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Un luchador con ganas por José Sancho
Me he enterado de la muerte de Sancho Gracia por la radio. Inmediatamente he llamado a la familia para darle el pésame, ya que no he podido asistir a la capilla ardiente porque estoy ensayando en el Teatro Romano de Sagunto «Los cuernos de Don Friolera». Aunque sabíamos que estaba enfermo desde hace once o doce años, la noticia de su muerte me ha afectado bastante. Simplemente me sobrepasa.
Es alguien a quien he querido mucho, con el que he compartido muchas vivencias y experiencias –y no sólo durante el rodaje de «Curro Jiménez»–, del que conocía sus virtudes y sus defectos. En cierto sentido, me siento huérfano.
En el caso de Sancho Gracia el actor y la persona se confunden hasta formar un todo indivisible. Tanto en la vida como en su profesión era un hombre muy arrojado, muy echado para adelante. Afrontó e impulsó proyectos que no eran acomodaticios; al revés, no le asustaba el riesgo. Siempre tuvo ganas de luchar, de crecer como intérprete y como ser humano. Era muy amigo de sus amigos, una persona cercana, cariñosa y muy simpática.
Tengo un profundo sentimiento de tristeza porque tenía muchos puntos de conexión vitales y profesionales con Sancho Gracia desde hace décadas.
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