Muere Manolo Escobar
Multitudinaria despedida a Manolo Escobar: 15 personas por minuto
Del flechazo juvenil al amor eterno: Manolo Escobar deja a su viuda, con la que llevaba casado 53 años, sumida en la desolación
Días antes de morir, Manolo Escobar me confesó que estaba lleno de ilusiones, que el cáncer no podía con su ánimo y que intentaba acelerar su recuperación para reincorporarse al trabajo el 4 de enero en Bilbao. Iba a cumplir 82 años el 19 de octubre, y estaba internado en un hospital, recuperándose de una insuficiencia renal y de ese leve ictus sufrido en septiembre. Lo noté triste por la convalecencia, pero animoso en parte porque quería celebrar en diciembre con una fiesta su cincuenta y cuatro aniversario de bodas con Anita, la mujer de su vida. Aquel flechazo que les unió a los dos en los años cincuenta, durante una actuación del almeriense, se mantuvo sin fisuras con el paso del tiempo. Como él me decía, «no sabría qué hacer si Anita no estuviera a mi lado». Y es que la vida de Manolo giró en torno a cuatro ejes: su madre, su esposa, su hija y su nieta.
Arropado por su mujer
Murió donde quería, en el «Porompompero», su chalete de Benidorm bautizado con el nombre de una de sus canciones universales. Y lo hizo arropado por Anita y por su sobrino Gabriel, hombre de confianza y representante. El 22 de este mes le habían dado el alta en el hospital, y se sentía feliz y contento, esperando impaciente ese Barça-Real Madrid que se jugará hoy. Era culé hasta la médula, futbolero de lujo y seguidor del equipo de sus amores al cien por cien. Gabriel cuenta a nuestro periódico que «mi tío y yo estuvimos hablando de fútbol el día anterior a su muerte. Esa noche durmió sin problemas, todo parecía ir bien. Se levantó el jueves por la mañana y nada hacía presagiar el fatal desenlace. Pero en el desayuno me dijo que empezaba a encontrarse mal, que le costaba mucho respirar, fue al baño y sufrió una fuerte crisis respiratoria. Tenía temblores y se ahogaba. Llamamos rápidamente al médico, intentó reanimarle pero no pudo salvarle. Cuando lo montamos en la ambulancia para llevarle al hospital, se puso peor. Murió por una parada cardiorrespiratoria antes de que el vehículo saliera de casa... Yo le decía: ''¡Padrino, padrino!, háblame''». Y ya no me contestó. Falleció de una manera dulce, parecía que se estaba durmiendo. Era un ser entrañable, la mejor persona que he conocido en mi vida».
Manolo tenía un cuerpo de 82 años, pero un espíritu mucho más joven. Se reía cuando hablábamos de que ya era hora de una retirada: «Pero, hombre, ¿de verdad me ves retirado? Yo no sirvo para quedarme en casa todo el día viendo la tele. Anita lo sabe muy bien, y no me pide nunca que me retire porque entiende que mi mundo es la canción». De hecho, cuando a finales del 2012 anunció su gira del adiós, lo hizo con ironía: «España es muy grande, y esta gira puede durar años». Anita sufrió un ataque de ansiedad muy fuerte la mañana del jueves. Su marido prácticamente murió entre sus brazos. Vio cómo se le iba la vida con la impotencia de quien no puede hacer nada para remediarlo. Poco después de las doce del mediodía, Manolo dejó de respirar. Un familiar nos cuenta que «Ana está desolada, no se esperaba, a pesar del estado de salud de Manolo, que la muerte estuviera a la vuelta de la esquina. Su marido era su vida, su soporte, su columna vertebral, su gran amor, y ahora se ha quedado muy sola. Imaginamos que podría plantearse dejar Benidorm una temporada e irse a vivir a Madrid con su hija Vanesa, su yerno y su nieta. Todos le animamos a esto». Gabriel también incide en que «mi tía está destrozada, ten en cuenta que estaba con su marido desde hace más de cincuenta años, ha sido el gran amor de su vida».
