Comunidad de Madrid
Forestalia Guadarramensis por Ramón TAMAMES
Escribir sobre bosques es un tema siempre atractivo para quienes, en la infancia, escuchábamos aquellos cuentos en los que, por imprudencia, los niños traviesos se perdían en las densas arboledas, con grave peligro de topar con lobos feroces. Y ya de mi primera juventud me viene el recuerdo de largas travesías en la Sierra de Guadarrama, el mayor tesoro natural que tenemos los carpetovetones.
Mi itinerario de hoy para los lectores comienza en Cercedilla, subiendo la calzada romana, para entrar en el hermoso Valle de La Fuenfría que enseñorean los Siete Picos. En cuyo lado oeste se abre el puerto de montaña que da paso al inmenso pinar de Balsaín, que un día, en sus partes más bajas, fue robledal, y que hoy alberga millones de pinus silvestris, paradigma de talla y rectitud para toda España.
Desde el puerto de la Fuenfría, por el Camino Schmidt, se transita al de Navacerrada, siempre bajo un denso boscaje, salvo praderas como la de Navalusilla. Para luego continuar por la carretera de los Cotos hasta su puerto homónimo, al pie del Macizo de Peñalara; pudiendo entrarse, de seguido, en el Valle del Lozoya, de excelente cubierta forestal en la que destacan los Pinares Belgas del Paular. Cerca del Monasterio de Benedictinos, en cuyos entornos pueden verse los abetos del Jardín de Finlandia (con su casa de madera y su sauna adosada).
Y luego, ya en el Valle del Lozoya, que proporciona a toda la Comunidad de Madrid una de las mejores aguas del mundo, podemos subir por los Pinares de Navafría al Puerto de esa misma denominación. Para luego descender por el Valle del Río Cega, en cuyo curso inferior aparecen ya encinares meseteños. Un paseo por territorio llano hasta Segovia, y fin del viaje.
Nota: Dedicado a Antonio Saenz de Miera, presidente de la «Asociación de Amigos de la Sierra de Guadarrama».
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