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La otra guerra de los Thyssen
Rafael Ruiz, escolta del heredero Thyssen, vende los secretos de la familia. A pesar de las diferencias con su hijo, Carmen dice que defenderá su honor: «Como cuente algo, le hundo»
El pasado miércoles fue uno de esos días inesperados en los que uno habla con la Baronesa Thyssen al tiempo que su único hijo acoge entre sus brazos a su tercer vástago. Como ya sabrán, Blanca Cuesta fue ingresada de buena mañana en el Hospital Ruber Internacional: «A las 9.30 (…) ha dado a luz a un niño que ha pesado 3,320 kg, y ha sido atendida por su ginecólogo, el Dr. Luis Ignacio Recasens Sánchez (…). Tanto la madre como el bebé se encuentran en buen estado», según el parte médico oficial, algo de lo que me alegro.
En plena conversación con Tita –estaba en una sala de subastas…– debía de estar Blanca con las últimas contracciones, cosa que me cuadra, pues el parte médico me llegó vía e-mail a las 18.10 horas. Mi llamada no era para felicitar a la abuela por la llegada de su tercer nieto, Enzo, sino para contrastar una información que hace escasas doce horas me había llegado por fax de un tal Rafael Ruiz Ojeda. Decía haber trabajado para la familia y llevaba meses ofreciéndome, según él, mucha y muy variada información sobre el joven matrimonio de Blanca y Borja, y cómo no, sobre la baronesa Thyssen. Por fin, tras muchos amagos, el ex escolta se decidió a enviar la noche del martes a última hora parte de la documentación que obraba en su poder. No soy el primer periodista con el que se pone en contacto. Antes lo ha hecho con agencias de Prensa, revistas, productoras de televisión, programas, etc.
El «escolta traidor» lleva varios años intentando asomar la cabeza en los medios. Sin ir más lejos, en 2009 estuvo a punto de intervenir en un programa nocturno de corazón. Con la mala suerte de que yo mismo lo anuncié en «Espejo Público» por la mañana y entre Tita, sus abogados y una «muy cuerda» y experimentada productora de televisión decidieron que lo que este señor quería contar atentaba contra los derechos fundamentales de la familia Thyssen-Cervera. Rafael se quedó ese día con las ganas de contar «intimidades» de quienes le habían contratado como «vigilante jurado» a través de la empresa Segur Ibérica, con cláusulas de confidencialidad de por medio. Rafael trabajó, según una carta rubricada por la propia Carmen Thyssen, en casa como vigilante durante varios meses en el año 2000, como escolta en 2001 y como chófer durante seis meses hasta abril de 2002. En este texto se le describe como «persona de confianza, con aptitud correcta y dispuesto a hacer el trabajo que le corresponde en múltiples viajes… así como persona de gran valor humano».
¿Cuántas veces se habrá arrepentido Tita Cervera de rubricar esa carta…? La cuestión es que a pesar de las grandes diferencias entre Borja y su madre, con Blanca de por medio, madre e hijo están condenados a entenderse. El servicio de seguridad les trae de cabeza. Estamos ante un ex escolta que quiere largar secretos que afectarían a la intimidad personal, familiar y a la propia imagen de sus antiguos jefes…
Todos hemos visto las imágenes de las cámaras de seguridad de las oficinas de la baronesa que sentarán en el banquillo a Blanca y a Borja, nos han llegado los continuos rumores de fotografías íntimas de Blanca, de móviles perdidos con vídeos personales. Con estas premisas, y sin dar crédito a la documentación e informaciones que me hizo llegar Rafael Ruiz Ojeda, me vi en la obligación de contrastar si éste había trabajado para la familia Thyssen. Y gracias a un contacto conseguí el móvil personal de Tita. Me atendió muy tranquila y relajada hasta que le pude explicar el verdadero y preocupante motivo de mi llamada. Su tono cambió sin perder un «atimo» de cordialidad. Se preocupó por saber de quién se trataba y del contenido de las informaciones.
–«Creo que ya se de quién se va a tratar… No creo que de mí pueda decir nada».
–¿Pero ha trabajado para vosotros como escolta?
–Para mí no ha trabajado. De mí no puede saber nada.
–Pues quiere contar su vida cuando trabajó para Borja como escolta y cosas muy íntimas…
–No es mi problema… ese chico ha sido escolta de Borja y Blanca. ¿Por qué no les llamas?
–No sé cómo contactar con ellos…
–Yo tampoco, a mí no me cogen el teléfono desde hace años.
