Elecciones
Alemania aguanta el aliento ante el final de la era Merkel
Tras cuatro legislaturas consecutivas, la canciller se retira y no se presenta a las elecciones del 26-S que permanecen abiertas a seis días de las urnas
Corría el año 2005 y en uno de los últimos duelos televisados que mantuvo Angela Merkel con el entonces canciller, el socialdemócrata Gerhard Schröder, la moderadora preguntó si poner a una mujer en la Cancillería no sería más un producto de una coalición de izquierdas. Con una sonrisa, Merkel respondió: “yo soy producto de mis padres”.
La respuesta, recogida ahora por la revista “Der Spiegel”, viene a conjugar el estilo de una mujer que, con su marcha de la arena política, deja un legado que ha marcado un antes y un después en la historia de Alemania. Solo su peinado y la sobriedad en su vestir permanecen inalterables. El resto, visto desde una perspectiva actual, parece casi de otra época y no solo por las sucesivas crisis que han acontecido los cuatro mandatos de la canciller, sino por la percepción de lo que somos y nos rodea. Un punto de inflexión que, desde una perspectiva germana, nace con la llegada de una mujer a la Cancillería pero, ¿qué Alemania se encontró la canciller y qué país deja?
Empezando por el final y aunque su sola presencia dejase intuir a un país más progresista en lo que se refiere a la distribución del poder y a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, lo que es cierto es que en el partido de Merkel, la Unión Cristianodemócrata (CDU), las mujeres solo están representadas con algo menos del 20% en el Bundestag. En el Partido Socialdemócrata (SPD) aunque la proporción es más del doble, Andrea Nahles -la primera mujer que lideró el partido-, apenas aguantó poco más de un año en el cargo. La proporción de mujeres en los parlamentos de la República Federal apenas aumentó desde el fin de la era Kohl, o su presencia en los consejos de administración de la mayoría de las empresas alemanas también es bastante baja, menos del 5%. Merkel tampoco supo rodearse de mujeres, a excepción de la actual presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien fue nombrada por la canciller para su primer gabinete como ministra de la familia y que desde un primer momento contó con su patrocinio.
Merkel fue la canciller de la principal nación industrial de Europa. Un país que ha cambiado y que, a ojos de una mayoría de analistas, se ha modernizado socialmente. Los homosexuales pueden casarse, el servicio militar obligatorio es historia y además, Alemania ha dejado atrás su amargo legado histórico para mostrar una cara amigable durante la crisis de refugiados en 2015 o asegurando el futuro de muchas personas, con sueldos más altos y menor desempleo.
No obstante, y mirado desde otro ángulo, el éxito económico de Merkel no se debe a ella; sino a los frutos cosechados por las políticas de Schröder y a su reforma del mercado laboral. Además, el estatus de campeón mundial de las exportaciones tiene su precio: el número de trabajadores con sueldos bajos en Alemania es uno de los más altos de Europa. Y hay más inconvenientes: Merkel no ha modernizado su país en todas las áreas y con su marcha deja atrás un aparato administrativo excesivamente inflado que cuesta miles de millones a las arcas estatales, junto a una mala digitalización que provoca incluso que en ciertas áreas rurales ni siquiera exista una red de telefonía móvil.
El mercado laboral fue uno de sus mayores logros y en sus sucesivos mandatos consiguió reducir la tasa de desempleo hasta llevarla, durante mucho tiempo, a su nivel más bajo desde la reunificación. Solo la corona enturbió ligeramente este logro, aunque los últimos estudios hablan de una nueva recuperación. Un aprobado alto que sin embargo no se puede anotar en lo que se refiere a la deuda nacional. Como consecuencia de la crisis financiera de 2008, la deuda pública subió a más de 2.000 millones de euros, un nivel récord. Un nivel que se redujo gracias a las políticas llevadas a cabo por el antaño ministro de finanzas, Wolfgang Schäuble, pero que con la llegada de la pandemia y sus paquetes de emergencia volvió a escalar por primera vez desde 2013 y a alcanzar un nuevo récord.
En un aspecto más social, el número de solicitudes de asilo aumentó notablemente en 2011 con el estallido de la guerra civil en Siria y alcanzó su máximo en 2016. Una circunstancia que hundió la popularidad de la canciller y encumbró el ascenso de los partidos populistas o incluso el número de los llamados delitos de odio, en los que se incluyen las ofensas contra personas basadas en características como la nacionalidad, el color de piel, religión u orientación sexual.
Así, en 2015, en el pico de la crisis de refugiados, el número de delitos de odio se duplicó y volvió a aumentar al año siguiente. Según las estadísticas del Ministerio germano de Interior, el fuerte aumento se debió principalmente al aumento de los delitos de extrema derecha. El año pasado, el número de delitos relacionados con las protestas por las restricciones de la corona alcanzó un nivel similar al de 2015 y 2016.
El gasto en defensa federal aumentó de manera constante desde 2015, y el gobierno federal está cerca de alcanzar el objetivo del 2% propuesto por la OTAN. No obstante, y a pesar del aumento del presupuesto, la ministra de Defensa, Kramp-Karrenbauer, advirtió a principios de este año que el ejército alemán sigue teniendo fondos insuficientes.
En Alemania, el gasto en defensa suma el 1,56% del PIB, lejos de otros países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia que ya han cumplido con los dictados de la OTAN. A la contra, y tras la catástrofe en 2011 del reactor en Fukushima, Alemania ha reducido la producción de energía nuclear de forma constante y se prevé eliminar este tipo de energía para el próximo año. Una solución que chocó con los operados de energía que llegaron a demandar al ejecutivo y que obligó a Berlín a desembolsar miles de millones de euros a estas compañías a modo de compensación.
Con todo, la pregunta ahora es: ¿pasará Merkel a la historia como una gran canciller? Su mérito es, sin duda, haber hecho de Alemania un ancla políticamente estable en Europa en un momento de creciente polarización política. Y siempre a través de un comportamiento pragmático y sin pretensiones. Bajo la batuta de Merkel, Alemania se convirtió en una potencia mundial. También se rumorea sobre los pasos que dará más allá de septiembre. Hay poco que esperar. A sus 66 años, Merkel quiere poner fin a su carrera política y como ya dijo en 2019, “no estoy disponible para ningún cargo político, no importa dónde esté, ni siquiera en Europa”.