Análisis

El espíritu de Múnich

Yann Lalande, director del modesto de “Le Journal Saint Denis”, cesó después de que su redacción protestase por un texto contra la barbarie islamista

Ilustración sobre Macrón y sus críticas a la prensa americana por el terrorismo y el racismo en Francia.
Ilustración sobre Macrón y sus críticas a la prensa americana por el terrorismo y el racismo en Francia.OleaLa Razón

Yann Lalande el director de «Le Journal Saint Denis», un modesto diario gratuito del extrarradio de París, renunció el pasado 12 de noviembre a su cargo tras denunciar una «censura interna» respecto a la cuestión islamista. Los hechos ocurrieron de la siguiente manera. Yann Lalande regresó el 28 de octubre de unas vacaciones. El 16 se había producido la traumática decapitación del profesor Samuel Paty. El director se sorprendió por el modo en el que la redacción había tratado el brutal atentado yihadista. Propuso retomar el ataque en un editorial que quería titular: «El espíritu de Múnich». En el editorial calificaba al islamismo radical como «un proyecto fascista» pero reconocía que «en su gran mayoría los musulmanes de Saint Denis y otros lugares practican la religión bajo el respeto a las leyes».

Pese a esta ponderación, uno de sus redactores se levantó y le reprochó que no se hiciera mención en el editorial al problema de la «islamofobia». «Tengo la impresión –le dijo según revela ’'Le Figaro’'– de escuchar a un belicista que pide venganza en nombre de la República». La polémica no termina aquí. Al día siguiente el director leyó un reportaje –también en «Le Figaro»– sobre un comerciante que estaba recibiendo amenazas de muerte por haber colgado en las paredes de su establecimiento los dibujos de las caricaturas de Mahoma publicadas por Charlie Hebdo.

Al ponerse en contacto con el comerciante amenazado, Yann Lalande descubrió que uno de sus redactores había hablado previamente con él y estaba al corriente de su delicada situación pero se había guardado la historia en el cajón. En su despedida de la redacción –dejará el cargo este diciembre–, el director lamentó «la profunda discrepancia [que mantenía con sus periodistas] en la percepción de la sociedad francesa».

Yann Lalande denunció que «la paradoja de ’'Le Journal Saint Denis’' es que en determinados asuntos la censura no viene del exterior sino del interior. Es el trabajo de esta izquierda que dedica su tiempo a decidir qué no hacer o qué no decir en lugar de actuar». No es la primera vez que el islam radical se convierte en un tabú en las sociedades abiertas. La escritora de origen somalí Ayaan Hirsi Alí es un ejemplo del altísimo coste que supone librar la batalla contra el fundamentalismo islamista.

Hirsi Ali tuvo que marcharse de Holanda en 2004 tras encontrarse una nota en el pecho del cineasta Theo Van Gogh, asesinado por el yihadista Mohammed Bouyeri en las calles de Ámsterdam, que decía que la próxima sería ella. Hirsi Ali había escrito el guión del cortometraje «Sumisión» de Van Gogh contra el islam político.

En lugar de protección, Hirsi Ali se encontró con un muro de desprecio y repudio. La entonces ministra del Interior holandesa le amenazó con retirarle la nacionalidad y sus vecinos le pidieron que se cambiase de casa para no poner en peligro sus vidas. La escritora e intelectual somalí se marchó a Estados Unidos. Hirsi Ali fichó por el «think tank» American Enterprise Institute y da clases en Harvard. Vive bajo protección policial con su marido, el historiador escocés Niall Ferguson y su hijo Thomas.

Blasfemia

Esta semana, «Le Monde» ha publicado la cadena de emails que inicia la directora del colegio del Bois-d’Aulne el 9 de octubre a raíz del revuelo causado por la exhibición de las caricaturas de Mahoma en la clase de Samuel Paty. Dos miembros del claustro de profesores muestran su malestar por la iniciativa de su compañero. Uno le reprocha haber dado «argumentos a los terroristas» y otro que haya puesto «a la comunidad educativa en peligro». Samuel Paty interviene para defenderse. Asegura en un correo que se ha disculpado ante una madre que se sintió ofendida e incluso acepta que quizás cometió una torpeza.

Se dice «angustiado» por el curso que están tomando los acontecimientos. Samuel Paty recuerda a sus compañeros que «no hay delito de blasfemia porque la República es laica». Aún así traslada su intención de abandonar la materia. «No seguiré con las caricaturas», concluye. No sirvió de nada. El último email de la cadena es de la directora del 16 de octubre, en cuyo asunto se puede leer: «Terrible noticia».

Autocensura

Volviendo al principio del análisis resulta preocupante que Yann Lalande quisiera denunciar los peligros del totalitarismo islamista a los que se enfrenta la sociedad francesa actual, como en su día ocurrió con el fascismo, y las críticas surgieran de su propia redacción. No existe peor mal para el periodismo que la censura ejercida por aquellos que deben ser garantes de la libertad de información y dejan de ejercer su profesión con un espíritu crítico. Esconder las coacciones de la furia islamista para «no molestar» a esos grupúsculos violentos no contribuye a construir una sociedad libre.

Hay quienes se preguntan si se debe poner límites a libertad de expresión, pero hay que recordar que ya existen. En las democracias las líneas rojas las fija la ley. Frente a quienes exigen un cambio de las leyes, me pregunto por qué hay que ceder ante una interpretación del islam que es capaz de empuñar un arma contra quienes piensan o actúan distinto. El objetivo último de los radicales es implantar la sharia [ley islámica] en nuestras sociedades. No deberíamos dar pasos atrás. El presidente francés Emmanuel Macron en una entrevista reciente en «Le Grand Continent» ha advertido que «no voy a cambiar mi derecho porque ofende a otro». «Quiero que todos los ciudadanos puedan practicar su culto» –asegura Macron– pero «somos un país en el que los derechos de las República deben ser respetados». Alto y claro.