Refugiados

Arabia Saudí continúa encerrando a refugiados africanos en centros con condiciones inhumanas

Tras los tiroteos a inmigrantes y las denuncias de la comunidad internacional, Riad continúa sin garantizar los derechos humanos de quienes huyen de devastadores conflictos en el Cuerno de África

Etiopía.- Las autoridades de Tigray denuncian que 1.400 personas han muerto de hambre tras el fin de la ayuda
Etiopía.- Las autoridades de Tigray denuncian que 1.400 personas han muerto de hambre tras el fin de la ayudaEuropa Press

La inmigración es un fenómeno global, pero no son iguales las formas que tienen los Estados receptores de acoger a quienes llegan. Es importante conocer este último punto para comprender por qué los inmigrantes que desembarcan en España son acogidos en centros de internamiento e introducidos en aviones con dirección a la península, mientras que los guardias fronterizos de Yemen y Arabia Saudita han tiroteado (y asesinado) a centenares de inmigrantes procedentes de África. Así lo reveló un informe publicado en 2023 por la organización Human Rights Watch, igual que una extensa investigación realizada en 2020 por el periódico británico The Telegraph demostró que “cientos” de inmigrantes africanos eran abandonados “para morir” en centros de internamiento en territorio saudí.

No es nada nuevo. LA RAZÓN también publicó en 2023 el testimonio de un joven etíope que había sido expulsado de Arabia Saudita, tras serle requisados todos sus ahorros, sólo para regresar a su hogar y descubrir que su familia había sido asesinada en la guerra de Tigray (2020-2022). El joven, cuyo nombre era Afwerki, estaba en shock. Abandonado a los vientos del mundo. Su cuerpo estaba en el centro de las hermanas de la caridad en Alamata, en Tigray, pero su mente botaba entre la penosa experiencia que vivió en Arabia Saudita y donde quiera que se encuentren los restos de sus progenitores. Afwerki es ahora un nombre desaparecido. Pocos meses después de ser entrevistado por este periódico, se marcho de vuelta a su tierra y nada se volvió a saber de él. Es un nombre sin apellidos, un número que no aparece escrito en ninguna lista relevante.

Nada de lo que se ha escrito más arriba es noticia. Se trata de una realidad conocida desde hace años. La novedad, en este caso, radica en que recientemente se conoció que decenas de miles de africanos continúan encerrados en centros de internamiento en condiciones inhumanas, años después de su captura y pese a las supuestas reformas que Arabia Saudita pretendía implementar para mejorar la situación humana de los inmigrantes. Decenas de miles. Muchos de ellos, según indicó uno de los detenidos, con una edad que comprende entre los 15 y los 20 años. Decenas de miles de jóvenes, miles de niños cuya adolescencia se desarrollará limitada a las paredes de su prisión y a un hueco en el suelo para dormir. Las imágenes difundidas sobre estos centros recuerdan de alguna manera a la temible prisión de Omdurman que describía A. E. W. Mason en su novela Las cuatro plumas. Sin hueco apenas para transitar. Sin espacio para ser humano.

Ocurre hoy, ocurría ayer, ocurrirá mañana. Esta noticia es más bien un recordatorio, o quizás una novedad para quien no se haya enterado antes. Una mezcla de cinismo y pena traducidos a un puñado de párrafos.

Cabe a destacar un aspecto fundamental a la hora de hablar de los inmigrantes etíopes y somalíes que aterrizan en Yemen y Arabia Saudita; hasta ahora se ha aplicado en ellos una terminología errónea porque la definición correcta es que se tratan de refugiados. No se mueven motivados por cuestiones económicas o sociales porque les empuja la guerra. En el caso de los etíopes, primero se vieron empujados fuera de sus hogares por la guerra de Tigray, que terminó en dos años con la vida de 600.000 personas y que generó además una potente hambruna cuyos efectos todavía hoy se pueden percibir. En el caso de los somalíes, huyen de un Estado fallido, primero por una guerra civil, y ahora asediado por el terrorismo islámico del grupo Al Shabaab. Y los sudaneses, envueltos en una violenta guerra civil desde abril de 2023, tampoco son tratados de diferente manera, a no ser que pertenezcan a familias de clase alta con medios para vivir de manera independiente.

No son inmigrantes. Son refugiados. Pero tratarlos con el término adecuado podría acarrear nuevas responsabilidades para Arabia Saudita y, curiosamente, ningún medio utiliza la palabra refugiados para referirse a estos individuos, como tampoco se utiliza para definir a quienes huyen de la guerra en Mali con dirección a Europa. Son refugiados si proceden de Ucrania o si se dirigen a otro país africano, cuando toca lejos o vienen de cerca. Cuando toca en cerca y vienen de lejos, son inmigrantes. Y el error en la terminología tiene consecuencias mortales, como aquellos niños (todavía) encerrados durante años en centros de condiciones inhumanas o los centenares de tiroteados en Yemen.

Este artículo es un recordatorio y una corrección. No todo tienen que ser reportajes y noticias de última hora. El sufrimiento no se cura en un día, ni se soluciona utilizando los métodos incorrectos. Debe de haber algo de cabezonería en el amor al prójimo, que no es otra cosa que una acción repetitiva en un mundo contaminado por el vicio a la novedad. La familia de Afrewki sigue muerta hoy, igual que ayer y mañana. Y no se puede olvidar mientras historias como la suya sigan ocurriendo en las sombras del anonimato.