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La UE de Von der Leyen pide paso

El Parlamento Europeo da luz verde hoy a la nueva Comisión La política alemana tomará el timón de una Unión debilitada por el enfriamiento del eje franco-alemán y la dificultad de consumar el Brexit. El clima, una Defensa reforzada y la reforma del sistema de asilo serán sus prioridades

La presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen sonríe a su llegada al Parlamento Europeo. AP Photo/Jean-Francois Badias Jean-Francois BadiasAP

El Colegio de Comisarios en pleno se someterá hoy al voto de la Eurocámara. El propósito es que la alemana Ursula von der Leyen coja el testigo de Jean Claude Juncker el próximo 1 de diciembre. Un cambio de guardia en tiempos especialmente turbulentos. Cuando el luxemburgués ocupó su despacho del edificio Berlaymont en la capital comunitaria, bautizó esta legislatura que termina como la de la «última oportunidad». El panorama no era demasiado halagüeño: las heridas de la gran depresión, con su ejército de parados y precariedad, aún estaban muy abiertas y se había puesto en cuestión la irreversibilidad del euro, un proyecto angular dentro del proceso de integración comunitaria.

Cinco años después, el horizonte se presenta algo más despejado a pesar de los temores de una nueva recesión global. Según recalca el «think tank» Bruegel, en este último quinquenio el crecimiento ha rondado el 2% , el desempleo ha bajado hasta el 8% y la deuda se aproxima al 80%, según la media comunitaria. Pero llega la segunda parte: «Sin embargo, el paisaje global se ha desplazado de manera dramática. Un mundo G-2 , caracterizado por una profunda confrontación entre Estados Unidos y China, se ha convertido en una realidad. Hace cinco años, no era tan obvio hasta qué punto se habían deteriorado las relaciones chino-estadounidenses y no estaba claro que la UE tuviera que definir claramente su propio sistema», asegura el documento elaborado por los investigadores María Demertzis, André Sapir y Guntram Wolff.

Podríamos definir estos dos años como los de la pérdida de la ingenuidad sobre el papel europeo en el tablero político internacional, tras la sacudida que también ha supuesto la llegada de Donald Trump al Despacho Oval. El club comunitario es consciente de que si no reacciona, su voz puede verse ahogada, y esto puede suponer el fin del modelo de vida europeo tal y como lo conocemos. Estos cinco próximos años se convierten en la encrucijada para que la UE puje por su propia soberanía y hable de tú a tú a las grandes potencias.

El análisis está claro. Von der Leyen ha bautizado su propia Comisión como «geopolítica» y el máximo representante de la diplomacia comunitaria, el español, Josep Borrell, ha realizado un alegato para que la UE hable el «lenguaje del poder». Ya no vale tan solo con el «soft power» (poder blando), también hay que apostar por el «hard» (duro).

La labor es ingente en ámbitos que van desde el libre comercio, el cambio climático, una política común de Defensa ante la debilidad del vínculo con Washington y el salto tecnológico necesario para no depender de otras potencias en el desarrollo de sectores estratégicos como las redes G5 de alta velocidad, la gestión de los datos o el coche eléctrico. ¿Tendrá von der Leyen el apoyo del engranaje europeo para esta labor hercúlea? Por el momento, se encuentra con un hemiciclo fragmentado en el que por primera vez populares y socialistas no alcanzan la mitad de los votos –el comienzo de la legislatura se ha retrasado un mes debido al papel del Parlamento Europeo– y unos Estados ensimismados en sus propios problemas, con algunas excepciones.

En Alemania, Von der Leyen se encuentra con una Angela Merkel en retirada mientras su sucesora natural, la actual ministra de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, es cuestionada por su propio partido. La que ha sido ancla de estabilidad en la última década dice adiós y con esta despedida salen a la luz numerosos interrogantes. Enfrente, Emmanuelle Macron, un joven y ambicioso presidente francés con ímpetu reformador, capacidad de análisis y vocación de pepito grillo. Pero está muy «tocado» en su propio país tras las protestas sociales y cuyo estilo choca con la canciller alemana, poco dada a los discursos grandilocuentes y a las palabras proféticas.

Hasta ahora, los éxitos de Macron en la esfera europea han sido escasos y no ha sabido tejer las alianzas suficientes. La impresión es que se está quedando solo. Como ejemplo, la respuesta que han suscitado sus palabras sobre la «muerte cerebral» de la OTAN y la necesidad de que la Alianza sea reemplazada por una auténtica política común de defensa. Puede que su discurso sea un revulsivo necesario para afrontar el debate, pero no todo el mundo quiere oírlo. «Admitamos que el presidente francés no es un superhéroe europeo, pero tampoco un villano», puntualiza en su blog la analista de Friends of Europe Shada Islam, a la vez que pide a la UE que «dé la bienvenida a un raro animal político, uno que puede pensar».

En la ecuación no podemos olvidar la retirada de Reino Unido tras la previsible consumación del Brexit –un hueco que Francia parece deseosa en llenar, sobre todo en la esfera de política exterior y de defensa– y las necesarias negociaciones de un nuevo marco de relaciones entre Londres y Bruselas que marcará el equilibrio de poderes global.

Como actores secundarios y silentes, países sumidos en la inestabilidad política como Italia y España, que en los últimos años parecen incapaces de aportar ideas al proyecto de integración europeo a pesar de su peso demográfico y económico. En la tercera pata, los levantiscos países del Este parecen seguir persiguiendo una Unión a la carta, solo para lo bueno y no para lo malo. La necesaria reforma del sistema de asilo y la lucha contra el cambio climático serán dos de sus prioridades. En la lista de desafíos está la deriva autocrática de Polonia y Hungría. El 1 de diciembre, Von der Leyen afronta el reto más peliagudo de su vida política.