Crisis de la gasolina
El desabastecimiento de gasolina en Reino Unido acorrala a Boris Johnson
El primer ministro británico pide calma a la población mientras continúan las interminables filas de vehículos en las gasolineras
Boris Johnson andaba bastante desaparecido ante la crisis de combustible que asola a Reino Unido por la falta de transportistas tras el Brexit. Hay un déficit de 100.000 camioneros. Las largas colas ante las gasolineras comenzaron el viernes por la noche, pero no fue hasta ayer cuando el primer ministro concedió una breve entrevista a la BBC para asegurar que la situación “está mejorando”. El 16% de todas las estaciones de servicio ahora están completamente abastecidas, en comparación con el 10% del pasado fin de semana.
El “premier” recalcó que “simpatiza” con las personas que no han podido conseguir combustible, calificando la situación de “frustrante y exasperante”. En todo caso, pidió encarecidamente a la ciudadanía que actuara con normalidad y no fueran a llenar los depósitos si no era estrictamente necesario.
“Solo cuando la gente comience a comportarse como hacía antes las cosas empezarán a mejorar”, matizó.
En la misma línea, el ministro británico de Transporte, Grant Shapps, pronosticó que la crisis irá remitiendo a medida que la población vuelva a sus “hábitos de compra habituales”. “Se ven ahora las primeras y muy tentativas señales de estabilización en las reservas”, añadió.
Pero lo cierto es que la sensación de pánico no ha remitido. Nada más lejos de la realidad. La tensión aumenta por momentos, creando incluso enfrentamientos entre los propios conductores en las largas colas que siguen colapsando el tráfico. Entre las decenas de videos que corrían ayer como la pólvora por las redes sociales había uno que mostraba a un hombre con un cuchillo enfrentándose a un coche que al final termina con la ventana rota.
También hay imágenes en las que se puede ver cómo algunos conductores, tras llenar los depósitos, también rellenar con gasolina botellas de plástico. A fin de evitar los abusos, algunas estaciones han impuesto límites de 35 euros por vehículo. Sin embargo, el presidente de la patronal PRA, Brian Madderson, asegura que el racionamiento conlleva el riesgo de que los usuarios se enfrenten al personal del servicio. “Tan pronto como un camión cisterna llega a una gasolinera, hay personas que informan en las redes sociales que ha llegado más combustible y acuden muchos otros como abejas a un bote de miel”, explicó.
Ante el caos, según denuncia la empresa de servicios de carretera RAC, hay “un pequeño número de minoristas” que se están aprovechando de la situación subiendo los precios de la gasolina, que alcanzó este lunes un máximo de ocho años, en 135,19 peniques el litro (1,52 euros). Pero eso no persuade a los cientos de consumidores capaces de aguantar colas de hasta más de dos horas.
En este sentido, el Gobierno está bajo gran presión para dar prioridad a los trabajadores clave después de que los sindicatos hayan advertido que sanitarios y profesores se están viendo afectados. Algunos de los autobuses que llevan al colegio a niños con necesidades especiales tuvieron que cancelar ayer sus trayectos.
No hay una única causa detrás de la crisis del transporte que azota ahora al país. Y tampoco se trata de un problema aislado. En Alemania y Francia faltan entre 45.000 y 65.000 camioneros. En Polonia, la cifra es de casi 124.000. Por su parte, la pandemia, obligó a cancelar unos 40.000 exámenes previstos para conceder nuevas licencias. Pero el Brexit sí ha sido un punto de inflexión.
Durante los 45 años de pertenencia en el bloque comunitario, Reino Unido se había convertido en más dependiente de la mano de obra inmigrante barata de Europa que casi cualquier otro estado miembro, particularmente en las últimas dos décadas de expansión de la UE hacia el este. Por lo tanto, mientras Francia puede tirar ahora de otras 26 naciones para asegurarse de que no haya escasez de combustible, Reino Unido lo tiene ahora más complicado debido a la nueva ley de inmigración impuesta el pasado mes de enero.
Cortando la entrada de mano de obra barata, Downing Street tenía esperanza en que los salarios y la productividad de los británicos mejorasen. Aunque salarios más altos también significan costos más altos y, por lo tanto, una inflación más alta. La de agosto ya ha escalado hasta el 3,2% frente al 2% de julio, el mayor salto desde que comenzaron los registros en 1997.
El error de Johnson es que ha implantado el nuevo sistema migratorio sin pensar aparentemente en cómo reemplazar las fuentes actuales de mano de obra una vez han sido eliminadas. Y eso parece una negligencia extrema.
Ofreciendo ahora 5.000 visados temporales hasta navidades se está tirando piedras sobre su propio tejado. Y tampoco parece que eso vaya a mejorar la situación porque va a ser complicado encontrar camioneros para puestos de tan solo 12 semanas.
El Gobierno no descarta llamar al Ejército para que sean los soldados los que se pongan ahora al frente de camiones cisterna. Aunque tampoco sería la mejor imagen para empezar este fin de semana el congreso anual del Partido Conservador con el que el premier quiere explicar a los suyos los grandes planes para la nueva Global Britain. Al caos en gasolineras se une la crisis de suministro de alimentos en supermercados y la crisis de abastecimiento de gas. Hace menos de dos semanas, con la reestructuración de su Gabinete, Johnson tenía la intención de relanzar la era post Covid. En su lugar, la imagen que está mostrando el Gobierno es la de perder el control.
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