Hasta Alejandro Amenábar ve factible llevar el dramático asesinato de Edwin Arrieta al cine. No ahora, porque lo considera demasiado pronto, sino en el futuro, cuando se tengan todos los datos reales de tan trágico acontecimiento.

Si ese proyecto sale adelante, Daniel Sancho se convertiría en, usando la ironía, “un asesino de cine”, y podría llevarse unos buenos beneficios por vender los derechos de lo sucedido en exclusiva, un dinero que ayudaría, y mucho, a poder llevar una existencia más “cómoda” en prisión.

Naturalmente, nos desliza una fuente cercana al padre del encarcelado, Rodolfo Sancho ni se plantea intervenir en ese posible filme, bastante tiene con hacer frente a la que se le ha venido encima como para embarcarse en una iniciativa como esta.

Desde luego, el caso tiene todos los ingredientes como para escribir un buen guion, una trama que todavía tiene lagunas, pero que cuenta con los elementos suficientes como para llamar la atención del espectador.

Pero la familia de Edwin, nos trasladan desde su entorno, no ve con buenos ojos esta iniciativa. Solamente quieren que Daniel pague por su crimen y que el proceso judicial se inicie lo antes posible.

Llama la atención el mensaje de Darling, hermana del muerto, a los padres de Dani, ofreciéndoles la posibilidad de que la visiten en su casa de Colombia, algo que resulta difícil de entender.