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La Razón del Sábado

La familia de Blanca: «Pidió ayuda y no se le brindó»

A la espera del resultado de la autopsia de la medallista (56 años), sus seres queridos reprochan el abandono que vivió los últimos años. Su hija Olivia (20) ha confesado: «Solo quiero saber que mi madre no sufrió»

Madre e hija compartían no solo su amor por el deporte, también por los perros larazon

«Mis medallas». Nueve días antes de fundirse con la montaña, Blanca Fernández Ochoa (1963, Madrid) presumía ante sus escasos 5.000 seguidores de Instagram de sus dos hijos, David (1998) y Olivia (1999), jugadora de la selección de rugby. La primera medallista española en unos Juegos de Invierno irradiaba felicidad arropada por una bandera de España, la misma con la que conquistó un bronce con sabor a metal dorado en las Olimpiadas de Albertville (Francia) en 1992 y que ondea a media asta en una Cercedilla rota tras 11 días creyendo en el milagro.

Ahora la familia de la esquiadora, que en 2006 ya enterró allí al campeonísimo Paco Fernández Ochoa (Oro en Sapporo 1972) a los idénticos 56 años de edad, espera resignada que el Instituto Anatómico Forense de Ciudad Universitaria (Madrid) les devuelva el cuerpo de Blanca, encontrado el miércoles en la subida al Pico de La Peñota, en la madrileña sierra de Guadarrama, recostado junto a varios blister con su medicación. Así lo confirmaba Adrián Federighi, portavoz y marido de Lola –una de los seis hermanos de la medallista– en «Espejo Público»: «Está siendo muy largo. Hay un plazo legal que ahora estamos esperando para poder velar su cuerpo. Estamos deseando que nos la entreguen. Una vez que finalice la autopsia, la trasladarán a Cercedilla y la despediremos con todo el pueblo. Si todo va como esperamos, el domingo termina todo. Blanca amaba este sitio. Paco está aquí también. La gente se ha volcado desde el primer al último momento y queremos agradecérselo estando con nosotros en su despedida».

El cuñado de Blanca, ejemplo de serenidad junto a toda la familia desde que el pasado 24 de agosto perdieron la pista de la esquiadora, se mostraba conmovido: «Ha costado asimilar que haya aparecido muerta. Ya tuvimos la mala suerte de perder a Paco pero él nos dio un año para asimilar la enfermedad».

Al ser cuestionado sobre las circunstancias de la muerte de la deportista, rodeada de pastillas de litio y antidepresivos en el Pino San Roque, Adrián revela: «Nos tenía preocupados por si lo ha pasado mal en esos últimos momentos, en especial le preocupa a su hija Olivia. Ella me dijo: “Solo quiero saber que mi madre no sufrió”. Todo indica que así habría sido pero aún no sabemos nada». Olivia Fresneda, que participó los primeros días en la búsqueda de su madre en el parque Natural de las Dehesas, se encontraba desde el lunes 2 en la convocatoria de la selección nacional femenina de rugby 7 en Sierra Nevada (Granada). Según fuentes de la Federación, fue tras el entrenamiento cuando se le informó del fatal desenlace. De inmediato, se puso en contacto con su padre, David Fresneda, y tomó rumbo a Madrid. «A Olivia le recomendaron que fuese a la convocatoria –revela Adrián– porque si la encontraba ella sería peor. Sus hijos están rotos. Son dos chicos de 20 y 21 años que han perdido a su madre». David, el otro hijo de Blanca, sí se hallaba en Cercedilla tras el infausto descubrimiento y fue fotografiado llorando sin consuelo sobre un banco de la zona. Ambos confiaron hasta el final en que Blanca, diagnosticada desde niña con trastorno bipolar, regresaría. Pero la montaña, que se lo dio todo, la retuvo para siempre.

