle toda la culpa a Trump. El presidente Trump tiene mucha culpa, sin duda, pero el presidente Biden todavía tenía en sus manos, como ya le expliqué, salvar la situación. Él podía haber dicho: Yo reconozco este acuerdo, pero no lo voy a implementar a principios de mayo. Voy a esperar hasta final del año, por ejemplo, para hacer una pausa y ver qué pasa, a ver si los talibanes están actuando de buena fe”. Eso fue lo que le aconsejaron al presidente, Vanessa.
Temiendo frenar la expectativa de la población de no poner en riesgo a los soldados por más tiempo… ¿Podría Biden haberlo explicado mejor?
En todas las encuestas que he visto, si tú le preguntas al pueblo americano “¿Deberíamos terminar las guerras interminables?” El 85 o 90% de la gente dice que sí. Pero si preguntas: “¿Sería aceptable quedarse un tiempo más en Afganistán, si eso ayuda a nuestro país a ser más seguro?” El 60 por ciento del pueblo americano lo apoya. Es la forma en la que uno formula la pregunta, de qué manera lo hace. El presidente Trump lo hizo de una manera muy cínica, pero si el presidente Biden igual hubiera mostrado el liderazgo y hubiera dicho: “Nos tenemos que quedar un poco más porque si no vamos a debilitar la seguridad de Estados Unidos, vamos a crear ventanas para que en un futuro nuestros enemigos nos puedan atacar…”.
¿Es precisamente eso lo que ha sucedido?
Lo estamos viendo, no es ninguna sorpresa. Un año después y todo lo que ha pasado. No hay buena noticia en absoluto. Estamos hablando de una crisis humanitaria dramática, catastrófica, de 30 y pico millones de personas, el programa mundial de comida estima que veinte millones de afganos, dos tercios de la población, duerme todas las noches con hambre, varios millones de niños que lentamente se están muriendo de hambre, la economía colapsó, 50 por ciento del PIB, ha envalentonado los extremistas, terroristas… no sólo en Afganistán, sino en todo el mundo porque lo ven como una derrota de EEUU y sus aliados. Fueron derrotados por una organización de cuarta categoría militar y política.
¿Está pensando en Putin con Ucrania?
No digo que Putin atacara a Ucrania por el tema de Afganistán, para nada, Rusia tiene su propia lógica geopolítica. Pero sí creo que uno puede conectar muchos puntos del momento que decidió hacerlo. No se puede decir que no hay ninguna coincidencia del colapso tan dramático de la posición de EEUU y sus aliados en Afganistán, toda la OTAN, y la decisión en febrero - menos de 6 meses después - de que Putin invadiera a Ucrania. Creo que él pensó " esta gente es débil, no tiene la voluntad, voy a patear la puerta de Ucrania y ellos no van a reaccionar”. Estaba errado porque EEUU y sus aliados han respondido muy bien. Incluso el presidente Biden ha tomado un buen papel de liderazgo y ha sido muy firme. Respeto mucho su actuación, igual que a todos nuestros amigos aliados en la OTAN, pero creo que Putin no es idiota. Obtiene la información que nosotros le damos y toma decisiones basado en esa información que recibe. La derrota de EEUU en Afganistán lo envalentonó a él también. Y pudiera envalentonar a China en Taiwán o a Irán con las armas nucleares, igual que Corea del Norte. El efecto geopolítico puede ser desestabilizador.
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