
Entrevista
Quim Vila, de estar en el colmado familiar a tener la mejor vinoteca de Europa
Hablamos con la cara detrás de Vila Vinoteca, un emprendedor irreverente que a los 21 años probó su primer caldo

El empresario Quim Vila está de vuelta de todo. Su negocio, Vila Viniteca, es una de las firmas más prestigiosas a nivel mundial del sector y representa en exclusiva caldos de más de 450 bodegas de todo el mundo, con referencias tan exquisitas como Romanée-Conti del 2019, Pingus 2013, Álvaro Palacios L’Ermita 1995, Vega Sicilia Único 2011 y otros codiciados tintos, blancos rosados, dulces y espumosos así como destilados de la talla del The Macallan Red Collection 78 Years Old. En su nave de Esparraguera (Barcelona) almacena más de un millón de botellas que distribuye en todo el país. Todo lo divisa desde su mansión anclada en el Tibidabo, donde vive con su mujer y su hija. También es coleccionista de arte. Después de tres décadas en que ha dedicado al vino no ya su cuerpo y alma sino kilómetros de carretera e incontables viajes, con sedes en Barcelona, Madrid y Málaga y una expansión que no cesa, ha alcanzado la sabiduría. Él no lo admitirá, pero así es: cree que hay que permitir que la vida fluya, disfrutarla mientras dure y darse al hedonismo ajenos a la mirada del otro.
36.950 por una borgoña
Y esto explica dos cuestiones que a priori se antojan opuestas. La primera es por qué hay personas dispuestas a pagar 36.950 euros por un borgoña: “Hay un punto de deseo en que se diluye la relación calidad-precio y pasa a ser precio-placer. La calidad es importante para vinos asequibles, ropa, muebles… Cosas normales. Pero cuando alguien compra un Ferrari ¿puede valorar calidad-precio? O un reloj suizo de alta gama. No, valoras la relación precio-placer». O elemento necesario para exhibir la propia posición social, añadimos. La segunda cuestión es no dar lecciones a nadie: «Hemos superado la fase de clichés como que al pescado le conviene el vino blanco o que el rosado le gusta más a las mujeres. Eso se decía hasta no hace tanto. Hoy la gente toma lo que le da la gana y cuando le da la gana. Si hay personas que prefieren tinto con gambas o incluso unos percebes, hay una explicación técnica de por qué el vino tinto no funcionará tan bien pero ¿y el efecto placer? No podemos ser tan estrictos: si el cliente quiere el vino más frío, más frío. Si lo quiere más caliente, más caliente. ¿Por qué un cliente no puede ponerle tres cubitos de hielo a un vino de 25 euros y sí a un whisky de 200? O por qué podemos hacer un cóctel con champán y no con vino. Cuando eres joven te permites decir o escribir cosas que a lo mejor parten de esa energía de la juventud, crees que hay cosas irrefutables y con la edad o con el conocimiento, te das cuenta de que no. Yo soy vendedor de vinos, no soy crítico». Irrebatible.

Vila comenzó a estudiar Arquitectura mientras por las tardes trabajaba en el colmado que abrieron sus abuelos en 1932. Acabó dejando la carrera en cuarto curso porque no acababa de hacer bien ni una cosa ni la otra. Era abstemio y sentía que no podía vender algo de lo que no tenía ni la más remota idea, así que comenzó por un curso de coctelería y después se inscribió en la academia de vinos Sant Humbert (Penedès en la actualidad). Probó su primera copa de vino a los 21 años. «Empecé en el mundo del vino como manera de ganarme la vida continuando una tradición familiar y tuve la suerte de coincidir con la revolución cultural de primeros de los 90: España se abre a Europa, al mundo y comienza el boom de los bullinianos y los otros chefs, el vino encaja con la gastronomía, hostelería, restaurantes, sommeliers... Y mi trabajo se convirtió en mi pasión». Esa pasión le lleva a no distinguir los horarios laborales. «Si tienes la suerte de trabajar en algo que te apasiona es maravilloso. Entiendo que muchas personas quieren hacer sus 40 horas y luego hacer otra cosa, gimnasia, estudiar, pasear o un curso de no sé qué. Mi trabajo es mi hobby y esto es un lujo. Trabajamos muchísimo porque tenemos más de 200 familias que viven de ello». Vila Viniteca, cuya otra mitad es Siscu Martí, abrió en 1994 y hoy, además de ofrecer una selección entre las primeras de Europa, elabora sus propios vinos en Rueda, Yecla y Gredos. Esta faceta de vendedor y productor le convierte en uno de los grandes señores del vino en España.
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