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Éxodo

Estampida anti-talibán en el aeropuerto de Kabul: varios muertos en una avalancha para coger un avión

Miles de personas desesperadas se agolparon en el aeródromo para escapar del país tras la imposición de un Emirato islámico

El caos y el pánico fueron los protagonistas del primer día en Kabul del nuevo emirato talibán en Afganistán. Desde la tarde del domingo, miles de personas huían al aeropuerto internacional Hamiz Karzai con la esperanza de abandonar el país –al menos siete personas perdieron la vida por fuego de los disparos de dispersión y las estampidas– al tiempo que los fundamentalistas confirmaban la toma del poder en la capital veinte años después de ser derrocados por las fuerzas de la OTAN y el ya ex presidente Ashraf Ghani huía a Tayikistán.

El sobrecogimiento de las escenas vividas en las pistas del aeródromo Hamid Karzai quedará en la retina colectiva como metáfora del experimento estadounidense en el país de Asia Central. Grupos de personas desesperadas se encaramaban a escaleras y aviones, incluidas aeronaves militares estadounidenses en marcha que evacuaban al personal de su Embajada. Un desconcierto que obligaba este lunes a Washington a suspender temporalmente las evacuaciones y a autorizar el envío de un millar más de soldados –hasta los 6.000– para llevarlas a efecto con seguridad. Los vuelos comerciales internacionales quedaron suspendidos.

La autoridad de la aviación civil afgana reconocía haber perdido el control del espacio aéreo del país. «Todo el mundo está preocupado. Por ahora no se han marcado como objetivo a la población civil, pero lo harán. Esa es la realidad. Tal vez dentro de dos o tres semanas, por eso la gente lucha por salir del país ahora», afirmaba un antiguo miembro del Gobierno desde Kabul en declaraciones a Reuters. A diferencia de las escenas de colapso circulatorio en las calles y avenidas de Kabul registradas el domingo, la calma dominaba hoy una capital de más de cuatro millones de almas.

El empeño momentáneo de los fundamentalistas en las primeras horas en el poder ha sido tratar de rebajar la tensión asegurando que no habrá represalias. «Las vidas, las propiedades y el honor de todos serán protegidas por los muyahidines», aseveraba un portavoz talibán. Pero pocos les creen. Los extremistas islámicos establecieron hoy distintos puntos de control en las calles en Kabul.

Asimismo, los portavoces del grupo fundamentalista presumían de tranquilidad dominante en el resto de ciudades del país y avanzaban su voluntad de que el nuevo régimen establezca relaciones internacionales pacíficas y en modo alguno viva aislado del resto de naciones. «La guerra ha terminado», declaraban. Caminos repletos de talibanes armados con rifles, algunos de ellos de fabricación norteamericana, celebraban con tiros al aire su victoria dos décadas después.

Lo cierto es que con un nuevo liderazgo más radical y antioccidental, nada hace indicar que las formas de gobierno y justicia del nuevo emirato vayan a diferir de las que los talibanes impusieron, basadas en la sharía o ley islámica, entre 1996 y 2001. No en vano, desde Naciones Unidas y la inteligencia estadounidense se asegura que desde hace días los talibanes vienen ejecutando a soldados afganos rendidos a los insurgentes a lo largo y ancho del país de Asia Central.

Llamada a la resistencia

Con un Ejército inoperante ante al avance talibán, la única esperanza de resistencia a los insurgentes en las últimas semanas la representaban los señores de la guerra. Pero su incapacidad ha sorprendido tanto como las de las fuerzas armadas estatales.

Dos de los más importantes destacados enemigos históricos de los talibanes, Atta Mohammad Noor y Abdul Rashid Dostum, huían del país rumbo a Uzbekistán el pasado sábado, dejando atrás armamento y vehículos militares, tras la caída de la ciudad de la capital septentrional de Mazar-i-Sharif. Por su parte, el veterano comandante de la resistencia Ismail Khan fue capturado por la insurgencia el pasado jueves en Herat. Según un miembro del consejo provincial, quien fuera uno de los líderes del levantamiento que desencadenó la invasión soviética de 1979 fue entregado a los talibanes tras alcanzarse un acuerdo con los fundamentalistas en la ciudad occidental.

Lo cierto es que los islamistas radicales habían comenzado a forjar acuerdos y pactar rendiciones mucho antes de iniciar su ofensiva esta primavera. Con todo, este lunes Ahmad Massoud, hijo del comandante Ahmed Shah Massoud –héroe de la resistencia antisoviética asesinado por Al Qaeda en 2001–, llamaba a sus compatriotas a la resistencia e invitaba a la comunidad internacional a ayudar al pueblo afgano.

«Mis compañeros de armas y yo vamos a entregar nuestra sangre, junto a todos los afganos libres que rechacen la servidumbre y a quienes llamo a acompañarnos en nuestro bastión de Panshir, última región libre de nuestro país en su agonía», escribía en una carta publicada por varios medios de comunicación franceses.