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Inestabilidad

Italia irá a elecciones el 25 de septiembre tras la disolución del Parlamento y la renuncia de Draghi

Sergio Mattarella dio por terminada la legislatura tras la dimisión del primer ministro italiano este mismo jueves

Italia volverá a sacar las urnas el 25 de septiembre. Los intentos de Mario Draghi para salvar ‘in extremis’ la coalición que presidía desde febrero de 2021 chocaron con los enfrentamientos de la mayoría parlamentaria que lo sostenía al frente de un gobierno de unidad nacional y obligaron al ex presidente del Banco Central Europeo a tirar la toalla. El primer ministro italiano presentó este jueves su dimisión al presidente de la República, Sergio Mattarella. Y, esta vez, no hubo marcha atrás.

El jefe del Estado aceptó la renuncia de Draghi y disolvió el Parlamento “ante la ausencia de una nueva mayoría”. En una breve comparecencia después de dos días en absoluto silencio, en los que trató de mediar, sin éxito, para buscar una solución a la crisis de Gobierno, Mattarella agradeció al economista su compromiso e instó a los partidos a “trabajar por Italia”.

El ex presidente del Banco Central Europeo se presentó en la Cámara de los Diputados por la mañana para oficializar su dimisión, después de verificar el día anterior que los mismos partidos que habían impedido su ascenso al Quirinal hace sólo unos meses porque consideraban demasiado valioso su trabajo al frente del Ejecutivo, le abrían la puerta de salida. “Incluso los banqueros tienen corazón”, dijo emocionado en su despedida a los diputados que le recibieron con un largo aplauso.

“Una situación grotesca”, la definió el líder del Partido Demócrata, Enrico Letta, porque los mismos que le aplaudían eran quienes le habían sentenciado el día anterior. “El Gobierno ha sido derribado por aquellos que le guiñan un ojo a Putin”, denunció poco después el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Luigi Di Maio, quien abandonó el Movimiento Cinco Estrellas en junio junto a 60 parlamentarios disidentes con el líder, Giuseppe Conte, para formar su propio partido.

Las referencias a Rusia no son casualidad. En estos 17 meses, Draghi ha alzado un muro entre Roma y Moscú, aliado histórico del país transalpino desde los primeros ejecutivos de Silvio Berlusconi, buscando alternativas a la dependencia italiana del gas ruso y alineándose sin discusión con la OTAN y la Unión Europea ante la ofensiva en Ucrania.

Un cambio de rumbo en la política exterior que el día miércoles, en su comparecencia ante el Senado, el ex presidente del BCE volvió a defender: “Italia es un país libre y democrático, por lo que tenemos que responder ante aquellos que quieren seducirnos con un modelo autoritario para poder reforzar los valores europeos”, advirtió el aún primer ministro, que subrayó la necesidad de “tomar medidas para combatir la injerencia de Rusia y otras autocracias en la política interna y la sociedad italiana”.

Un mensaje que no pasó desapercibido para dos de los principales socios de la coalición, el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, que lo interpretaron como un ataque directo por su negativa a seguir armando Kiev, y lo aprovecharon para retirar su apoyo y forzar un adelanto electoral. Tampoco pasó indiferente en Moscú, donde la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Maria Zajarova, se desmarcó de las palabras del primer ministro y pidió a los italianos “evaluar” el trabajo de su Gobierno.

La invasión rusa de Ucrania marcó el principio del fin del gobierno del exbanquero. La ambigüedad del líder de la Liga respecto a la respuesta de la UE provocó desde el inicio del conflicto fricciones con el resto de partidos de la mayoría parlamentaria. Salvini rechazó públicamente el envío de armas a Kiev, apelando a un mensaje pacifista detrás del que se esconden las presuntas relaciones del partido ultranacionalista con empresarios y oligarcas rusos cercanos al Kremlin, que investigó la Fiscalía de Milán. Un carro al que se subió el Movimiento Cinco Estrellas, que, sin embargo, acabó dando la puntilla al Gobierno por su oposición a un decreto con medidas económicas que incluía la construcción de una incineradora en Roma.

La semana pasada, Draghi presentó su renuncia a Mattarella tras perder la confianza del M5E. Sin embargo, el presidente de la República ‘congeló’ la dimisión e instó al primer ministro a verificar en el Parlamento si contaba con los apoyos necesarios para seguir al frente del Ejecutivo. Y el miércoles, en el Senado, el todavía primer ministro abrió la puerta a dar marcha atrás si la mayoría parlamentaria se comprometía a firmar un nuevo pacto de legislatura.

Una oferta de tregua que iba acompañada de un duro reproche a los partidos de la coalición, a los que recordó todos los pulsos a los que se ha visto sometido en estos 17 meses al frente del Ejecutivo; desde el reciente apoyo de Salvini a una huelga salvaje de taxistas, a las exigencias en materia económica del Movimiento Cinco Estrellas. Un discurso poco conciliador, pero también la última oportunidad de evitar un regreso del país a su tradicional inestabilidad. Sin embargo, ya era tarde. La maquiavélica máquina electoral de los partidos se había puesto en marcha. La Liga, Forza Italia y el Movimiento Cinco Estrellas no participaron en la votación, certificando el fin del gobierno y condenando a Italia a una vuelta anticipada a las urnas.

La decisión de Silvio Berlusconi de ceder a los cantos de sirena de Matteo Salvini y Giorgia Meloni, la líder de Hermanos de Italia, el único partido que ha permanecido en la oposición y el más favorecido por un adelanto electoral, provocó un terremoto en la formación conservadora, que pertenece a la familia de los Populares Europeos. Hoy dos de los parlamentarios más cercanos al Cavaliere, que ejercían como ministros en el Gobierno de Draghi, abandonaron Forza Italia dando un portazo. Y podrían no ser los últimos.