Desacuerdo con los comunistas

El Gobierno socialista de Portugal, al borde del colapso

Salvo acuerdo de última hora, sus socios de izquierda confirman que votarán en contra de los Presupuestos de 2022

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En el país que mejor se realizó la vacunación covid y más rápido asomaba la recuperación está a punto de desatarse el infierno. Portugal tiene por delante 48 horas decisivas en las que se juega la caída del Gobierno, la disolución del Parlamento y la convocatoria de unas elecciones anticipadas que afectarían incluso a cómo se empezarán a repartir los ansiados fondos europeos para acometer la recuperación.

Todo un drama que se ha desatado este lunes, cuando la última esperanza del Gobierno del socialista António Costa para aprobar los Presupuestos de 2022, el Partido Comunista, le daba oficialmente la espalda. “El Gobierno no respondió a lo que consideramos fundamental”, confirmaba a periodistas el líder comunista, Jerónimo de Sousa, que anunciaba el voto en contra del partido en la decisiva votación del miércoles.

Ese día es ahora la fecha límite de un Ejecutivo que se ha quedado ya sin aliados y busca con desesperación, en un consejo de ministros de emergencia convocado para la noche de este lunes, conseguir que alguien ceda. Último intento para frenar la inexorable cuenta atrás: con el rechazo de los 10 diputados comunistas, el gabinete de Costa sumará un total de 115 votos en contra en una cámara compuesta por 230 escaños.

Si el milagro en el que ya nadie parece creer no se produce, el siguiente paso está más que definido, ha advertido el presidente de Portugal, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, tras conocer la posición comunista. “Voy a ver qué pasa”, ha dicho, pero si el documento no obtiene luz verde, “es la disolución” de la cámara, que le compete acometer a él, como jefe de Estado. Así las cosas, el miércoles se antoja como la línea roja de la segunda legislatura de António Costa, que echó a andar a finales de 2019 y que ha sufrido la pandemia sin acusar caídas en los sondeos.

Para evitar el descarrilamiento, los comunistas piden mayores avances en cuatro ámbitos. Primero, subir más el salario mínimo, que los socialistas proponen incrementar en unos 40 euros y fijarlo en 705 euros a partir del 1 de enero; más dinero para subir pensiones, porque los 10 euros planteados ahora, dicen los comunistas, son poco menos que una broma, más dinero para la sanidad pública y finalmente más ayudas para familias que la gratuidad de las guarderías que por el momento prevé el Gobierno.

El argumento comunista es simple. Si el país ya ha dejado atrás la pandemia, si el Gobierno presume de indicadores covid, por qué no aumentar el gasto social. El Gobierno le respondía en apenas unas horas. “No tenemos la sensación de que toda la crisis haya pasado y que el próximo año vaya a ser normal”, ha dicho el secretario de Estado de Asuntos Parlamentarios, Duarte Cordeiro. En calidad de portavoz del Ejecutivo de un Costa desaparecido de la escena pública, ha insistido en que la voluntad es negociar hasta el miércoles, aunque ha dejado amargos recados a los antiguos amigos de izquierda, con los que han pactado hasta seis presupuestos. “Nunca sentimos un nivel de exigencia tan grande”.

Crisis en la izquierda

Los comunistas no son los únicos socios tradicionales de Costa, que también mantuvo durante su primera legislatura (2015-2019) excelentes relaciones con el marxista Bloco de Esquerda. Los tres colaboraron durante cuatro años en virtud de un acuerdo que dejaba a los socialistas gobernar solos y garantizaba el respaldo de una mayoría de izquierda en el Parlamento.

El experimento se bautizó como “geringonça” (un mecanismo precario que de alguna forma funciona, en portugués) y adquirió fama internacional por los buenos resultados macroeconómicos conseguidos, que sacaban a Portugal de la oscura fase del rescate de la troika, activado en 2011. Era el “milagro portugués”. Pero en 2019 Costa, que venció las elecciones aunque sin mayoría absoluta, decidió volar solo, rechazando firmar cualquier acuerdo. Iría alcanzando pactos puntuales, sostuvo. Hasta ahora.

El Bloco tampoco está contento con las cuentas planteadas, que vuelven a priorizar la reducción del déficit, y quiere un gasto social que le permita mostrarse ante su electorado como un actor útil, al igual que le sucede a los comunistas. Ambos partidos vienen de sufrir una sangría de votos en las elecciones municipales del pasado septiembre, y sienten que los seis años de apoyo a los socialistas les han desgastado. Su alta “exigencia”, en palabras del portavoz del Gobierno, se explica como un deseo de remontar.

El reloj ha empezado a correr en Lisboa. Si el Gobierno cae, dicen en capital portuguesa, nadie en la izquierda “saldrá bien en la foto”, una ventaja que la derecha aún debe demostrar que puede aprovechar. El centroderecha del PSD, la gran alternativa, está preparando elecciones internas para elegir a un nuevo líder. Tendrían que correr.