Tensión en el mar Rojo
Alcance y naturaleza de la amenaza hutí: «Son mucho más hábiles y están mejor armados de lo que muchos creen»
El arsenal de los rebeldes de Yemen, financiados por Irán, puede alcanzar objetivos israelíes y estadounidenses en la región
El temor a que la guerra total de Israel en la Franja de Gaza se extendiera por Oriente Próximo estaba más que justificado. La operación militar israelí en el enclave palestino había forzado las reacciones de Hizbulá en Líbano y otros miembros del denominado Eje de Resistencia, la red de milicias proiraníes que cubren la región. Pero los sucesivos ataques desde Yemen contra las embarcaciones que cruzan el mar Rojo por parte de los hutíes habían cobrado especial protagonismo por sus implicaciones para el comercio marítimo internacional.
Los insurgentes dicen perseguir a los buques vinculados a los intereses israelíes, y aseguran que no se detendrán hasta que Israel ponga fin a la guerra en Gaza. Una beligerante muestra de apoyo a la causa palestina y de solidaridad con Hamás. En la práctica, sin embargo, los hutíes han lanzado ataques de forma indiscriminada contra embarcaciones que poco o nada tenían que ver con Israel, por lo que las principales navieras decidieron desviar sus barcos hacia el Cabo de Buena Esperanza y evitar el mar Rojo y el Canal de Suez, rutas por las que transita aproximadamente el 12% del petróleo y el 8% del gas natural licuado mundial.
La inseguridad ha disparado las primas de los seguros de los buques, que se han multiplicado por diez desde que los insurgentes yemeníes iniciaran los ataques. Estados Unidos, organizador semanas atrás de una operación naval para neutralizar los ataques de los rebeldes, no podía quedarse de brazos cruzados. Anunció en la noche del jueves haber llevado a cabo una operación con el respaldo de Reino Unido en la que alcanzó más de 60 objetivos en 16 áreas controladas por los hutíes en Yemen, entre ellas la capital, Saná, y la ciudad portuaria de Hodeidah, a orillas del mar Rojo.
El Mando Central de las Fuerzas Aéreas estadounidenses centró los ataques sobre los nodos de mando y control, los depósitos de municiones y sistemas de lanzamiento, las instalaciones de producción y los sistemas de radar de defensa aérea de la milicia. Utilizó más de 100 municiones guiadas de precisión, incluidos misiles lanzados desde el aire y misiles de ataque terrestre Tomahawk lanzados desde buques y submarinos.
Los hutíes reconocieron haber sufrido cinco bajas y varios heridos, pero no recularon. Su portavoz militar, Yahya Saree, advirtió de que los ataques no quedarían «sin respuesta ni castigo», y el líder de los insurgentes, Abdul-Malik al-Houthi, hermano del difunto fundador del movimiento, aseguró que la respuesta sería «mayor que el ataque [inicial]» y que los miembros del grupo estaban «más decididos que nunca a atacar barcos vinculados a Israel».
«Cualquiera que sepa algo sobre los hutíes puede decir que los ataques, por significativos que fueran, no disuadirán [a los rebeldes] de nuevos ataques», anticipa en su cuenta de X el analista Charles Lister. «Se espera un contraataque considerable no solo contra el transporte marítimo, sino también contra los intereses de Estados Unidos y sus aliados en Oriente Medio».
Dominio en Yemen
Los hutíes controlan buena parte de Yemen después de resistir más de ocho años de guerra contra una coalición internacional liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, que buscaron frenar el avance de los insurgentes, miembros de la secta minoritaria zaidí, en el marco posrevolucionario de la Primavera Árabe. Sin embargo, unos meses después de iniciar el proceso de paz, el príncipe heredero saudí Mohamed bin Salmán ha decidido mantener a Riad al margen de la operación liderada por Estados Unidos por temor a las posibles represalias.
Los hutíes gobiernan sobre dos tercios de la población total de Yemen, y han impuesto su ley en ciudades clave como Saná, Sadah, Hodeidah o Taiz. Aunque el país sigue estando fragmentado. Un mosaico de facciones se reparten el control territorial, entre las que destacan los islamistas de Al Islah, la rama local de los Hermanos Musulmanes, en claro declive desde que Qatar tomó distancia del grupo, y el Consejo de Transición del Sur (CTS, por sus siglas), una entidad respaldada por Emiratos Árabes Unidos que lidera un excomandante del Ejército yemení, Aiderus al-Zubaidi.
El CTS defiende la independencia del sur del país, lo que antes de su unión con el norte en 1990 fue la República Democrática Popular de Yemen. Otras partes del país también amenazan con desprenderse y, además, algunos puntos remotos del interior sufren la presencia de Al Qaeda. Pero nadie cuestiona el liderazgo hutí en las áreas bajo su control, menos si cabe después de sus últimas acciones. La milicia autodenominada Ansar Allah, lo que se traduce como Partidarios de Dios, ha logrado imponer una teocracia islámica inspirada en el modelo iraní, marcadamente antisemita y antiamericana.
Capacidad militar
Irán es su principal respaldo. Financia, adiestra y tutela –hasta cierto punto, subrayan los analistas– las actividades de la milicia a través de sus instructores de la Guardia Revolucionaria. Por eso, las autoridades iraníes no tardaron en condenar la campaña de bombardeos sobre los objetivos hutíes en Yemen. «Los ataques arbitrarios no tendrán otro resultado que alimentar la inseguridad y la inestabilidad en la región», declaró el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Nasser Kanaani. «Son una clara violación de la soberanía y la integridad territorial de Yemen y una violación de las leyes internacionales».
La financiación persa transformó el rostro de los hutíes, que pasaron de ser una organización tribal con armamento rudimentario a una fuerza militar organizada que cuenta en su arsenal con misiles antitanque, balísticos y de crucero. Pocos conocen con precisión su capacidad militar real, pero los expertos creen que el grupo carece de las herramientas necesarias para representar una amenaza más allá de las fronteras de Yemen.
Tienen pocos misiles capaces de alcanzar Israel. Uno de los de mayor alcance, el Burkan-2h, puede recorrer unos 1.000 kilómetros, una distancia que, aunque puede servir para alcanzar embarcaciones en aguas del mar Rojo y otros objetivos militares en la península Arábiga y en sus vecinos del Golfo, es francamente limitada. Quedó demostrado el pasado 31 de octubre, cuando los insurgentes atacaron con misiles y aviones no tripulados Eilat, el centro turístico israelí bañado por el Rojo. El lanzamiento se quedó corto y acabó cayendo sobre dos ciudades egipcias próximas a la frontera.
Los fallos no hicieron desistir a los hutíes, que mantienen sus ataques sobre los mismos objetivos. «Son mucho más hábiles y están mejor armados de lo que muchos comentaristas occidentales creen», advierte Farea Al-Muslimi, analista de Chatham House. «Tienen una gran experiencia en hacer la guerra tras años de conflicto brutal, que ha implicado una confrontación directa con Arabia Saudí y mucho apoyo y desarrollo de capacidades por parte de Irán a lo largo de los años».
Según Fabian Hinz, investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, los hutíes podrían tener en su arsenal un misil balístico conocido como Toufan que alcanzaría territorio israelí. «El arma es básicamente un Qadr iraní, y debería tener un alcance de 1.650 a 1.950 kilómetros. A diferencia de las versiones iraníes, no está guiada con precisión», explica en el digital Amwaj. Aunque matiza que sus capacidades «constituyen una amenaza contra la que los israelíes pueden defenderse bastante bien».
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