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San Sebastián
LA LUCHA CONTRA ETA: «Con nosotros no se va a negociar»
El único contacto del Gobierno de Aznar con la banda terrorista ETA sucedió en Suiza y se produjo con la intención de dejar claro que jamás iba a haber una negociación política
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Algo más de un año antes de las elecciones, el 23 de enero de 1995, ETA asesinó de un disparo en la nuca, a bocajarro, mientras estaba sentado a la mesa de un bar con sus colaboradores más cercanos, al concejal y candidato del Partido Popular a la alcaldía de San Sebastián Gregorio Ordóñez. Fue un crimen terrible que conmocionó a la sociedad española, y en particular a los militantes y dirigentes del partido.
Gregorio se había destacado por una valentía y un coraje extraordinarios al hacer frente desde el ayuntamiento y desde su actividad política y su ejemplo de vida al terrorismo de ETA. Yo le conocía bien por las veces que mis responsabilidades en el partido me habían llevado al País Vasco y tengo grabada muy vivamente la imagen de su simpatía y sus dotes humanas, el amor y el apego que sentía por su tierra. Ese día terrible recuerdo que sentí un mazazo tremendo cuando me llegó la noticia. Viajé inmediatamente al funeral y estuve después en una reunión muy triste con José María Aznar y con Jaime Mayor.
Durante los años de responsabilidades internas en el partido y más aún después como ministro del Interior he sentido muy de cerca el zarpazo del terrorismo. El vil asesinato de Gregorio Ordóñez fue un acontecimiento que marcó sin duda un antes y un después en el profundo sentimiento del Partido Popular respecto a las víctimas de ETA, pero no le hizo cambiar un ápice su estrategia.
Dentro de las grandes manipulaciones que no me gustaría que quedaran para la historia está la versión de que todos los partidos negociaron con ETA. El Partido Popular nunca ha negociado con ETA porque el Partido Popular cree que no se debe negociar con terroristas.
Durante los gobiernos de José María Aznar hubo una única toma de contacto en Suiza con la banda terrorista, con el fin de manifestar nuestra clara intención de que jamás iba a haber una negociación política. Quiero dejar bien claro para el inmediato futuro que con nosotros no se va a negociar. Sobre este punto esencial en la defensa del Estado de derecho en nuestro país volveré más adelante.
Tolerancia cero
Otro elemento fundamental para derrotar a ETA ha sido –y tiene que seguir siéndolo– la tolerancia cero hacia el entorno de ETA. Es posible que en un primer momento de los sucesivos gobiernos democráticos en Madrid y Vitoria se pensara que ofreciendo oportunidades de actuación legal al entorno de ETA cabía la esperanza de que ello les hiciera ver lo absurdo de continuar en la vía del terrorismo. El resultado fue, sin embargo, el contrario del esperado. En vez de convencer a los pro etarras de las bondades del marco democrático de convivencia, lo que se produjo fue el crecimiento de una amplia red de organizaciones y grupos, en su momento legales o en el margen de la legalidad, que seguían las directrices de ETA, colaborando en su estrategia, manteniendo un permanente acoso contra quienes se oponen a la banda terrorista, creando canales de financiación y propaganda, y constituyendo el vivero del que surgen sus activistas.
Frente a ello, nuestra acción fue muy clara durante las dos legislaturas de gobierno del Partido Popular. Pienso que para el declive progresivo de ETA han sido cruciales las acciones más acordes con el espíritu democrático y el respeto a la legalidad. Ha sido fundamental la generación de un creciente consenso democrático, en la sociedad española y particularmente dentro de la sociedad vasca, que ha contribuido a reducir el apoyo social a la organización terrorista.
Estrategia de éxito
Gracias a ello, ni la estrategia de desgaste de ETA, que presumía la posibilidad de que el Estado pudiera ceder a sus pretensiones, ni las acciones encaminadas a crear un frente nacionalista, basado en la alianza coyuntural con el nacionalismo no violento y el rechazo del nacionalismo vasco al marco autonómico –que fue la estrategia seguida a partir de agosto de 1998 tras el pacto de Estella-Lizarra–, han tenido éxito.
El Estado, en un asunto tan crucial como éste, no puede bajar un milímetro la guardia. La firmeza en la defensa del Estado de derecho, la eficacia de la lucha antiterrorista en todos sus frentes y la tenacidad en el compromiso con nuestros valores democráticos y las libertades son elementos consustanciales a mi hoja de ruta. Sólo así seremos también leales con respecto al duro legado de Gregorio Ordóñez y de tantas otras víctimas inocentes del terrorismo etarra.
Un inmenso error de zapatero
«El segundo gran asunto de la legislatura fue la negociación con ETA. Un descomunal error, ante el que yo hice todo cuanto estuvo en mis manos para hacerle ver al presidente del gobierno que se estaba equivocando y que estaba siendo engañado. Teníamos un pacto, el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, firmado por ambos partidos en 2000, que debía ser respetado y en el que se resumían de forma muy sencilla los principios de la política antiterrorista. Principios muy claros que se sintetizan en no negociación ni acuerdo político con los terroristas, el abandono definitivo por parte de ETA de las armas y la violencia y la prohibición de que el entorno etarra y sus diferentes siglas se puedan presentar a las elecciones, haciendo escarnio de las víctimas y lucrándose del Estado. De ahí la Ley de Partidos y la ilegalización de Batasuna y de cualquier otra agrupación política bajo las siglas que fuere que no repudie de forma fehaciente a ETA .
Yo insistí una y otra vez sobre los pasos en falso que estaba dando el gobierno. Fue ésta la etapa, entre otras situaciones bochornosas, del vergonzoso espectáculo de la huelga de hambre y el intento de chantaje al gobierno, con amplia cobertura en los medios de comunicación, del terrorista De Juana Chaos. Una etapa en la que no se tuvo la menor consideración hacia la opinión de la oposición, en una cuestión de Estado tan esencial que había sido objeto de un acuerdo entre las fuerzas políticas; ni tampoco se prestó atención a las víctimas del terrorismo y a una gran parte de la opinión pública española, que no quería negociación».
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