Artistas
Mamma mia
Autor: Giuseppe Montesano. Traducción: Jordi Galcerán. Director: Enrico Ianniello, Tony Laudadio, Andrea Renzi y Luciano Saltarelli. Reparto: E. Ianniello, T. Laudadio, L. Saltarelli y Pau Miró. Teatro María Guerrero. Madrid. El Nápoles del que procede la compañía Teatro Uniti, tiene poco que ver, me temo, con aquella ciudad depauperada pero llena de encanto a la que jaleaba Renato Carosone en los 50 y 60, y más con la triste postal de basurero mafioso o con la Europa adormecida y unificada por las versiones locales de «OT» y «Gran Hermano». Lo bueno es que la suma de la Italia de Berlusconi, el Primer Mundo consumista y la especulación pre-crisis mundial ofrece un caldo de cultivo ideal para la comedia. «Magic People Show» nació en las columnas periodísticas de Giuseppe Montesano, fue después lectura dramatizada, y acabó en las tablas de un teatro, ahora las de la cercana y recogida sala pequeña del María Guerrero. Heredera de Dario Fo, aunque más en lo formal que en lo temático, la propuesta bufa y desinhibida de Uniti es un derroche de talento: hace política sin ser política, escribe una tesis sociocultural (negrísima) sin ser pedante, lamenta la instauración de un nuevo régimen (el del cerebro plano, el consumismo y la ausencia de valores) sin hacerse cruces.bestiario del XXIEnrico Ianniello, Tony Laudadio y Luciano Saltarelli, tres excelentes cómicos italianos, codirigen esta sucesión de «skteches» junto a Andrea Renzi y la coprotagonizan sin salirse de su esmoquin (un par de gorras y unas gafas de sol sirven para retratar a una Italia sumida en la oscuridad, hermosa metáfora) junto al español Pau Miró, también muy divertido. Aunque hay que reconocer que el toque «italiano» (¿será el cinismo que confiere el estar de vuelta de todo como país?) aporta algo más a la composición neocostumbrista de un bestiario urbano del XXI: abogados corruptos, «curritos» arrastrados por sus familias a vacaciones estresantes que añoran la paella y la limonada de antaño, hinchas de fútbol en paro perpetuo, padres acusados de egoísmo por su prole por no querer privarse de comer para comprarles un «plasma» más grande («¿Eso es lo que somos para ti, extracomunitarios?», le espetan indignados), nuevos ricos –impagables Lallo y Gegé– que sueñan con alquilar el Parlamento para casarse y con entierros faraónicos junto a su servidumbre (eso sí, que no sean inmigrantes)... Un puñado de retratos en estado de gracia, esperpentos contemporáneos que el público celebra con risas constantes. No vendría mal más teatro de esta escuela. Porque es necesario pero, sobre todo, porque es muy divertido.
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