Internacional
¿Qué está pasando en Kazajistán? ¿Ocurre algo que afecte a España?
Encontramos en este país de Asia Central ingentes cantidades de petróleo, películas de Hollywood, gobiernos títeres y la sombra alargada y permanente de Rusia
“This my country of Kazakhstan. It locate between Tajikistan and Kyrgyzstan...and a**holes Uzbekistan. This my town of Kuzcek. This Urkin, the town rapist. Naughty, naughty. Over here, our town kindergarten. And here live Mukhtar Sakanov...town mechanic and abortionist”.
Sé de buena tinta por amigos y enemigos que un alto porcentaje de la población joven de nuestro país conoce exactamente esta frase (y la película que sigue) de Kazajistán. Y nada más. La secuela de Borat, Borat 2, fue vista por la nada despreciable cifra de 1,6 millones de espectadores en su primer fin de semana en Amazon Prime y las revistas americanas dijeron que Borat 2 se convirtió en la segunda película más descargada en la web estadounidense en 2020. Y de repente, hoy, a 11 de enero, los jóvenes de todo España encendemos el telediario y aparece en primera plana la casa del “town rapist” del pueblo de Borat y si no es la casa del “town rapist” del pueblo de Borat pues será la de su primo, porque en el cintillo de la tele se lee claro y con letras grandes: KAZAJISTÁN.
¿Será una imagen de archivo? ¿Qué está pasando en Kazajistán?
¿Qué significa Kazajistán para España?
Pues en Kazajistán pasan muchas cosas, no vaya a pensar usted que se sientan allí esperando a que aparezca una cámara para grabarles, en Kazajistán ocurre que es el noveno país más grande del mundo, es más grande que la India o que Méjico pero ocurre también que la población de Kazajistán es de 18 millones, que es la misma que en Nueva Delhi. Durante miles de años, el territorio que conforma hoy su República lo controlaban tribus nómadas de Asia y del este de Europa, hunos, khanes, cada uno de su padre y de su madre, turcos, kazajos que fueron los primeros en llegar aunque nadie lo tuvo en cuenta. Nómadas porque son unos jinetes espectaculares (muy parecidos a sus vecinos mongoles en este aspecto) y el paisaje kazajo está formado por estepas de hierbas bajas y suaves colinas, ideales para el galope.
En 1465, dos khanes que se hacían llamar descendientes de Gengis Khan proclamaron la independencia del Kanato kazajo y es entonces cuando podemos hablar de un proto Estado kazajo por primera vez. Una forzosa reunión de sus tribus en una sola para hacer frente al enemigo común que les rodeaba. Entonces, de ahora en adelante, cuando idealicemos sobre un Estado kazajo fiel a su origen primerísimo, deberíamos dirigir nuestras fantasías hacia este Kanato ideal que llegó a expandir un considerable territorio en la región (hasta ser hoy el noveno país más grande del mundo, otra vez).
Si hacemos un seguimiento del histórico, a nosotros, los hispanohablantes en general, nunca nos ha importado Kazajistán. Ningún Pizarro clavó su bandera en los valles, ni siquiera Clavijo llegó hasta allí, Kazajistán estaba demasiado lejos de Cuba y de Madrid y de nosotros para importarnos un pimiento y ahora encendemos el televisor y sale por todas partes como un petardo. Según los datos facilitados por el EOC, en 2019 se exportó crudo a España desde Kazajistán por valor de dos mil millones de dólares. Un 7,2% del crudo que importó España aquel año. Pero, quitando este discreto acuerdo comercial, Kazajistán sigue estando muy lejos, mucho. No tiene lazos a valorar con España y apenas mantiene relaciones con los países iberoamericanos.
La sombra rusa
Es porque a nosotros nunca nos concernió pero a quién sí le interesó mucho Kazajistán fue a Rusia. Aprovechándose del carácter nómada de los kazajos, los rusos hicieron como siguen haciendo los chinos para terminar de ocupar el Tíbet: fueron entrando muy poquito a poco, despacito, desbordándose lentamente de la enorme teta de la madre y manoseándolo todo como bebés en un parque de juegos. Fundaron la ciudad de Almaty. Si era necesario, aplacaron con una bofetada a tiempo las pataletas del debilitado Kanato. Para 1885, el Imperio Ruso se había agrandado lentamente a base de leche y fuego hasta Afganistán, y Kazajistán pasó a ser nada más que una provincia de las muchas en su territorio terminadas en -tán.
Allí no pienses que hicieron migas como con los georgianos porque el hijo de un zapatero georgiano fue Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética y se llamaba Stalin, ni como con los ucranianos con Breznhnev. Durante los años dorados del Imperio Ruso, el Kanato Kazajo se dividió entre el óblast de Semipalatinsk, el óblast de Akmolinsk y el óblast de Turgay. Los colonos rusos se asentaron en las ciudades que recién ellos fundaban y vallaron granjas y poco a poco hasta asfixiarlo se sobrepusieron al estilo de vida nómada de los kazajos. Hubo intentos de independencia a lo largo de los años siguientes (entre los que destaca la Revuelta Basmachi) pero los zares siempre reprimían cada revuelta con brutalidad.
