Crisis política
Estalla el Gobierno de Boris Johnson tras la salida de dos pesos pesados
Dimiten los ministros británicos de Economía y Sanidad tras acusar al “premier” de no asumir las responsabilidades por las fiestas en el “Partygate”
Todas las crisis de Boris Johnson emanan de una misma raíz: no decir la verdad. En su época como periodista, la invención de una cita fue lo que forzó su despido de «The Times». Durante su etapa como portavoz de cultura del Partido Conservador cuando la formación estaba en la oposición, las mentiras sobre el «affaire» con su amante Petronella Wyatt fueron lo que le hicieron perder su puesto. Y ahora el engaño sobre el escándalo sexual de Chris Pincher podría acabar por sacarle de Downing Street.
¿Sabía el primer ministro de las acusaciones sobre abuso contra este diputado antes de nombrarle responsable de disciplina del Partido Conservador? Tras cinco días defendiendo la versión contraria y mandar a cuatro ministros del Gabinete a dar la cara en los medios apoyando sus argumentos, un portavoz del Número 10 tuvo que admitir ayer finalmente que Johnson era consciente de las quejas que existían sobre Pincher antes de darle el cargo en febrero.
La pésima gestión de la crisis es la última gota para un político que no levanta cabeza desde el escándalo del «Partygate» y que ya ha perdido la autoridad tanto fuera como dentro de sus propias filas. El principio del fin podría estar cada vez más cerca después de que ayer tanto el ministro del Tesoro, Rishi Sunak –durante un largo tiempo favorito para sucederle– y el responsable de Sanidad, Sajid Javid, presentaran su dimisión. El primero considera que el primer ministro «no cumple los estándares de conducta y competencia requeridos». El segundo recalca que ha perdido la «confianza» en el líder.
A última hora del martes, se conoció que el hasta ahora ministro de Educación, Nadhim Zahawi, sustituirá a Sunak al frente de Economía, mientras que el secretario de Estado del Gabinete, Steve Barclay, uno de los colaboradores más estrechos de Johnson, hará lo mismo con Javid en Sanidad.
La salida de estos dos pesos pesados del Gabinete ha llevado también a otros a seguir sus pasos. En las últimas horas han presentado su renuncia, Saqib Bhatti, secretario privado parlamentario del que fuera ministro de Sanidad; Jonathan Gullis, secretario privado parlamentario del ministro para Irlanda del Norte; Bim Afoli, vicepresidente del Partido Conservador. No se descarta que la cascada de dimisiones aumente.
La semana pasada, Oliver Dowden, presidente de la formación, también presentó la renuncia ante la grave derrota de los conservadores en las elecciones parciales celebradas en dos distritos clave y agregando que “alguien debe asumir la responsabilidad”. Toda una indirecta para un Johnson que está cada vez más solo. Su salida solo puede verse forzada por sus propias filas. Y todas las señales apuntan ahora a la misma dirección: el tiempo se agota.
La actuación de Johnson revela un patrón de comportamiento que para muchos es ya insostenible: primero mutismo absoluto, para mandar luego a un ministro del Gabinete a dar la cara. Negar que estuviera al tanto de la información, para luego reconocer que lo sabía. Cálculo erróneo, evasión de responsabilidades, ofuscación, demora en la toma de acciones y desaparecer de escena. Así funciona o no funciona el Número 10.
El episodio coincide con las elecciones a la dirección del Comité 1922, que reúne a los «tories» sin cartera. Y todo apunta a que los rebeldes obtendrán los votos necesarios para poder cambiar las normas del partido y así celebrar otro desafío al liderazgo del primer ministro. Cuando Johnson ganó por un estrecho margen un voto de confianza el mes pasado –por 211 votos contra 148– se le otorgó un año de inmunidad. Pero las reglas podrían ahora cambiarse para celebrar otra votación si así lo demanda el 25% de diputados.
Desde hace días, la historia de Pincher lleva ocupando los titulares de la prensa británica. Tras salir a luz que el pasado miércoles “toqueteó” a dos hombres delante de testigos en el exclusivo Carlton Club, más de una docena de varones – muchos de ellos compañeros de filas- han denunciado que en la última década también fueron víctimas de comportamientos inapropiados. Se trata del cuarto escándalo sexual para los conservadores en apenas dos meses.
El parlamentario, que ha pedido perdón y ha especificado que está buscando apoyo médico profesional, fue suspendido del partido el pasado viernes. En 2017, ya tuvo que dimitir como “whip junior”, acusado de haber hecho proposiciones sexuales a un atleta olímpico y potencial candidato conservador en las elecciones. Fue absuelto después de una investigación interna.
Según lo que revela la Prensa, Johnson quiso nombrar ya a Pincher en 2019 responsable de disciplina del Partido Conservador. Pero tras conocerse las «preocupaciones» sobre su trato con otros compañeros de filas, acabó nombrando secretario de Estado de Exteriores. Las acusaciones que existían sobre Pincher eran tan notorias que la propia Carrie –convertida hoy en «primera dama»– se hizo eco de ellas en 2017, cuando era responsable de comunicación de la formación.
Aunque Pincher consiguió seguir adelante con su carrera, en octubre de 2019, fue objeto de otra acusación de «comportamiento inapropiado», lo que derivó en un proceso disciplinario formal supervisado por el secretario permanente del departamento y la Oficina del Gabinete. Tanto el primer ministro como el viceprimer ministro, Dominic Raab, fueron informados de la denuncia. Al igual que Johnson, Raab también había negado estos días en todo momento que estuviera al tanto de la situación.
En una carta pública mandada ayer al comisionado parlamentario de estándares disciplinarios, Lord McDonald de Salford –en su momento alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores– asegura que supervisó la investigación sobre el comportamiento de Pincher y fue él mismo quien informó a Johnson y Raab de cómo estaba la situación.
En un intento desesperado por calmar los ánimos, Michael Ellis, ministro de la Oficina del Gabinete, aseguró ayer ante la Cámara de los Comunes que el primer ministro se «había olvidado» de estos informes. El inquilino del número 10 de Downing Street se encuentra cada vez más solo.
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