Alemania

El conmovedor testimonio de un superviviente judío en el juicio a un soldado nazi: “¡Es hora de que seas valiente!”

Emil Farkas, de 93 años, es el único preso del campo nazi de Sachsenhausen que testifica en el juicio contra Josef Schütz, de 101 años

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El superviviente del Holocausto Emil Farkas, de 93 años, logró conmover a los asistentes al juicio que se celebra en Alemania contra elex guardia de las SS Josef Schutz, que este martes cumplió 101 años. Este colaborador del régimen nazi sirvió durante tres años en el campo de concentración situado a las afueras de Berlín, en Sachsenhausen, donde murieron unos 20.000 prisioneros entre combatientes rusos, opositores políticos, gitanos y soldados de la resistencia de diversas nacionalidades. Farkas, cuya historia personal es digna de admiración, y no solo porque lograra sobrevivir al exterminio nazi contra los judíos, se dirigió al anciano Schutz para decirle estas palabras:

“Estoy seguro de que me habrás visto muchas veces corriendo con el ‘Comando Zapato’. Hoy vine a Brandeburgo a verte. Y, por lo tanto, quiero preguntarte: al final de tu centésimo año, ¿tu oscuro secreto vale tanto para ti que no puedes disculparte por tu contribución a mi sufrimiento? ¿No es hora de que seas valiente?”.

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Farkas hacía referencia al testimonio aportado por Schutz durante el juicio, en el que se ha declarado “inocente” del cargo de complicidad en el asesinato de 3.518 prisioneros de ese campo. “No sé nada al respecto”, dijo Schutz, convertido en el acusado más longevo en rendir cuentas por presuntos crímenes durante el nazismo.

El superviviente judío, afectado por el no reconocimiento del papel del soldado Schutz en el Holocausto, le dedicó unas sentidas y demoledoras palabras al acusado: “No solo me viste, también me escuchaste cantar la canción que me vi obligado a cantar. El nombre de la canción era ‘Erika’. Y así me escuchaste cantar la segunda estrofa una y otra vez mientras pensaba en la hija de un año de mi hermana Peppi, que se llamaba Erika”. Para rematar el testimonio, Farkas espetó: “¡Usted, señor Schütz, se convirtió en un adulto y vivió 100 veces más que Erika!”

Josef Schutz, que entonces contaba con 21 años y que trabajaba como funcionario de la división “Totenkopf” (cabeza de muerto, en español) de las SS, subía a diario a las torres de control del campo para vigilar a los presos del campo de exterminio y es sospechoso de haber disparado contra prisioneros soviéticos y de “ser cómplice de asesinatos con gas” del tipo Zyklon B.

Farkas logró sobrevivir a todas las penurias yfue uno de los mejores gimnastas de la historia del deporte israelí además de atesorar varias medallas y campeonatos. Ha sido la primera persona en testificar en este juicio y supuestamente el primer y único superviviente del campo donde trabajó Schutz durante casi tres años.

Emil Farkas nació en 1929 en Zilina, hoy parte de Eslovaquia, en el seno de una familia judía ortodoxa de clase media. Su padre administraba una zapatería que vendía zapatos ortopédicos y su madre era enfermera. Era el menor de cinco hermanos, tal y como relataenThe Times of Israel Efrain Zuroff, investigador delCentro Simon Wiesenthal y el director de la Oficina de Israel y Asuntos de Europa del Este del Centro.

Sus hermanos Bela y Arpad, su hermana Peppi y su esposo y su pequeña hija fueron deportados a Auschwitz y allí murieron. Farkas estuvo en dos campos de trabajos forzados eslovacos, primero a Novacky y luego a Sered, y de allí en 1943 o 1944 fue enviado a tres campos de concentración alemanes, el primero de ellos en Sachsenhausen, donde, “por pura suerte, su destreza atlética ayudó a salvar su vida”. Todos los días, nevara o lloviera, hacía ejercicios gimnásticos “con una precisión increíble”.

Los guardias de las SS se sorprendieron por sus hábitos y resistencia deportiva así que le enviaron a probar suelas de calzado en unas pistas especiales diseñadas dentro del campo para examinar la resistencia de los materiales que después se usaban en la confección de las botas militares para los soldados alemanes. A los prisioneros como Farkas les hacían marchar todos los días hasta 30 y 40 kilómetros desde las 5 de la mañana, según recuerda Zuroff, un periodista e investigador israelí conocido por su dedicación a la caza de nazis. “Si no fuera por su fuerza física y resistencia, podría haber compartido el destino de otros prisioneros que murieron en el transcurso de estas agotadoras marchas”.

Tiempo después fue deportado al campo de Bergen-Belsen y de ahí al campo de a Dachau, donde fue liberado por soldados estadounidenses y atendido hasta que recuperó la salud con la ayuda especial de un oficial judío del ejército estadounidense.

Zuroff recuerda que testificar en el juicio ha sido muy duro para Farkas, ya que ha tenido que realizar una cronología exhaustiva de los diferentes campos que pisó y de las adversidades a las que tuvo que hacer frente. Zuroff reconoce que escuchar el testimonio de Farkas en hebreo en un tribunal alemán, “leído por el esposo de la nieta de Emil, Doron Ben-Ari, quien tuvo que reemplazar a Emil por razones técnicas, fue una experiencia inolvidable y que extremadamente conmovedora”.