Manifestaciones en Rusia
Navalni redobla su desafío a Putin
Miles de detenidos en toda Rusia, entre ellos la esposa del opositor, en una nueva jornada de protestas para exigir su liberación
Las principales ciudades de Rusia amanecieron ayer tan cubiertas de nieve como desiertas, despertando con una sensación de calma tensa ante la incertidumbre por la nueva jornada de protestas anunciada por el bloguero y opositor Alexei Navalni el pasado jueves. Calles cortadas, estaciones de metro cerradas y la totalidad de efectivos, tanto de policías como de antidisturbios en alerta para intentar que las manifestaciones vividas en Rusia el pasado fin de semana no se repitieran con más descontrol que el ya sufrido entonces.
Desde que Navalni aterrizara en Moscú el pasado 17 de enero y fuese inmediatamente encarcelado, acusado de varios delitos de fraude a gran escala y de saltarse los controles periódicos a los que le obligaba una condena que fue suspendida y que ahora va camino de reactivarse, el opositor ruso no ha dejado de llamar a las protestas en todo el país convocando a sus seguidores a través de las redes sociales a una serie de movilizaciones cuyo episodio de ayer parece no ser el último. Este martes tendrá lugar el juicio contra Navalni y la Justicia rusa podría sentenciarlo a 3 años a prisión, por lo que mañana podría haber más movilizaciones.
El pulso entre el opositor y el poder, lejos de apaciguarse, ha ido en aumento con episodios como la publicación por parte de la oficina de Navalni del vídeo de la supuesta nueva residencia del presidente Putin, que ha recibido más de cien millones de visitas desde que fuese colgado hace semana y media. El pasado jueves, Navalni lanzó su órdago convertido en amenaza cuando el juez encargado de su caso denegó su libertad provisional. El opositor propuso a sus acérrimos volver a salir a la calle para pedir su excarcelación y estos lo hicieron ayer en masa. Por ser el país más grande sobre la tierra y disponer de múltiples husos horarios, fueron las ciudades del extremo oriente, especialmente Vladivostok, las primeras en salir a la calle a protestar muy tímidamente. Conforme iba avanzando el día las ciudades occidentales se fueron sumando, más activamente cuanto más grande era su población, siendo San Petersburgo y, especialmente, Moscú las que más se sumaron a la convocatoria y donde se vivieron los momentos más tensos.
La nueva jornada protestas, no tan seguida como la de la semana pasada, ha contado esta vez con decenas de miles de manifestantes y se ha saldado con más de 5.100 detenidos en todo el país (incluida Yulia Navalnaya, esposa del político) y la apertura de cientos de causas penales a los movilizados, al tratarse de una manifestación no autorizada en ninguna de las ciudades donde han tenido lugar.
Desde el Kremlin ya se han anunciado acciones legales y cortes contra los medios y sitios de internet que manipulen y exageren las cifras de participación a la vez que han criticado la convocatoria por llegar en un momento crítico en el que Rusia trata de estabilizar el número de contagios por covid-19 después de haber empezado hace pocas semanas con las vacunaciones masivas.
El Gobierno no ha ocultado su teoría de que Navalni podría tener una importante ayuda desde el exterior. Durante las protestas los manifestantes marcharon de manera pacífica intentando trazar rutas libres de cortes policiales a través de las redes sociales, poco operativas durante la jornada debido a los numerosos cortes de internet. Aun así, se vivieron momentos tensos en ciudades como Moscú o San Petersburgo, donde hubo enfrentamientos con las fuerzas del orden y cargas policiales. Sorprendió la juventud de los manifestantes, siendo en muchos casos adolescentes, y el ambiente festivo de los mismos.
Las tiendas de alimentación tuvieron prohibida la venta de alcohol durante todo el día. Al final de la jornada en Moscú, los convocados pudieron abrirse un hueco entre los cordones policiales y llegar a la cárcel de Matrosskaya Tishina, lugar donde se encuentra recluido Navalni.
A lo largo de la pasada semana, tuvieron lugar numerosos registros policiales en la vivienda y las oficinas del bloguero, arrestando a su hermano Oleg Navalni, a la abogada del Fondo de Lucha Contra la Corrupción, Lubov Sobol y a Anastasia Vasilievna, directora de la Alianza de Médicos, un sindicato independiente muy ligado al opositor y a sus acciones.
Navalni acusa directamente al Kremlin de haber ordenado su envenenamiento el pasado 20 de agosto, cuando al volver a Moscú desde la ciudad siberiana de Tomsk empezó a sentirse mal. Después de entrar en coma fue trasladado en un avión medicalizado enviado por Alemania al hospital berlinés de Charité, donde ha permanecido los últimos meses hasta que volvió a Rusia el pasado 17 de enero, día en que fue detenido en el mismo aeropuerto de Moscú. Según la investigación que ha llevado a Navalni a la cárcel, éste se habría apropiado de 356 millones de rublos (casi 4 millones de euros) de los 588 millones de rublos (6,5 millones de euros) recaudados para la financiación de varias organizaciones como el Fondo de Lucha Contra la Corrupción, dirigido por el propio Navalni.
En medio de esta tensa situación, la llegada del jefe de la diplomacia europea a Moscú, Josep Borrell, en visita oficial sigue fijada para el próximo 4 de febrero. Según la oficina de Exteriores europea, «durante la visita, Borrell tendrá reuniones con representantes de organizaciones de la sociedad civil rusa», sin saber, de momento, si mantendrá algún encuentro con los aliados de Navalni. Ayer, Borrell deploró «las detenciones y el uso desproporcionado de la fuerza empleado contra manifestantes pacíficos y periodistas».
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