Acapulco
La de San Blas no sabe dar pésames por Jesús Mariñas
A Chari Gómez Miranda le hubiese encantado vernos a todos en su entorno mortuorio. Además de como despedida, estas reuniones sirven para desahogar un dolor patente y por eso estábamos ahí.
Su velatorio se convirtió en un plató in memorian de la inolvidable Doña Adelaida televisiva. Ella fue uno de los «descubrimientos» de la Campos durante su largo reinado matinal en una época en la que lo mismo promocionó a Rociíto que tuteló Lara Dibildos.
María Teresa siempre tuvo olfato para promocionar hijas de mamá, empezando por la suya, que no se perdió el adiós inefable de Chari. También acudieron Lequio y Mercedes Milá, de quien José Manuel Parada no recordaba su amistad con la extinta que tanto nos hizo disfrutar profesional y humanamente. Óscar Cavero fue una de las pocas personas entrañables con la fallecida tras dos años que es mejor olvidar. Evocó un viaje a México en el que nos tomaron por agentes de turismo y cada día nos hacían pernoctar en un hotel diferente. Fueron diecisiete días inolvidables que concluyeron en Yucatán. Todo resultó inefable con Marta Moriarty, Tomás Cuesta, Ullán y Manolo, que componían el grupo de «los cultos» enfrentados a Chari, Antonio Olano y los demás. Una noche en Acapulco casi hubo botellazos porque alguien ofendió a El Yiyo, torero protegido por el maestro gallego que tan amigo fue de Picasso y Dalí.
De vuelta al presente, Javier Cofiño, el peluquero de Enrique Iglesias, recomendó otro peinado a María Teresa, mientras Ana Rosa lanzaba puyas sobre las «rebequitas» de su colega, y Mercedes Milá daba el pésame ante Chelo Montesinos. Belén Rodríguez se deshizo al ver a su ex, Fernando, y fue consolada por Yolanda Purén, un ejemplo de amistad al que no puede unirse Belén Esteban, con quien trabajó durante ocho años. Y mientras Lequio arremetió contra la mal llamada princesa del pueblo, otros censuraron su ausencia. Sigue clamando en su concurrido desierto al grito de: «¡Por mi hija mato!» El contencioso con Jesulín y Campanario es una mina inagotable, aunque en el velatorio lo definían como una cruz. Al parecer, Belén resolvió la condolencia con un breve sms apenas expresivo. Nada como estas situaciones límite para conocer, descubrir y hasta alucinar. Qué distinto compartamiento fue el de Dado, Campos y Quintana.
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