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Literatura

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Quevedo maquiavélico

El «Teatro completo» del poeta muestra a un dramaturgo más interesado por el buen Gobierno que por el ritmo

Los quevedos son ya un símbolo del autor de «El buscón» larazon

No es casual que el teatro de Quevedo siga siendo el capítulo más desconocido de su obra, un corpus en el que el ingenio de sus trabajos menores pero populares, como su jocosa digresión «Ojo del c.», no desmerece del brillo de su poesía, sus tratados o su novela picaresca. Y no es casual por cantidad y calidad: Quevedo no fue estrictamente dramaturgo, por más que dejara un drama acabado, fragmentos de algunos más y unos cuantos entremeses, bailes y loas. Poco comparado con la producción de Lope de Vega o las fértiles plumas de Calderón, Tirso, Vélez... Así lo explica, con acierto, la introducción al «Teatro completo» del «caballero de las espuelas de oro» que edita Cátedra y firman Ignacio Arellano y Celsa Carmen García Valdés: «La comedia a la sazón no parecía cuadrar bien con el genio del gran autor satírico. A un Quevedo que se burla de las convenciones y usos estereotipados del lenguaje no le merecen buena opinión los mecanismos típicos de la comedia nueva ni la nube de poetas que la cultivan». En «Cómo ha de ser el privado» se adivina la esencia de esta comedia que hoy –y quizá entonces– sea de escaso interés escénico, pero apasionante para historiadores y politólogos: Quevedo, cual Maquiavelo, aconseja sobre su ideal de valido del rey ficticio Fernando, rey de Nápoles, retrato de Felipe IV, y lo encuentra en las virtudes del marqués de Valisera, anagrama del Conde Duque de Olivares. El talento del poeta destella en ráfagas tan bellas como de escaso pulso escénico: «Si no hay pan tiene el valido /la culpa –¡abrásele un rayo–,/porque no llovió por mayo/porque por mayo ha llovido», lamenta sobre el ingrato oficio el gracioso violín en una trama cortesana que tiene más de corte que de trama. Aun así es un gusto para el paladar del lector y un descubrimiento leer este breve pero ingenioso teatro, que en los entremeses cultiva las sátira, ligereza y distancia, y en la comedia un hábil dietario para hombres poderosos.