Andalucía
Las verdes montañas por Alfonso Ussía
«Enseñaremos al mundo nuestras verdes montañas». Con este proyecto tan bucólico ha iniciado «Bildu» el camino hacia la independencia. Si el objetivo de la izquierda albanesa vasca era mostrar al mundo la belleza de sus paisajes, podrían haberse ahorrado la práctica del terrorismo. Hoy, el mundo sabe que en esas verdes montañas se han cometido toda suerte de crímenes espeluznantes, y que durante un tiempo las montañas se tintaron de rojo sangre. En las verdes montañas, hace quince años, la ETA asesinó de la forma más vil y cobarde a un representante de la soberanía popular, Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua, la «yerma», mientras que los mostradores de las verdes montañas celebraban el crimen vacíando botellas de chacolí.
En fin, que «Bildu» ha presentado en sociedad su «Gobierno en la Sombra», con algunas novedades. El consejero de Libertades Ciudadanas ha sido abogado de los etarras. Habrá una consejería de Igualdad de Oportunidades, otra de Relaciones Exteriores, una más de Normalización, otra más allá de Igualdad de Oportunidades y una última definitiva, la de Soberanía Alimentaria. Todas esas tonterías buenistas –manda narices que Bildu y la ETA se disfracen de progres lerdos–, para enseñar las verdes montañas que no han querido mostrar con anterioridad por motivos incomprensibles. Quizá, para que los visitantes extranjeros no se topasen en una verde montaña, en un verde prado, en un verde valle, o en un verde bosque con el cuerpo de un inocente con la nuca destrozada.
Este acto ridículo de «Bildu» no merece excesiva atención, pero sí puede tomarse como una excusa para escribir de la faramalla, del lío semántico que tanto aflige al periodismo. No soy partidario de los Libros de Estilo. Son los guardianes estalinistas del idioma. Pero sí de unas normas en cada medio de comunicación que impidan el desconcierto de los lectores. Nuestro periódico, LA RAZÓN, se escribe y edita en español. El castellano, como defendía Cela, es el bellísimo español que se habla en Castilla, como el andaluz, que literariamente tiene una hondura y luminosidad especial, es el bellísimo español que se habla en Andalucía.
Felicito a nuestro redactor Iker Moneo por su formidable información, pero creo que es víctima también –todos los informativos de las cadenas de televisión y de radio caen en la misma trampa–, del desconcierto. Si se escribe en español, los topónimos deben aparecer en español. «Soraluze» es Soraluce, «Getxo» es Guecho, «Galdakao» es Galdácano, «Zumaia» es Zumaya y «Gipuzkoa» es Guipúzcoa. Los grandes filólogos vascos con el padre Larramendi a la cabeza, usaban del español para determinar las ciudades y pueblos. Sabino Arana, para enredar, eliminó la «V» de Vizcaya sustituyéndola por una «B», y escribía «Bizcaya», manteniendo la «Y» griega que hoy ha sido asesinada por el «batúa». Los idiomas son seres vivos y hay que dejarlos libres en el lenguaje de la calle, pero ello no autoriza el deterioro de los demás. Tarradellas y Companys, cuando hablaban en español, se referían a la «Generalidad de Cataluña». La «Generalitat» la guardaban para el catalán. Creo que en este desconcierto han tenido más responsabilidad los políticos cursis y los editores que los apresados redactores por la confusión reinante. Los Libros de Estilo también han colaborado en el empobrecimiento del idioma común, diariamente maltratado.
Por lo demás, que enseñen al mundo sus verdes montañas. Y las cuevas en las que torturaron a sus secuestrados antes de asesinarlos. El ingeniero Ryan y el empresario Javier de Ybarra, por ejemplo, personas buenas y decentes, hacedoras del bien común.
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