Caos
La otra pandemia: los golpes de Estado regresan con fuerza a África
Mali, Chad, Guinea o Sudán han sufrido golpes de Estado en los últimos meses, países que se encuentran entre los más pobres del mundo
El reciente y triunfante golpe de Estado registrado en Sudán, el segundo en algo más de dos años en el país árabe, confirma el repunte de ‘la otra pandemia’ en el continente africano -que coincide en el tiempo con la del covid-19-: la de los golpes de Estado. En lo que va de año las asonadas se han sucedido en Chad, Mali, Guinea y Sudán confirmando la fragilidad de los procesos de democratización en África en un contexto de crisis sanitaria y económica y deterioro de la seguridad en la franja del Sahel. El preocupante balance es de cuatro golpes de Estado este año en el África subsahariana (con varias tentativas más, entre ellas las dos registradas en Níger y Sudán) y de once en el conjunto del continente si nos remontamos a 2012.
“Mali, Chad, Guinea o Sudán han sufrido golpes de Estado en los últimos meses, países que se encuentran entre los más pobres del mundo, de gran inestabilidad, algunos de ellos Estados fallidos o con gobiernos corruptos. Todos tienen un denominador común: la crisis económica y el descontento popular, marcado también por el terrorismo yihadista, la inmigración o el crimen organizado. No son solo preocupantes estos golpes de Estado en tan poco tiempo, sino el efecto contagio que se puede crear en otros países africanos ante la falta de respuesta internacional”, explica a La Razón la profesora de Relaciones Internacionales y Derecho Internacional Público de la Universidad de Málaga Pilar Rangel.
Sudán
Después de largos meses de protestas contra el régimen de Omar al-Bashir, el dictador -30 años de régimen autocrático- se veía obligado a dejar el poder en abril de 2019. Un acuerdo entre civiles y militares permitió la creación de un Consejo Soberano y un Gobierno mixtos que debería haber pilotado la transición a la democracia hasta la celebración de elecciones libres en 2023. Desde el principio el proceso ha estado marcado por las turbulencias, y este mismo septiembre el Gobierno frustraba una tentativa golpista que acababa con la detención de cuarenta militares.
Pero esta misma semana, en la madrugada del lunes, el presidente del Consejo Soberano, el general Abdel Fattha Burhan no erraría: de un plumazo disolvía las instituciones de la transición, detenía al primer ministro Abdalla Hamdok, suspendía varios artículos de la Constitución y decretaba el estado de emergencia en todo el país.
Las protestas no tardaron en producirse, y desde el mismo lunes miles de sudaneses favorables a la democracia se oponen en las calles de las principales ciudades a la asonada militar. Por su parte, las fuerzas de seguridad no han tenido contemplación a la hora de reprimirlas y ya hay más una decena de fallecidos y casi dos centenares de heridos. Hay un riesgo cierto de escalada de violencia.
Chad
El pasado 20 de abril, un día después de la muerte del dictador Idriss Déby Itno –en el poder desde 1990- en el frente de guerra –liderando una ofensiva militar contra los rebeldes del norte-, su hijo Mahamat Idriss Déby tomaba las riendas del país como presidente del Consejo Militar de Transición. Quien hasta entonces fuera jefe la Guardia Presidencial liquidaba el Gobierno y la Asamblea Nacional prometiendo “elecciones libres y democráticas” en un plazo de 18 meses. Recientemente ha advertido de que el período transitorio podría prolongarse si no se cumplen “ciertas condiciones”.
Mali
Tras varios meses de intensa contestación social, el presidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK) era desalojado del poder por los militares en agosto de 2020. El desalojo de IBK, elegido en 2013, meses después de otro golpe militar, y reelegido en 2018, es celebrado por una gran parte de la sociedad maliense. En octubre se constituye un ejecutivo de transición con la misión de devolver el poder a la sociedad civil en 18 meses.
Pero nueve meses después del golpe que sacó del poder a IBK, los militares volvían a la carga y acaban con una nueva asonada con la administración para la transición. El 24 de mayo pasado, los hombres de uniforme detenían al presidente Bah Ndaw y al primer ministro Moctar Ouane horas antes del anuncio del nuevo ejecutivo. El coronel Assimi Goita, jefe de la junta que lideró el golpe del verano anterior y segundo de Nadaw, se convierte en el presidente interino. Transcurrido más de un año desde la salida de IBK, los malienses siguen aguardando cambios.
Guinea
El penúltimo de los golpes de este sacudido año 2021 se produjo el pasado mes de septiembre en Guinea. El presidente Alpha Condé, 82 años a la sazón y reelegido en octubre de 2020 para un tercer mandato en medio de una fuerte contestación popular, fue detenido por los militares, quienes disolvieron las instituciones, suspendieron la Constitución y decretaron el cierre de fronteras. Al frente de la asonada se encuentra el joven coronel Mamady Doumbouya, que promete devolver el poder a los civiles tras una etapa de transición. El futuro del país de África Occidental es incierto.
“Son muchos factores los que están en el tablero y no es de extrañar que se produjeran nuevos golpes de Estado en otros países africanos, por lo que la situación en el continente podría ser más caótica de lo que ya es y ello ser aprovechado por los grupos terroristas y del crimen organizado”, advierte Rangel. Coincidencia en el tiempo o no, con un Occidente cada vez más reticente y ocupado su vacío por Rusia y China, así como por el yihadismo y el crimen, los golpes de Estado se reproducen en África sin oposición interna ni externa capaz de revertirlos.
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