Córdoba
Loewe se deja la piel
Suenan los primeros acordes del desfile. Y uno se inquieta, con el miedo de que Elena Anaya se plante con ganas de venganza en la galería de la Escuela de Medicina de París. Pero no. La chica Almodóvar no es una clienta insatisfecha que quiera volcar su ira contra Stuart Vevers. Ni siquiera se deja ver. Pero sí sentir a través del tema principal de la película –obra de Alberto Iglesias– que planeó de fondo durante la presentación de las propuestas Loewe para la primavera-verano de 2012. Claro que entre «la piel que habita» Almodóvar y la segunda piel que diseña Stuart Vevers hay un largo trecho.
Lejos de encerrarse en El Cigarral, donde Antonio Banderas experimentaba con la epidermis, Vevers prefirió pasear por la Alhambra de Granada y la Mezquita de Córdoba. «Todavía no había tenido oportunidad de conocer de primera mano la cultura de Al-Andalus y me quedé impactado», comenta el británico, que se prendó del trabajo en la yesería y los azulejos. Y de sus instantáneas turísticas nacieron los estampados geométricos que empaparon vestidos, faldas, camisas y chaquetas con un pantone sólido –del ocre al oro– que juega con las cenefas que Vevers también toma del matemático y dibujante holandés Maurits Cornelis Escher. Todo trabajado en una seda con presencia que juega a ser una segunda piel. Y todo este viaje nazarí, sin abandonar el ante y la napa, sello de la casa. Se quita peso y abandona cualquier intento por pegarse al cuerpo a través de hombros oversize, siluetas amplias y troquelados que recuerdan a la caligrafía árabe.
Hasta luego, cocodrilo
Hubo que esperar al final del desfile para palpar las piezas más exquisitas, un vestido y una falda en los que la seda evolucionaba hasta convertirse en un encaje de araña con transparencias que sólo se volvía opaco con unas iguanas que salpicaban el diseño. La piel de este reptil gana puntos incluso al cocodrilo en unos bolsos nobukados, un efecto que se logra tras un particular lijado de la pieza. «¡Que bonito!», susurraba Marisa de Borbón, mientras los ojos se le iban hacia el minucioso trabajo de una piel, la de Loewe, que se deja querer y admirar con más tino que aquella que habita Elena Anaya.
Con Miranda, pero sin Orlando
Al ver desfilar a Miranda Kerr, inmediatamente las miradas se fijan en el «front row», no sea que Orlando Bloom se haya dejado caer. En el repaso a la primera fila, el actor no aparece. Pero sí Ángela Molina y su hija Olivia con sus parejas, animadas después de que Olivia perdiera en agosto el hijo que esperaba. «Todo bien, gracias», se limitaron a decir. Junto a ellas, contemplaba el desfile Enrique Loewe, que prepara un taller de elaboración de bolsos de la mano de la Universidad Politécnica, y Laura Ponte, que lanzará en noviembre nueva colección de joyas.
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