Campaña electoral
«Iupi and Dí»
Se da mucho en lo que se conocía antaño como «alta sociedad» el papanatismo progre
Celebro por costumbre los días de elecciones. De igual manera cuando se advierte la victoria de mi opción que su derrota contundente. Sólo en una ocasión, preferí quedarme en casa. En marzo de 2004 no se celebraron unas elecciones generales libres y soberanas, sino la confirmación de un golpe de Estado que fue consecuencia de una extrañísima y todavía no aclarada masacre terrorista. No se respetó el silencio reflexivo del día previo y Rubalcaba nos advirtió a los españoles que no éramos merecedores de un Gobierno que mentía. Manda narices. De aquel día surgió el desastre que hoy arrastramos. Y es de esperar que los españoles sepamos liberarnos de esa carga cuando se culmine el recuento de votos.
Hoy, día nublado en Madrid, he votado y he celebrado con mi familia y amigos la acción de emitir un voto, una papeleta –en este caso, dos–, que forman parte de la soberanía popular. La democracia tiene muchos defectos y lagunas, pero es el único sistema defendible. Y como libre, mejorable. Escribo a las cinco de la tarde, hora taurina, y creo que va a ganar con holgura el Partido Popular. Me alegra la posibilidad porque mi voto ha sido resuelta y contundentemente favorable a la candidatura de Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno de España. Pero me ha divertido la celebración, porque en una mesa inmediata a la que yo ocupaba, unos conocidos pijos ultramillonarios comentaban que habían votado a «Iupi and Dí». Es decir, a «UpyD». Más o menos.
La tonta, hija de una de las mayores fortunas de Europa –de España, por supuesto–, comentaba que el Partido Popular no «era progresista», como ella. Su abuelo, como tantos otros, financió a Franco en la Guerra Civil, y su fortuna se multiplicó por mil durante la dictadura, mientras otras familias se arruinaban por mantener su dignidad. Se da mucho en España la figura de este tipo de tontas pijas que creen que por votar a «Iupi and Dí», merecen amnistías. Quizá ignoran que la meritoria dirigente de «Iupi and Dí», Rosa Díez, cuando era del PSOE, fue entusiasta Consejera de Turismo en el Gobierno vasco con los nacionalistas.
Esnobismo que concede la falta de preocupaciones y progresismo de salón. De salón enorme y suntuoso de origen mallorquín. Tuve una amiga del alma, una Fierro, que votaba al PSOE mientras su padre le compraba una casa en el Viso para jugar a fotógrafa artística. Una cercana parienta política vota a Izquierda Unida y tiene todo su derecho a hacerlo. Pero que yo sepa, no ha contribuido nada con el proyecto comunista mientras ella vive con sus maravillosas rentas, sus esplendorosas fincas y sus fantásticas obras de arte, todas heredadas, por supuesto. Se da mucho en lo que se conocía antaño como «alta sociedad» el papanatismo progre. Además, que no entiendo esa animadversión hacia un partido político democrático y coherente –dentro de lo que cabe–, que desarrolló en el poder una política socioeconómica admirable.
Rosa Díez, la dirigente de UpyD, «Iupi and Dí» para esta gente tan elegante y ajena a la realidad de las cosas, se empecinó en un proyecto, siendo consejera del Gobierno vasco con los nacionalistas, que todavía me revuelve el estómago. Quiso meter en la cárcel a Antonio Mingote por un dibujo. Así es de demócrata ella.
Le deseo suerte, porque me consta que ha cambiado. Los que nunca cambiarán son los esnobs millonarios del falso progresismo.
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