Por problemas de salud, el cantante estuvo alejado de los escenarios en varias ocasiones. Fue operado en 2002 de la válvula aórtica y le implantaron dos bypass coronarios, en 2010 de un cáncer de colon y el pasado año de una fractura de cadera. Había sobrevivido a todo con la ilusión y el temple de un chaval. Pero el destino no ha querido darle una nueva oportunidad de disfrutar de la vida, la que él pedía desde esa cama de hospital hace apenas dos semanas: «Me voy a recuperar. No quiero que la tontería de este cáncer acabe conmigo». Lo decía convencido de que el «problema» iba a solucionarse, y me contaba que ya tenía firmadas actuaciones para 2014, algunas de ellas las que había tenido que suspender este año por culpa de un leve ictus que le afectó a las piernas y esa insuficiencia renal que le mantuvo ingresado en octubre en el hospital. Una de sus grandes penas era la distancia que le separaba de su única nieta, porque la niña vive en Madrid con su madre, y Manolo y Anita apenas se movían de Benidorm. Y la cría, a sus apenas dos años de edad, ya se sabe alguna de las canciones del abuelo, quien, orgulloso, me descubría que «estoy loco por mi nieta, ¿sabes que canta "La morena de mi copla"conmigo? Se me cae la baba... Hasta me emociono con esta niña tan bonita».
La capilla ardiente (el postrero homenaje a Manolo Escobar) se instaló en un salón del Ayuntamiento de Benidorm el jueves pasado a las seis de la tarde. Allí recibió Anita la medalla de oro de Benidorm, concedida a título póstumo a su marido. Se calcula que por la capilla pasaron más de trescientas personas cada veinte minutos. Cerró sus puertas a la una de la madrugada del viernes y volvió a abrirse a las ocho de la mañana, hasta las seis de la tarde. Poco después se celebraba una misa en memoria del artista. Y alrededor de las siete y media, sus restos eran incinerados en el tanatorio crematorio Marina Baixa. Muchos sentimos que este homenaje final se celebrara en Benidorm y no en Madrid. Porque la mayoría de los compañeros de profesión, y gran parte de sus amigos, nos hemos quedado sin poder darle un último adiós. Pero Anita decidió que se hiciera así, y hay que respetarla. Ha preferido una despedida menos multitudinaria. Hoy, Vanesa, su esposa y el resto de la familia, lloran este adiós tan ingrato. Pocas veces he visto una familia tan unida. Añoran a un hombre tan sencillo como ejemplar. Descanse en paz.
Manolo le dijo «no» en el altar
Tres meses de noviazgo con pocas palabras porque ni Manolo entendía alemán ni Anita español. Flechazo en la Sala Fiesta, en Playa de Aro, donde Escobar cantaba a suecas y a españolas. Pero se llevó a la alemana, Anita Marx. Tales eran las dificultades para comunicarse que a punto estuvo de no haber boda. En la jornada previa a la ceremonia religiosa, debía celebrarse la civil. El padrino e intérprete era un amigo de Manolo que, en teoría, manejaba el alemán. Pero cuando tradujo las palabras del funcionario judicial, preguntó: «¿Se encuentra usted aquí para casarse?», en lugar de «¿está usted casado?». Así que Manolo respondió con un «no» rotundo que sorprendió a los presentes. Resuelta la confusión, el 10 de diciembre de 1959 se dieron el «sí» definitivo en la iglesia de San Michael de Colonia, en un enlace oficiado en alemán y francés. Lo celebraron en un restaurante del padre de Anita y sellaron un amor que ha durado 53 años.
Sólo se recuperaron 1.000 euros del robo de su casa
En su casa «Porompompero» queda una parte de la herencia de Manolo, unas cuantas decenas de los más de dos mil cuadros de arte contemporáneo que el cantante coleccionó a lo largo de su vida. Hay obras de artistas tan prestigiosos como Barceló, Tàpies, Millares, Chillida, Zuloaga, Saura, Canogar, Úrculo o Genovés. Su familia y la pintura fueron sus grandes pasiones.
Hace ahora dos años, el 17 de septiembre de 2011, vivió un episodio difícil de olvidar: un robo en su casa en el que se llevaron objetos por valor de casi 6.000 euros (entre ellos, la medalla al Mérito en el Trabajo o la insignia de oro y brillantes del Futbol Club Barcelona). Manolo me confesó que «fue uno de los peores momentos de mi vida, porque el ladrón se coló hasta la habitación de mi hija, que se encontraba allí con mi nieta». El delincuente fue detenido, pero solamente se pudieron recuperar unos 1.000 euros de lo robado.
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