Libros

Libros

Dejad en paz a Arturo

La Razón
La RazónLa Razón

Anda revuelta la red por unas declaraciones de Arturo Pérez-Reverte sobre el felizmente cesado ministro de Asuntos Exteriores. Como la izquierda se la coge con papel de fumar cuando se trata de los suyos, puede disculpar que un alcalde socialista llame «tontos de los cojones» (con perdón) a los votantes del PP, pero no puede tolerar que Pérez-Reverte diga de Moratinos lo que pensamos millones de españoles. Es cierto que los términos utilizados por Pérez-Reverte no han sido precisamente versallescos y yo mismo no los hubiera utilizado. Con todo, también estoy convencido de que lo que ha provocado las iras de la progresía no ha sido el que se diga que Moratinos es un emperador que va en pelota. No. En realidad, Arturo Pérez-Reverte irrita por otras razones. Me atrevería a reducirlas a dos. La primera es que es un escritor de éxito. Sí, ya sé que ahora protestarán airados los críticos que no han ganado un premio literario a pesar de presentarse año tras año y los autores que apenas venden mil ejemplares de sus aburridísimos bodrios, pero Arturo Pérez-Reverte cuenta sus ventas por centenares de miles y eso no se perdona en el seno de una nación que tiene como uno de sus deportes nacionales –quizá incluso antes que el fútbol– la envidia. De una persona a la que el triunfo sonríe en los anaqueles de las librerías hay que hacer leña de quemar con la menor excusa y eso es a lo que se dedican desde hace tiempo no pocos. Pero es que para remate – segunda causa– Pérez-Reverte es una persona de criterio independiente. Se podrá estar o no de acuerdo con sus opiniones – a mi, por regla general, me parecen muy adecuadas– pero lo cierto es que suelen estar caracterizadas por un sentido común y, sobre todo, una libertad que a las mentes sectarias deben causarle erisipelas. ¿Cómo se atreve Arturo –piensan muchos– a poner en solfa a las feministas, a los políticos, a la política de inmigración o a la manera en que se desprecia la Historia patria? ¿Acaso no debía plegarse a la dictadura de lo políticamente correcto escribiendo como escribe para una editorial del progresista Grupo PRISA? Pues no, no debería y no lo hace y, por añadidura, arrasa hasta el punto de que muchos que no son aficionados a sus libros, devoran, sin embargo, con fruición sus columnas. Ése es el doble pecado de Pérez-Reverte: el éxito y la independencia. Con todas las diferencias y matices que se quieran, Arturo Pérez-Reverte pertenece a esa estirpe de gente que triunfa y que no tiene pelos en la lengua; una raza privilegiada en la que cabría colocar, entre otros, a Federico Jiménez Losantos o a Alfonso Ussía, ambos también bestias negras de los necios que han vendido sus almas al demonio de lo políticamente correcto. Ahí está la clave de todo el alboroto y no en que haya acusado al castizo modo a Moratinos de ser un desastroso ministro de Asuntos Exteriores, circunstancia –insisto en ello– que ninguna persona en su sano juicio se atrevería a negar. Por eso, a aquellos que se escandalizan porque otros utilizan la palabra «morritos» u osan decir que Moratinos es un «perfecto mierda», habría que decirles: «En nombre de Pablo Iglesias, gran defensor del atentado individual, dejad en paz a Arturo».