–No tengo su número, ¿Me lo puedes dar?
En ese momento me pasa al teléfono a Antonio –debe ser su secretario personal– y éste me facilita dos teléfonos de Borja a los que llamar y le pido que me pase con la baronesa para agradecer la atención y despedirme.
–Dime, Miguel…
–Gracias por atenderme, intentaré contactar con Borja para contrastar.
–¿Pero qué es lo que quiere este señor ahora…? Como cuente algo de mi hijo o mío de cuando estuvo trabajando le pongo una querella que le hundo. Tiene firmada una clausula de confidencialidad. Ese señor tiene muy poca vergüenza.
–¿Tú nunca te fiaste de él?
–A mí nunca me gustó, debe ser un sexto sentido que tengo. Ya se lo dije en su momento a mi hijo. No sé si está mal o sólo quiere sacar dinero. Habla con Borja y con su mujer…
Colgué el teléfono y, la verdad, noté que Carmen estaba disgustada por las malas noticias. Una vez más, alguien quería hacer daño a su «cachorro». Marqué el primero de los números que el fiel Antonio me había facilitado. El primero, desconectado. En el segundo, saltó un buzón de voz en el que dejé un mensaje. Acto seguido envié un SMS a este mismo número y, al cabo de unas horas, emitido el «parte médico» del alumbramiento, sonó la campana… «¡¡¡Enhorabuena…!!!», envié. «¡¡¡Muchísimas gracias…!!!», recibí. Estos son los dos SMS que me permito hacer públicos: la felicitación y la respuesta de Borja Thyssen.
A los pocos minutos recibo una llamada de la asesora de comunicación que trabaja para el matrimonio, que resulta ser una vieja conocida de la profesión, y la llamada pasa a ser más entrañable que de trabajo. Tras unos largos minutos me promete que esa noche hablaré con Borja sin imaginarme la que se estaba cociendo en el Ruber Internacional.
–¿Qué tal estás…?
–Feliz, encantado…
–¿Qué tal Blanca y el niño?
–Blanca, recuperándose, y el niño, descansando.
–Ya son tres «hombrecitos». ¿Para cuándo la niña…?
–Para mañana mismo… (risas).
–Me ha sorprendido la inesperada visita de tu madre. ¿Qué tal ha sido?
–Corto pero intenso, ha estado muy bien.
–¿Podemos hablar de reconciliación con este acercamiento?
–Ha sido un encuentro muy satisfactorio. Las cosas no se pueden arreglar en 40 minutos.
–¿Es el «principio del fin» de vuestro desencuentro?
–La reconciliación es difícil, requiere bastante trabajo… todavía queda mucho por hablar.
Tengo que cambiar el tercio y preguntarle por Rafa, el escolta. Borja no finge ni es hipócrita. Me confirma conocerle bien pues ha trabajado para la familia durante unos años.
–Dice que puede contar cosas muy íntimas y de tu mujer, que te ha denunciado por robar una tarjeta de crédito durante un crucero a una señora y usarla haciendo compras, sobre alguna relación desconocida de tu madre…
–Yo estoy «super» tranquilo… ¿Qué va a sacar? ¿Unas fotos mías o de Blanca? Que cuente lo que quiera… Ah, y lo de la tarjeta de crédito fue él el que se la encontró y usó. Yo, gracias a Dios, siempre he tenido para un par de gafas y un vestido.
–¿Te sientes traicionado?
–En estos años me ha traicionado tanta gente, incluso amigos íntimos. Me da pena de este señor. En su momento decidimos que trabajara de escolta personal porque nos pareció buena persona.
–¿Te arrepientes de haberle dado esa oportunidad?
–No, nunca me arrepiento de echar un cable cuando a alguien le hace falta…
La visita de Tita, «un buen principio»
Sobre las nueve de la noche del pasado miércoles, Tita Thyssen (en la imagen) llegó al Ruber Internacional para ver a su hijo y a su nuevo nieto. Según comentan, «se fundieron en un abrazo, ambos estaban nerviosos, hablaron durante casi una hora...», pero la abuela no pudo ver a Enzo, su tercer nieto. ¿No se imaginan por qué? Suegra y nuera siguen sin poder mantener una relación cordial. Ha sido y es mutuo. ¿Hablarían de Rafa, el «escolta traidor»? A pesar de todo, madre e hijo parecen satisfechos. « Es un buen principio, yo estoy muy contento, pero primero hay que frenar y «relantizar» para poder parar y luego dar marcha a tras muchos pasos que todos hemos dado…», me asegura Borja.