Luego los zares acabaron en un hoyo (precisamente mientras duraba la Revuelta Basmachi) y Lenin llegó al poder. A efectos prácticos, el periodo soviético no supuso un gran cambio en la vida de Kazajistán. Los soviets reprimieron la revuelta de Basmachi al cabo de un tiempo. Si no contamos la hambruna que mató a 2 millones de personas en 1933, los controles de seguridad, los “camarada”, las prácticas nucleares en Semipalatinsk, en fin, si no contamos todos los cinismos y las paranoias de cualquier dictadura, la vida en Kazajistán prosiguió sin pena ni gloria bajo el martillo del comunismo. Con la cabeza baja y sin rechistar demasiado, los kazajos siguieron acostumbrándose al ritmo de vida de las ciudades y los nómadas se redujeron a mínimos, mientras las fértiles tierras del norte y del este las segaban las hoces de los colonos rusos. Casi podríamos decir que Rusia “convirtió” a Kazajistán a la modernidad durante esos años tan duros.
Kazajistán tras las la URSS
La República Soviética de Kazajistán alcanzó su deseada independencia en 1991. El por entonces Presidente del Sóviet Supremo de la RSS de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, se autoproclamó presidente tras unas elecciones a todas luces fraudulentas y gobernó la República de Kazajistán hasta 2019, hasta anteayer. Hay quien dice que todavía controla los hilos de su sucesor y del actual presidente, Kasim-Yomart Tokaev (algunos medios le llaman Tokáyev, que es como se dice su apellido transliterado al ruso). Ambos son muy amigos de Putin, o eso dicen. De Kazajistán dicen que es el más fiel aliado ex soviético de Rusia y que, cuando vas aquí de viaje, es habitual encontrar gasolineras rusas Lukoil casi en cada esquina. Gasolineras o enormes bombas de varilla subiendo y bajando para extraer el petróleo que supone un 70% de las exportaciones del país.
Llegamos a la última semana: una serie de protestas contra las subidas desorbitadas de los precios de los carburantes encienden la calle. Fallecen 164 personas en todo el país a manos de la policía. El foco internacional alumbra a los oprimidos de Kazajistán: es su turno para intentarlo.
Solo ayer le lloriqueó Tokáyev al mandatario ruso en una videollamada con otros líderes de la OTSC, hablando de “un intento de golpe de Estado” y de que “el principal golpe se dirigió contra Almaty”, la misma ciudad donde 103 personas han sido asesinadas durante las protestas de la última semana. Que las víctimas de Almaty eran en realidad “cómplices de este golpe”. El presidente kazajo terminó arriesgando y dijo que quizá podría demostrar una “injerencia extranjera”. Diversas fuentes afines al gobierno califican también de “terroristas” a los manifestantes más radicales, y aplauden las últimas medidas tomadas por el Presidente Tokáyev: la destitución del Primer Ministro, una bajada en los precios de los carburantes, el inicio de la investigación de diversas empresas privadas nacionales para culpabilizarlas de la subida de los precios…
Pero el tito Putin le dio ayer un caramelo a Tokáyev porque le aseguró que los 2.500 militares que tiene desplegados ahora en Kazajistán no los quita ni para vestir santos. Que garantizará el orden democrático, etc., antes de retirarse. No parece que al ruso le interese mantener a sus tropas en el país más tiempo del necesario. En verdad, ¿para qué extralimitarlo? Ya se lleva una porción de su petróleo, un peaje que cobra del vasallo. Putin y Tokáyev son amigos, señor y vasallo. En torno al 20% de la población actual en Kazajistán es de origen ruso. Puede que más. Tampoco olvidemos las gasolineras Lukoil. ¿Acaso Putin es realmente como le pintan los medios y monta osos y es un maníaco que quiere recuperar el anticuado Imperio Ruso? ¿O solo quiere hacerse rico? ¿O sencillamente está aplacando con la clásica firmeza rusa una revuelta en uno de sus “óblast” encubiertos con gobiernos títeres?
Mientras Rusia presionaba en Ucrania, de pronto el Estado vasallo de Kazajistán ha estallado pero le sirve como excelente publicidad para demostrar su liderazgo en la región, Putin se ha puesto el antifaz de un Capitán Asiático, como en los tebeos, como un Norman Osborn redimido. Si las revueltas de Kazajistán se aplacan pronto y el pueblo no se levanta para conseguir la democracia que, sorprendentemente, jamás ha poseído de forma efectiva (invasiones mongolas, un Kanato de todo menos popular, los zares rusos y los secretarios soviéticos seguidos de un dictador y medio, esto resume la política kazaja y no se huele la democracia) el tiempo vaticina que pasarán los nubarrones de tormenta, Putin seguirá su juego en territorios más jugosos a su alcance, los kazajos volverán a bajar la cabeza, sonarán nuevas alertas en nuestro móvil…
…y quién sabe, quizá dentro de un par de años hasta estrenen Borat 3.
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