Nueva York
Lejos del fanatismo de la revolución
Por Enrique KRAUZE
Este Nobel honra a la Academia sueca tanto como a Vargas Llosa porque se sostiene en la más absoluta legitimidad. Recibo la noticia del premio en Nueva York con una alegría comparable a la que sentí hace 20 años en esta misma ciudad cuando le otorgaron el Nobel a Octavio Paz. Borges solía decir que se estaba convirtiendo en una tradición de la academia sueca negarle el premio y yo temía que la academia aria dejara que la injusticia volviera negándole el galardón al ecritor peruano.
Por fin se disipó el equívoco, como ocurriera con Paz, dos pensadores que defienden la libertad frente a cualquier fanatismo o autoritarismo de cualquier índole, de derechas o izquierdas, se zanja con el triunfo de la literatura. De la libertad de la literatura. Estamos frente a una obra extraordinaria, de una dimensión como las de los grandes autores del siglo XIX; pienso ahora en Balzac.
Pero el premio debe interpretarse también como un mensaje de apoyo a las ideas liberales en América Latina. Nos llega un gran momento a sus ciudadanos porque el continente se ha defendido bien de la crisis económica, y muchos países consolidan ahora la democracia. Este premio es a la democracia y la libertad. Y para la revista «Letras Libres»: esas dos palabras son el perfil del signo de Vargas Llosa. En su literatura prima la búsqueda de convocar a sus fantasmas y dominarlos, y no son otros que el fanatismo, el poder, la opresión. Extiende una fibra moral que nunca parece un panfleto, sino una esperanza como una utopía en un mundo mejor.
Vargas Llosa utiliza el lenguaje como respira. Escribe con naturalidad y un estilo preciso, nunca barroco, siempre pegado a la realidad. Es un escritor realista, pero miren ustedes las posibilidades del realismo todavía: son enormes, mayores que las del surrealismo. Su derrota política nos en las presidenciales de Perú es lo mejor que le podría haber pasado a la literatura de América Latina. Porque perdimos a un candidato a la Presidencia, pero ganamos un inmenso escritor.
Como intelectual, se ha sentido sin duda en una isla porque en América Latina hemos estado hundidos mucho tiempo en los fanatismos de la revolución y de los intelectuales que apoyan las guerrillas y sueñan con el Che Guevara. Vargas Llosa tuvo una juventud apegada en los años 60 a la revolución cubana, pero después hizo gala de un enorme valor para distanciarse. Esa integridad le condenó a cierta soledad, como también ocurriera con Octavio Paz. Creo que seguirá trabajando hasta el último día y lo hará como un soldado de la literatura, un caballero de la literatura y de la libertad.
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