Nueva York
Esteban Vicente ocupa su lugar
El Reina Sofía expone su obra junto a la de los expresionistas norteamericanos. La proyección de «La ventana indiscreta» de Hitchcock pone de manifiesto, según Charo Peiró, «la obsesión de la Guerra Fría por el hecho de ser observado y visto
La mirada es fundamental en la teoría del arte del momento hacia mediados y finales de los 50», asegura. La sala que se abre es una de las más impresionantes de la cuarta planta (que ahora expone casi un millar de obras). Nada más traspasar la puerta, un Clifford Still de contener el aliento en azules y naranjas te hace fijar la mirada de frente. A ambos lados dos piezas de Morris Lewis, cuadros de Motherwell, Franz Kline, Sam Francis, Rothko y Esteban Vicente. Guerrero, en la otra pared. «Hemos situado a nuestros artistas en contexto», dice Peiró, a lo que Borja-Villel añade que «no se trata de figuras menores, sino situadas al mismo nivel. Es entender el arte como entidad propia y no discriminar. Vicente tenía que estar en la misma sala que ellos y Guerrero también, unos son españoles y otros norteamericanos, pero todos trabajan en la misma dirección». Esteban Vicente nació en Turégano (Segovia) en 1903 y murió en 2001. Reconoció como maestros a Zurbarán Goya y Velázquez. Compartió apartamento con De Kooning en el Nueva York de los 50 del siglo XX, que le reconoció como un hijo artístico de aquella corriente. Hoy su obra ocupa su sitio en el Reina Sofía, el mismo museo que le abrió las puertas en 1987 para presentar su primera antológica en España. Pero antes de toparnos con Vicente hay un trecho. Es Picasso con «Monumento a los españoles muertos por Francia» (1946-47) el que abre el fuego de esta renovada lectura artística, «una pieza fundamental para arrancar la narración», remarca Peiró. Le sigue una foto espeluznante de Lee Miller sobre la liberación del campo de Dachau muestra el horror de la guerra. La esperanza se ha destruido en Europa y, sobre todo, en Francia.
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