Caballo de carreras

«Toda la familia está sorprendida de que haya aparecido en La Peñota porque su ladera preferida era la de Siete Picos. Pero las vistas allí son preciosas. Se sentó en ese lugar y ya veremos qué ha pasado. Es un misterio. A lo mejor iba de camino y decidió no seguir», reflexiona su cuñado. Y al ahondar de nuevo en su medicación, excusa: «Si se iba cuatro días al monte lo normal es que se llevara esas medicinas, que tenía que tomar a diario. Nunca estuvimos pendientes de sus pastillas. Ella era autónoma y adulta». Blanca, a la que el éxito de su hermano la arrastró con 11 años a un internado para deportistas de invierno en los Pirineos de Lérida, fue Premio Reina Sofía a la mejor Deportista Nacional en 1983 y 1988 y en 1994 le fue concedida la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo. Pero a los 29 años le despertaron del sueño. «Tenemos la certeza de que el deporte la dejó huérfana. A mí me lo confesó: “Adri, he sido un caballo de carreras y cuando he dejado de ganar me han abandonado en el campo”. Nosotros no reprochamos nada. Pero ella en algún momento pidió ayuda y no se le brindó. Los hermanos siempre han estado ahí para echar una mano». Y añade: «Blanca es una deportista que se retira antes de los 30 de una disciplina en la que no se amasan fortunas, como en el fútbol, el tenis o el golf, y que no recibía premios en metálico. La nómina era de mileurista. Y así no te retiras millonario. Alguien que ha representado a España debería haber seguido un programa para haberse podido ganar la vida bien. Dicho esto, España es una maravilla. ¡Qué país tenemos! Estamos muy agradecidos porque se han volcado en su búsqueda».

A continuación, relata el camino a su actual ruina: «Blanca participaba en las tiendas de deportes de la familia que se cerraron hace ocho o nueve años con la crisis. Nunca le ha faltado dinero pero acababa de vender su casa porque pasaba por baches económicos. Tras desvincularse del esquí, probó suerte con el «coaching» y estuvo un tiempo impartiendo charlas y contando su experiencia en la élite deportiva. De hecho, trabajó en Star Dreams, especializada en asesorar a directivos. Además, fue directora de eventos de una compañía llamada Golf&Win, cuya pasión compartía con su última pareja, Ernesto Montes. Más tarde llegarían sus aventuras televisivas, «realities» como «Supervivientes», «El conquistador del Aconcagua» o «Splash. Famosos al agua». En los últimos meses, trabajaba en la empresa de su hermana Lola, como entrenadora personal con técnicas de estimulación. Además, desde hacía nueve meses también vivía en la casa de ésta. Desde allí salió el pasado 23 de agosto para nunca volver. «Lo único que no nos cuadra del relato de su marcha es que se santiguara frente a la estatua de Paco, como han dicho –recalca Adrián–, porque ella no era religiosa. Lo de visitar la figura de su hermano sí, porque siempre lo hacemos todos cada vez que vamos a Cercedilla. Es una forma de verlo y hasta bromeamos con él». Para «Paquito», su hermano del alma, guardó su último beso antes de empezar a despedirse. Su hija Paula recuerda ahora esa relación tan especial: «Mi padre tenía mucha fuerza y estaban muy unidos. A su muerte, ella le echó mucho de menos. Era entrañable, fuerte y su ausencia la notamos todos. Ahora estamos tristes pero aprendiendo. Solo pensamos en que descanse en paz y me reconforta que esté allá arriba con mi padre. Era muy consciente de todo lo que la querían. Lo sabe y lo agradece», confesó en «Ya es mediodía». Poco antes, era en «Espejo Público» donde adelantaba cómo sería ese adiós a la reina de las nieves. «Estamos pensando que su despedida sea algo bonito. Como era ella: pura sonrisa, fuerza y bondad. De las personas más nobles de esta vida. Y será en Cercedilla porque aquí están sus montañas. Blanca es eterna. Su sonrisa es propia de esta familia y eso no va a cambiar».

Una intoxicación múltiple

Mientras llegan los resultados de la autopsia, LA RAZÓN ha consultado al doctor Fuertes, especialista en medicina legal y forense: «Todo indica que ha fallecido por intoxicación múltiple, porque a su lado se encontró su medicación, que incluía pastillas de litio. 30 comprimidos en una persona con un tratamiento crónico pueden ser letales. La muerte por litio no es desagradable, la persona entra en coma, pierde el conocimiento y no sufre. Parece un suicidio, pero hay que esperar».