África

Kingston

Bob Marley el profeta del reggae sigue al mando

Muchas veces un mito se crea en los despachos, pero otros artistas, los menos, lo consiguen en vida. Como Bob Marley, que desde que murió nadie ha podido desbancar aún del lugar que ocupa en el olimpo de los dioses musicales. Marley creció en la pobreza que su Jamaica natal conoció entre los 50 y 60.

086NAC16FOT1
086NAC16FOT1larazon

 Aquellos jóvenes, llamados «rude boys», representaban la postura inconformista de una sociedad cansada del colonialismo británico y que seguía regida por una división de clases en la que los negros no tenían derecho alguno. Su padre fue capitán de la Guardia Real Británica y estuvo encargado de custodiar las granjas coloniales de Kingston. Concretamente, fue en Nine Miles donde éste y Cedella Booker, una afroamericana de 18 años, tuvieron a Bob. Poco después, abandonó a su mujer y nunca más volvieron a saber de él. Este hecho, sumado a que su padre era de raza blanca, provocó que Marley defendiera desde muy temprano los derechos de los negros, una postura que se fue extremando hasta convertirse en miembro del movimiento Rastafari.

Consideraba que su pueblo había sido raptado de su Etiopía natal y que pronto volverían a la madre África. A pesar de esta postura radical, Marley fue considerado un estandarte de la paz, mensaje que transmitía continuamente en sus canciones mientras sus compatriotas se mataban en las calles defendiendo a los dos partidos que surgieron en aquella tierra tras la independencia de Gran Bretaña en 1962. Uno de los aspectos de la cultura rastafari que más defendió Marley fue el uso de la marihuana. Consideraba que, al ser un producto de la tierra, no podía ser dañino y menos prohibido.

Contra la indisciplina
Sin embargo, y pesar de esa exaltación de la droga, era una persona muy ordenada en su profesión. Odiaba la indisciplina, la falta de respeto a los demás, y fue muy generoso. Cuenta Chris Blackwell, fundador de Island Records, que cuando llegaba a su casa en Kingston, la gente comenzaba a salir de sus casas para pedirle ayuda. Se pasaba las noches escuchándoles y se calcula que se ocupó de mantener diariamente a unas 4.000 personas. Pero, sobre todo, Marley fue un apasionado de la música.

La entendía como un idioma universal, una forma de que los seres humanos se comunicaran entre ellos más allá de las puras melodías. De joven se empapó de artistas como Curtis Mayfield, Raymond Charles o The Drifters, y poco a poco comenzó a tocar un estilo ska que con el tiempo se convirtió en reggae, y que, junto a Peter Tosch y Bunny Wailer, plasmó gracias a la banda The Wailing Wailers, que pronto se quedaría con el nombre definitivo de Bob Marley and The Wailers.

Fue consolidando su éxito a la vez que se hacía más famoso, siempre imprimiendo de contenido a sus letras, que se transformaron en un espejo de la situación social jamaicana. Grandes éxitos suyos, como «I Shot the Sheriff» o «Is This Love?» reflejan esa inquietud. Marley decidió participar en un concierto contra la violencia en Jamaica, aunque un sector de la población consideró que en realidad era un acto de apoyo a Marley y comenzaron una campaña de acoso. Dos días antes del concierto, unos hombres dispararon contra Marley, su manager y un miembro de la banda.

Recibió un tiro en el codo que no le impidió acudir al concierto. Lo que sí decidió fue exiliarse a Londres, donde compuso el maravillosos «Exodus». A su vuelta a Jamaica consiguió que los dos dirigentes de los partidos, Michael Manley y Edward Seaga, se dieran la mano en el concierto que organizó a favor de la reconciliación social del país. Más tarde viajó a África por primera vez, a Kenia y a Etiopía, cuna espiritual del rastafari y en donde sentía su raíz más primitiva.

Tras tocar en la fiesta de la independencia de Zimbawe y sacar el disco «Survival», lanzó «Uprising» con temas inolvidables como «Could You Be Love?» y «Work». Posteriormente comenzó una gira europea y americana que le llevó a tocar de Dortmund a Milán, Londres, Nueva York... «No Woman no Cry», «Jammin» y «Satisfy my Soul» se convirtieron en himnos.

«Esclavitud mental»
Fue un día jugando al fútbol, deporte del que era un apasionado, cuando, tras golpearse una uña, le detectaron un melanoma en el dedo gordo del pie derecho. Pese a la gravedad, no canceló las galas. Una mañana, mientras hacía footing en Central Park, se desvaneció: un médico certificaba que el cáncer se había extendido a los pulmones y el cerebro. Pero tampoco esta vez anuló las actuaciones en el Madison Square Garden. A su regreso a Jamaica tuvieron que aterrizar en Miami porque su estado se agravó y, finalmente, fallecía el 11 de mayo de 1981.

«Redemption Song» resume mejor que ningún otro tema su actitud ante la vida: «Viejos piratas, sí, ellos me robaron, y me vendieron a barcos mercantes, minutos después me sacaron del agujero más cruel. Pero mis manos se hicieron fuertes, por las manos del Todopoderoso y nos levantamos triunfalmente en esta generación. Emancípate de tu esclavitud mental, nadie puede, excepto nosotros mismos, liberar nuestras mentes, ¿cuánto tiempo más matarán a nuestros profetas mientras nosotros miramos a otro lado? Por qué no ayudas a cantar estas canciones de libertad, porque es todo lo que tengo, canciones redentoras».