Cataluña

«Cuanto más tapada esté la mujer mejor»

El Ayuntamiento de Lérida ha encargado un informe jurídico para determinar la viabilidad de prohibir el burka.

Dos mujeres musulmanas pasean por el centro de Lérida
Dos mujeres musulmanas pasean por el centro de Léridalarazon

Mientras en un segundo piso retumba el estruendo de una batería y el vecino de abajo hace tatuajes a una adolescente, en la tercera planta de un viejo edificio una treintena de musulmanes rezan en uno de los dos oratorios islámicos que hay en Lérida. «Cuanto más tapada esté la mujer, mejor». Así piensa Elemneould Zekeria, un joven de Mauritania que se dirige a realizar su plegaria. «El burka sirve para proteger a la mujer, para que los hombres no la miren y para que ella no mire a otros hombres», afirma ante el debate que se ha abierto en Lérida tras las declaraciones de su alcalde en contra del burka y la moción presentada por CiU para prohibir esta vestimenta en la vía pública.Discursos que se enfrentan a la igualdad de género fundamentados en El Corán son los que trasmiten algunos musulmanes que acuden a las mezquitas ilerdenses. «Mi esposa sólo se tapa el pelo con el hijab, pero no me parece mal que algunas mujeres lleven el burka o el nicab», dice Lamnouar Berrabhi, que espera sentado en la escalera. «Es mejor que la mujer no trabaje, porque si trabaja se le va la fuerza. Ellas deben estar en casa», opina este padre de familia musulmana que lleva diez años en Cataluña, y que con asombro y cierto desprecio mira el trabajo de una periodista. «Infieles»Así piensan algunos de los seguidores del oratorio más liberal e integrador que hay en Lérida. Los que acuden al otro oratorio, situado en la calle del Nord, liderado por el imán Addulahab y su mano derecha, Hauzi, son transeúntes totalmente inaccesibles que directamente ignoran a todo aquel que, al no seguir su religión, es tratado como «un infiel».En la capital del Sagrià el 21 por ciento de sus habitantes son inmigrantes. «Los magrebíes representan más o menos el 5 por ciento de la población, por lo que habría unos 7.000», explica su alcalde, Ángel Ros (PSC), quien ha pedido un informe jurídico para valorar la propuesta de CiU. En la provincia de Lérida hay unas 6.000 mujeres magrebíes, número que se ha multiplicado por cinco en la última década. De éstas la mayoría usa el hijab que sólo cubre el pelo, otras el nicab, que deja sólo los ojos destapados, y una decena el burka. Mientras los políticos debatirán este viernes en el Pleno del Ayuntamiento prohibir el burka por motivos de igualdad de género y seguridad, en la calle la tensión crece entre autóctonos, inmigrantes y dentro del mismo colectivo musulmán, donde se dividen las opiniones.«Yo soy musulmana de toda la vida y no lo comparto para nada», opina una joven marroquí que pasea por la calle del Nord y viste un ceñido vestido blanco. «Aquí hay mucho "chanchullo", al imán de esta mezquita le están encubriendo. Tiene dos esposas, una de aquí y otra de fuera, vive entre Lérida y Arabia Saudí y recauda dinero que se dice que lo manda a Irak para luchar en la guerra», rumorea la jovenzuela. «El ambiente es muy tenso», añade. Delante de este oratorio, que por sus dos grandes puertas grises metálicas parece un garaje cerrado, se encuentran varios establecimientos comerciales de musulmanes. «Cada uno tiene su religión y se debe respetar», comenta Abdul Bahamo fuera de su carnicería. «Que cada uno piense y haga lo que quiera», añade Mohamed, dependiente de la tienda de móviles. «El imán es muy bueno y no hay problemas», considera otro.En la acera de enfrente un vecino autóctono entra a su domicilio. «El burka a tomar viento, el pañuelo es otra cosa», afirma Pedro. «Aparte del colapso de los viernes cuando se llena esta calle de gente y no se puede ni pasar, nunca he tenido problemas con inmigrantes. Si queremos que nos respeten debemos respetar su cultura, pero lo del burka no me gusta nada», añade otro vecino. «El ambiente está cargado. Si están aquí que se adapten a nosotros», dice Carme. «Las mujeres que llevan burka no hablan, no saludan ni nada», comenta Mohçin, un peluquero, mientras peina a una joven marroquí. «El país de los enemigos»Son las seis y cuarto de la tarde y la enorme puerta de garaje está ahora levantada junto a un centenar de zapatos abandonado por el bien de la fe. «Dentro se hacen prédicas de que no se mezclen con los infieles (los occidentales) y dicen que España es el país de los enemigos», explica el presidente de la asociación Atlas, Oman Chará. «Los salafistas-ouabistas están relacionados con la base de Al Qaida y el imán pide dinero que no se sabe dónde está», advierte Chará, que desde hace 22 años vive en Lérida. «El islam es una religión pacífica y de convivencia, pero esta corriente extremista en vez de unir lo que hace es separar, crispar y crear problemas», asegura Chará, que desde su asociación lucha por la integración. Por ello, hoy unas 140 asociaciones de musulmanes se reunen para tratar este tema.La asociación Antinea da voz a las magrebíes que luchan por la igualdad de la mujer islámica. Su representante, Soraya Sough, celebra la actitud del político convergente, Isidre Gavin, impulsor de la moción. Según Sough las niñas se ponen el burka o el nicab, ya que «no tienen otra referencia». «Muchos musulmanes se llevan a sus hijas a los países de origen para que vean que las jóvenes llevan velo», dice. También desde el Casal de la Mujer, la regidora Rosa Maria Vall explica que «trabajan y luchan por la igualdad de derechos y oportunidades, por lo que el burka no se puede permitir». A través del servicio de orientación a inmigrantes, «sabemos que mujeres musulmanas están en contra». Durante la primera semana de junio la asamblea municipal de religiones, en la que hay representadas una veintena de creencias, tratará el tema del burka. Y es que, como afirma el alcalde, «la pedagogía y el diálogo son fundamentales».