Hong Kong
Hong Kong sufre los primeros arrestos bajo la nueva ley china
Los hongkoneses desafían a Pekín y salen a la calle para protestar por la pérdida de libertades. De los casi 400 detenidos, una fue por llevar banderas de EE UU y Reino Unido
El martes de madrugada numerosos hongkoneses trataban de borrar su rastro de las redes sociales. Otros se lamentaban con mensajes que describían aquella noche como la más oscura de la historia de la ciudad. Y los más osados desafiaban la recién promulgada ley de seguridad nacional advirtiendo de que no se iban a quedar callados en casa. Dicho y hecho.
Hong Kong no se iba a rendir tan fácilmente y, como todos los 1 de julio y pese a la prohibición de la marcha este año, miles de ciudadanos se manifestaron ayer por las calles de la ciudad en protesta por la entrada en vigor de una norma que ya ha cosechado sus primeros arrestos.
La Policía de la ciudad informó a última hora de ayer de que, tras una larga jornada en la que hubo numerosos enfrentamientos entre los agentes y los antigubernamentales, había detenido a unas 370 personas, de las que al menos 10 habían violado presuntamente la nueva normativa.
En el 23º aniversario de la vuelta de la ex colonia británica a manos chinas, la presencia de 4.000 uniformados en las vías principales de la ciudad no amedrentó a los hongkoneses, que tuvieron que correr delante del cañón de agua y escapar de los gases lacrimógenos al tiempo que provocaban a la policía destrozando y quemando parte del mobiliario urbano.
La recién estrenada ley, que criminaliza los actos de secesión, subversión, terrorismo y colusión con fuerzas externas, se cobró su primera víctima con el arresto de un ciudadano que desplegó una bandera en la que se podía leer “Independencia de Hong Kong”. El gesto, que durante el último año se ha repetido en numerosas ocasiones, encajaba a la perfección con los delitos tipificados por una normativa que pretende castigar cualquier amenaza a la soberanía china.
Para el abogado Antony Dapiran, “parece específicamente diseñada para castigar muchas de las actividades que se llevaron a cabo durante las protestas del año pasado, tanto por manifestantes radicales como por los moderados”.
El texto, que incluye penas por los citados delitos de hasta cadena perpetua, establece la creación de una oficina en territorio hongkonés con agentes comunistas que no estarían supervisados por las autoridades locales. Asimismo, incluye tres posibles situaciones en las que Pekín podría hacerse cargo del juicio: casos “muy graves”, de interferencia extranjera o con “amenazas serias y realistas”; y otros escenarios en los que incluso se podría extraditar a sospechosos a la parte continental. Además, pese a que la norma no tiene carácter retroactivo, los expertos la observan con cautela, ya que sus consecuencias dependerán de la interpretación e implementación que se haga del texto.
Con este panorama tan poco halagüeño, son muchos también los que están reculando. Grupos como Amnistía Internacional han preparado planes de contingencia en caso de tener que abandonar la ciudad, y algunos escritores han solicitado que se retiren ciertos artículos de una página web por miedo a que se puedan usar en su contra.
La ley ha extendido el miedo y, aunque desde Pekín insisten en que ayudará a recuperar la armonía de una ciudad cuya sociedad ha quedado dividida tras un año repleto de protestas contra los gobiernos local y central, ha venido para quedarse. Mientras varios partidos políticos ya han anunciado su disolución y otros tratan de poner tierra de por medio, a la vista está que la ley no va a dejar de lado los altercados violentos.
Ayer, además de los detenidos, la policía informó de que hubo siete agentes heridos, uno de ellos acuchillado en el hombro y otros tres arrollados por una motocicleta.
Sin embargo, la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, solo tuvo buenas palabras para la norma durante la tradicional ceremonia de izado de la bandera. Allí, aseguró que la nueva ley era “necesaria y oportuna” para recuperar la estabilidad y apuntó que con ella se volverá a “ver el arcoiris tras la tormenta”. Por su parte, el subdirector de la Oficina de Asuntos para Hong Kong y Macao, Zhang Xiaoming, insistió en que la ley es un asunto interno y ningún gobierno extranjero tiene derecho a interferir. “Nadie sabe mejor que nosotros cómo apreciar el principio de “un país, dos sistemas”, aseveró.
Todo lo contrario de lo que piensan sus opositores, que ven la nueva legislación agregada a la Ley Básica – la mini constitución de la ciudad-, como una herramienta que acabará con los derechos y libertades de los que hasta ahora habían gozado. Algo que también parecen opinar otros gobiernos occidentales como el británico, que tachó la norma de “clara y seria” violación de la Declaración Conjunta Chino-Británica de 1984 y adelantó el proceso para que los hongkoneses con pasaporte británico de ultramar que lo deseen logren establecerse en su territorio.
Con este escenario, ahora queda por ver cómo la nueva ley encaja en una ciudad que hasta ahora no había tenido pelos en la lengua. Mientras el presidente del Partido Demócrata, Wu Chi-wai, instó a los hongkoneses a no renunciar a la resistencia y evitar que Pekín cumpla con su deseo de silenciar a los disidentes, otros como la legisladora Claudia Mo adoptaban un tono más moderado. “Si ganamos más de 35 escaños (una mayoría en las elecciones del Consejo Legislativo de septiembre), todos podemos sentarnos y negociar a un ritmo más moderado”, apuntó.
“Tengo miedo de ir a la cárcel, pero hoy tenía que salir por justicia. Tengo que levantarme”, indicó a Reuters uno de los manifestantes, Seth, de 35 años.
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