Cataluña

De qué se ríen los cabrones por José María Fuster Fabra

La Razón
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Los juicios contra etarras duran como mínimo una mañana, cuatro o cinco horas de declaraciones, análisis de pruebas, informes, etc. Durante este lapsus de tiempo, como en cualquier otro juicio, los jueces, fiscales y abogados no son meros autómatas que hablan sólo cuando les toca, es inevitable. Es humano que los jueces hablen entre ellos, como lo hacemos entre abogados o fiscales y es humano que se haga sobre lo que acontece en la Sala. Esto pasa todos los días en todos los juicios.

Tengo una especial simpatía por la magistrada Ángela Murillo, con la que en toda mi vida he cruzado dos palabras : «Hola» y «Adiós». Tal vez porque fue la primera mujer que llegó a la Sala de la Audiencia Nacional; tal vez porque debutamos juntos contra ETA en el juicio por el atentado de Vic; tal vez porque siempre y en cualquier periódico cuando se hacen pronósticos sobre cualquier asunto, que si jueces progresistas que si conservadores y no sé cuántas cosas más, Ángela Murillo siempre sale como incalificable y, tal vez, porque el comentario más generalizado sobre ella es que siempre va por libre.

Lo preocupante no es el comentario sino lo que lo provocó. No podemos quedarnos con la anécdota. Lo relevante fue la actitud de la señora Adoración Zubeldia, viuda de don José Javier Múgica, ante el criminal Txapote que cobardemente no aguantó la mirada. No están arrepentidos, pero tal vez sí se sientan derrotados. Sólo cabría preguntar a quienes hablan del conflicto vasco, qué conflicto podría haber entre una mujer valiente como Adoración y un criminal como García Gaztelu.