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Congreso Extraordinario del PSOE

Una derrotada entre gritos de «presidenta presidenta»

Lágrimas entre los que le apoyaban y gritos de «presidenta, presidenta». Así llegó Trinidad Jiménez al hotel donde se encontraban sus colaboradores. Sabía desde hacía pocos minutos que su carrera por Madrid se había esfumado. Llegaba con un semblante serio, su cara lo decía todo, pero flanqueada por Pedro Zerolo y David Lucas. Así entraba en su «cuartel general».

La candidata a representar al PSOE en las elecciones a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Trinidad Jiménez, deposita su voto en la agrupación socialista de Moncloa larazon

Ya había felicitado a Tomás Goméz a través de Twitter «Gracias a todas y todos los compañeros, por vuestro trabajo y apoyo. Enhorabuena al ganador. Y a partir de mañana a ganar Madrid». Dentro la esperaban sus más fieles. Rafael Simancas, Jaime Lissavetzky y muchos compañeros querían arroparla en este amargo trago. «Desde hoy Tomás Gómez es mi candidato». Una actitud de buena perdedora que contrarrestaba con los ojos enrojecidos y caras tristes de sus más allegados. Trinidad Jiménez se vio envuelta en esta carrera de primarias cuando Tomás Gómez no quiso aceptar que le moviesen de su silla desde Ferraz. Siempre sonriente y con talante, la ministra de Sanidad, conocía el terreno en el que movía. No en vano, ya había participado en procesos electorales en la región. Antes, de enfrentarse en clave interna a Gómez, le echó un pulso en las urnas a Alberto Ruiz-Gallardón.

De ahí pasó a «un cargo a su medida» como secretaria de Estado en Iberoamérica y de ahí, a la mesa del Consejo de Ministros de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero. Fue él, quien la eligió para intentar romper la tendencia «popular» en la Comunidad de Madrid, y por tanto, la candidata oficial.

A su rival le ganaba en popularidad, una cuestión que se recalcaba siempre desde su candidatura. Era la única que podía hacerle sombra a Aguirre según las encuestas internas del PSOE.

Era, sobre todo, el de Zapatero que lanzó a «Trini» como órdago al PSM.
La plataforma de apoyo a la ministra ha trabajado durante toda la campaña en clave autonómica. «Hay que pensar en los madrileños no en la organización», decían. Plantearon toda su estrategia como una carrera por el despacho de la presidencia de la Comunidad de Madrid, pensaban en la Puerta del Sol pero la militancia se ha puesto del lado del que se presentó como «candidato de las bases».

Por ello, no quiso enfrentarse en un debate con Tomás Gómez. Si tenía que dialogar, lo haría con Aguirre, no entre compañeros. De su lado tuvo no sólo al presidente del Gobierno, sino a pesos pesados del partido como son Manuel Chaves, Alfredo Pérez Rubalcaba y el propio José Blanco.
Claro que ese carácter oficial quizá fuese el responsable de su desliz final. Al fin y al cabo, son muchos los socialistas descontentos con la gestión de Zapatero y ella representaba mejor que nadie ese «punching ball» en el que saldar cuentas con «el jefe». Ahora, su futuro es incierto. Sigue siendo ministra de Sanidad, pero quizá el electorado y la ciudadanía no entenderían que continuase en la cartera. Lo que está claro es que se ha llevado un varapalo.

Jiménez siguió todo el recuento de votos desde el hotel Meliá Princesa. Allí, arropada por todo su equipo, la ministra fue recibiendo con cuentagotas los datos que salían de las agrupaciones. La batalla estuvo muy reñida. La balanza sólo se venció del lado del secretario general en el último momento. El optimismo no se perdió entre los miembros de su plataforma hasta el último minuto.

Anoche un miembro de la candidatura de la ministra hacía su lectura de lo ocurrido. Reconocen que la titular de Sanidad ha podido ser la víctima que se ha cobrado la federación socialista madrileña cansada quizá del intervencionismo de los miembros del aparato federal. "Hay que respetar la decisión de la militancia y trabajar ahora de cara a la lucha por Sol", decían con resignación