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Conflicto por el oro

Ruanda niega haber atacado República Democrática del Congo pese a las “sólidas evidencias” aportadas por la ONU

Un informe publicado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas asegura que las Fuerzas Armadas ruandesas colaboran con el grupo armado M23 en las provincias orientales de RDC

Rebeldes del M23 en República Democrática del Congo. larazon

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas publicó este jueves un informe donde se asegura que han encontrado “sólidas evidencias” que confirman la implicación de Ruanda con el grupo rebelde conocido como M23. En el informe se habla de una “intervención directa” de las Fuerzas Armadas ruandesas, ya sea para apoyar al grupo M23 (que opera principalmente en la provincia de Kivu del Norte, en el este de República Democrática del Congo) o para conducir operaciones militares contra otro grupo armado, el FDLR, en territorio congoleño. También asegura que miembros del Ejército ruandés proveyeron al M23 de armas, municiones y uniformes de combate.

Las relaciones entre RDC y Ruanda hace años que se encuentran en un frágil desequilibrio. Mientras Ruanda acusa al Congo de refugiar a miembros de la etnia hutu responsables del genocidio de 1994, desde RDC culpan a los ruandeses de robarles el oro para venderlo a compradores chinos, turcos y árabes. Además, hace años que aseguran que desde Kigali apoyan al M23, siempre con el objetivo de desestabilizar la zona fronteriza y facilitar así el contrabando del preciado metal. Acusaciones que han encontrado un importante apoyo en el nuevo informe emitido por Naciones Unidas.

Una paz cada vez más lejana

Cuando es preguntado a razón del comunicado, Patrick, un militar congoleño destinado a la frontera con Ruanda, suspira al otro lado del teléfono con un aire de impaciencia y contesta que “no es nada nuevo”, aunque duda seriamente que el comunicado vaya a beneficiar de alguna manera a su país. Según opina, “hace años que esto se sabe y nadie ha actuado, todo porque los ruandeses son demasiado amigos de Occidente como para que nadie les castigue”. Se percibe una desilusión acostumbrada en su tono de voz. “Occidente ha dado demasiado dinero a Ruanda como para reconocer ahora que han creado un monstruo”.

La comunidad internacional espera una reconciliación entre ambos bandos pero que cada día parece más lejana. El pasado 6 de julio sucedió una reunión en Luanda (capital de Angola) entre el Presidente de Ruanda, Paul Kagame, y el Presidente de RDC, Felix Tshisekedi, con vistas a acercar posturas. Desde el lado congoleño emitieron a continuación un informe donde se apelaba al retorno de las relaciones diplomáticas entre Kinsasa y Kigali, al cese de las hostilidades y a “la retirada inmediata e incondicional” del M23 del territorio congoleño. Durante días se rumoreó que Kagame había aceptado las condiciones impuestas por RDC, aunque finalmente se emitió un comunicado desde Kigali donde se negó que esto fuera cierto. La reunión en Luanda cayó en saco roto. Los ataques del M23 al Ejército congoleño y la población civil se intensificaron hasta el punto de que Bintou Keita, enviado especial de la ONU sobre el terreno, aseguró que las acciones del grupo rebelde “comienzan a parecerse a las de un ejército convencional, en lugar de las de un grupo armado”. En sus declaraciones hizo referencias a la creciente potencia de fuego del M23, y sacó a relucir sus temores acerca de lo que supone para la seguridad de la población civil y de los cascos azules desplegados dentro de la operación MONUSCO en RDC.

Ni los esfuerzos del maltrecho Ejército congoleño, efectuados en colaboración con la ONU, militares ugandeses y milicias locales, ni las continuas advertencias de la comunidad internacional, han sido capaces de restituir la paz que lleva 15 meses siendo zarandeada en las provincias orientales de RDC. Los ataques del M23 han incrementado su frecuencia y su impacto en los últimos meses, provocando “un desplazamiento masivo de civiles”, según los expertos, “y una dinámica de bombardeos indiscriminados” donde se asesina a civiles “a propósito”. Ahora se espera que la próxima visita del Secretario de Estado de EE.UU, Anthony Blinken, cuya gira africana comenzará este domingo y que le llevará tanto a República Democrática del Congo como a Ruanda y Sudáfrica, consiga relajar las tensiones entre ambos países.

La postura ruandesa

Desde Kigali han negado toda conexión con el M23 y tachan de falso el reciente informe emitido por la ONU, aunque parece que esta vez se les han acabado las excusas. Hace años que se probó que los ruandeses robaban el oro congoleño gracias a los tutsis asentados en RDC desde la década de los 60; hace años que se probó que los rebeldes del M23 corresponden en su mayoría a individuos tutsis (ruandeses); hace años que el gobierno de Kinsasa señala a Kigali como responsable de este grupo armado; y ahora son las Naciones Unidas quienes se hacen eco de esta grave acusación. De ser cierta, algunos expertos ya hablan de una “invasión” promovida por el Gobierno ruandés contra el Estado vecino, siempre con el objetivo de extraer un metal que corresponde al 70% de las exportaciones ruandesas.

Las próximas semanas serán determinantes para las deterioradas relaciones entre República Democrática del Congo y su vecina Ruanda. Si la visita de Blinken no surte el efecto esperado y los Gobiernos de ambos países no consiguen acercar posturas, todo parece indicar que se acercan los oscuros nubarrones de una tormenta catastrófica, en especial para la población civil del Este de RDC. Que hace décadas que no paladea el dulce sabor de la paz.