Guerra en las embajadas
Un nido de espías en las embajadas rusas
El Gobierno de la República de Chequia expulsa a 18 empleados de la legación rusa en Praga acusados de espías
En un momento en el que las tensiones con Rusia se agravan en varios frentes, República Checa aprovechó la reunión de ayer de los ministros de Exteriores de los Veintisiete para explicar al resto de las cancillerías europeas la expulsión de 18 diplomáticos rusos acusados de haber estado espiando al servicio del Kremlin. Según Praga, estos diplomáticos participaron en 2014 en una explosión de un depósito de municiones que estaría siendo utilizado para almacenar armas con las que auxiliar al Ejército ucraniano que entonces estaba luchando contra los separatistas rusos, tras la anexión ilegal de esta península por parte de Moscú. Praga dio este domingo 48 horas para que estos diplomáticos abandonaran el país.
Fruto de esa explosión, murieron dos empleados de una fábrica privada que alquilaba este almacén a una organización militar. El caso tiene más ramificaciones, ya que los dos sospechosos de haber ocasionado estas detonaciones son los rusos Anatoly Chepigas y Alexander Mishkin, dos agentes de inteligencia acusados también de haber envenenado al espía doble Sergei Skripal y su hija en Salisbury (Reino Unido) con Novichok. Se trata del mismo agente nervioso empleado en el caso del disidente Alexei Navalni, una sustancia desarrollada durante los años 70 y 80 en la extinta URSS. Todos los caminos llevan a Vladimir Putin y a las difíciles relaciones entre Bruselas y Moscú.
Tras el encuentro de ayer, el máximo representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, denunció que Rusia ha desplegado 150.000 tropas en la frontera con Ucrania, unos movimientos que incluso superarían a los registrados antes de la anexión de la Península de Crimea. Aunque el político español no quiso desvelar sus fuentes, quiso dejar claro que estamos hablando del «mayor despliegue del Ejército ruso en toda su historia en la frontera de Ucrania» y que estas maniobras militares incluyen «hospitales de campaña y todo tipo de material de guerra», por lo que no pueden tomarse a la ligera.
Durante esta reunión, el ministro de Exteriores ucraniano, Dmitro Kuleba, informó a sus colegas europeos sobre las bajas que está sufriendo su Ejército. La semana pasada Kuleba pidió apoyo a los aliados de la OTAN ante estos movimientos rusos y se entrevistó con el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken. El país está intensificando la presión para que los aliados le abran las puertas de esta organización, pero el organismo militar se resiste ya que teme la posible respuesta airada de Moscú.
«No estamos a salvo de que se produzca un incidente», alertó Borrell, aunque la UE parece más preocupada por conservar la calma que por enseñar los dientes. A pesar de las apelaciones a Moscú para que cese en estos movimientos, los Veintisiete no tomaron ayer ningún tipo de decisión y prefieren seguir guardándose posibles ases en la manga. De momento, la UE no tiene sobre la mesa ni una nueva batería de sanciones ni más expulsiones de diplomáticos.
La ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, también insistió en los llamamientos a Moscú para evitar una escalada de resultados impredecibles. «No deseamos la escalada, no queremos con el vecino ruso y haremos lo posible por evitarlo… pero también seremos firmes con las líneas rojas, como es la integridad de Ucrania», aseguró ayer tras la reunión.
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