Berlín
Atletismo / Marta pierde la batalla
La palentina, pundonor hasta la mitad de la prueba, terminó a medio minuto de Zapirova, la campeona
LONDRES- Sin días suficientes de competición, entre carrera y carrera no recuperó quizá los 36 años o aquel proceso y Marta Domínguez perdió la batalla con una marca más dolorosa que ridícula, 9.36. Terminó decimosegunda, lejísimos de la rusa Yuliya Zaripova, 9.06. La nueva campeona olímpica labró la medalla de oro con un trabajo de principio a fin, siempre en cabeza, delante de la tunecina Ghiribi (9.08.37), plata, y la etíope Assefa (9.09), bronce.
Una carrera lenta, en torno a los 9.30, para cubrir los tres kilómetros con las correspondientes barreras, convenía a Marta; una carrera en que se dejaran ir, sin muchas exigencias, si lo permitía la keniana Cheywa (9.07), o si las etíopes Assefa y Ayalew (9.09 ambas) se mostraban caritativas. Suyos fueron los mejores tiempos en la clasificación.
Una carrerra más lenta que la justicia, que se tomó año y pico para declararla inocente, sembrando dudas. Un trasiego por los 3.000, y sus correspondientes obstáculos, sin agitación extraordinaria, para que a su fondo y a su velocidad no les importunaran las trampas. Marta corrió bien la clasificatoria, pero su técnica flaqueó, imprecisa; pensaba antes de saltar, veía el murete y sus zancadas se acortaban, del paso al pasito. Recuperaría así la confianza del tiempo sin competir; desaparecería de una vez por todas, quizá, la incertidumbre que la «operación Galgo» despertó en ella cuando el 9 de diciembre de 2010 vio apostados en su puerta, «¿por qué?», «periodistas antes que a la Guardia Civil».
Marta anhelaba una carrera lenta y dura, que lloviera –chispeó al final– y que el «hombre del tiempo» acertara el pronóstico y una tormenta con rayos y truenos se desencadenara sobre el Estadio Olímpico de Stratford... Mucho pedir. Pero necesitaba más para enterrar recuerdos tan negros como aquella noche de invierno en Palencia. Y las horas en el cuartelillo, los pinchazos telefónicos, los seguimientos, las fotografías comprometedoras o novelescas, y las declaraciones ante la jueza Mercedes Pérez Barrios, hasta que más de un año después la liberó de acusaciones como el trapicheo, el suministro de sustancias dopantes o el blanqueo de dinero. Es inocente, dijo, y anuló las escuchas telefónicas; pero dejó escrito en la sentencia liberadora que era «reprochable una infracción tributaria» (pagó 80.000 euros y fin), y que «había sospechas de que Marta Domínguez fuese consumidora de sustancias prohibidas en el deporte que darían lugar a una sanción en dicho ámbito, pero nunca a una imputación penal». Se cebaron con ella; necesitaba resarcirse, hacerlo en su medio, limpia de sospechas, sin más energías que las suyas y su voluntad de hierro.
Pero tenían que colaborar las otras 14 finalistas, casi todas con mejores marcas que las suyas, como la rusa Galkina, campeona olímpica en Pekín con un tiempazo, 8.58; pero ahora 9.24, como ella. Y ella, sola, sin César Pérez, su entrenador, también inmerso en aquel espinoso conflicto, la cruz con la que siempre cargará. Por eso necesitaba resarcirse, regenerar el tejido del entorno y recuperar imagen.
Mas lo que empezó lento acabó a la velocidad del rayo, con Marta perdida después de kilómetro y medio, vacía, sin fuerzas. Cuando terminó la prueba, miró al cielo y se santiguó. Corrió otra vez, pero perdió la batalla.
Muy lejos de sus mejores registros
Marta terminó los 3.000 obstáculos a medio minuto de la vencedora, la rusa Yuliya Zaripova, y 29 segundos de la marca que estableció el 17 de agosto de 2009 en el Mundial de Berlín, donde se proclamó campeona. Mientras la carrera discurrió con la lentitud que ella deseaba para no sufrir, para recuperarse del esfuerzo anterior, corrió en medio del grupo; pero llegados a los 1.500, acusó el acelerón y se quedó. Poco a poco se fue descolgando y ya en la última vuelta sólo fue capaz de ver cómo las mejores, las más fuertes, se iban. Hicieron los últimos 400 metros en 1.09, un «crono» que para Marta hace un par de años no habría sido un suplicio. La palentina, con el tiempo que hizo en Berlín, anoche habría sido plata.
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