Documental
Caso Mario Biondo: Raquel Sánchez Silva, en boca de todos (de nuevo)
El proyecto que pretende arrojar luz sobre la extraña muerte del cámara ve la luz bajo la sospecha de parcialidad y ausencia de ecuanimidad, algo que se presupone a un documental
Se acaba de estrenar en Netflix el documental «Las últimas horas de Mario Biondo» y la polémica ya está servida. Por si le faltaba algo al ya de por sí misterioso caso de la muerte del cámara de televisión, marido de la presentadora Raquel Sánchez Silva, se suma ahora que el documental haya sido producido por Guillermo Gómez Sancha. Gómez Sancha, amigo de la viuda, era hasta hace un año, además, su representante. Y este dato se ocultó a algunas de las personas con las que contactaron para dar su testimonio en el documental. Y claro, falta tiempo para las suspicacias: no parece garantía de neutralidad y objetividad que aparezca en los créditos alguien tan cercano a Sánchez Silva cuando, precisamente ella, es parte fundamental del cirio montado alrededor de la muerte de Biondo: Raquel y su entorno mediático, por un lado, insistiendo en la vida disoluta y la accidentalidad como motivo de la muerte (caso cerrado) y la familia del difunto obstinados en que de accidental nada y que la presentadora sabe más de lo que dice (reabran este caso). La familia de Biondo, indignada por esto, se ha puesto en contacto con Netflix para denegar su autorización sobre el uso de esas imágenes. No confían demasiado en que el resultado no resulte sesgado.
Ahora, el día del estreno en la plataforma digital, se suma a la muerte enigmática y la sospecha de parcialidad y ausencia de ecuanimidad, algo que se presupone a un documental (del que, por definición, se espera una exposición rigurosa de los hechos y una búsqueda desprejuiciada de la verdad), sumamos las declaraciones nada conciliadoras del criminólogo Óscar Tarruella. El exmarido de Mónica Naranjo e investigador privado de los Biondo se sube en marcha a la controversia e irrumpe en la escena con un sorprendente vídeo en el que vaticina lo que contará el documental y, también, lo que callará. Señala especialmente las contradicciones de la viuda y sus constantes «no me acuerdo» en sus declaraciones ante la justicia. No parece que el true crime de Netflix, a lo largo de sus 135 minutos divididos en tres episodios, vaya a abordar todos esos puntos oscuros que rodean a la presentadora en todo este asunto y que escaman a la familia. «Lo van a intentar vender como una gran investigación», precise Tarruella, para añadir después que en realidad lo que pretenden con ello es «correr una cortina de humo y que no se vea la realidad que hay detrás de las cosas». ¿Y cuál es la realidad? Pues Tarruella parece convencido, al igual que la familia, de que la muerte del marido de Raquel Sánchez Silva no tuvo nada de accidental. Y de que la presentadora, que no ha participado en el documental, oculta muchas cosas.
Lo cierto es que las teorías sobre la muerte de Biondo en 2013 son muchas: del suicidio al juego erótico, pasando por la sobredosis o el asesinato. Respecto a esta última tesis, el magistrado que cerraba por última vez la causa en Italia escribía: «Los elementos que se extraen del expediente del Ministerio Público sugieren que Mario Biondo fue asesinado por manos desconocidas y posteriormente colocado en una posición capaz de simular un suicidio». En España, sin embargo, se archivó como un caso de suicidio. Tres autopsias y dos exhumaciones, un ejército de jueces, abogados e investigadores privados, no han sido capaces de disipar las dudas. Unos siguen pensando que Sánchez Silva ha sido una viuda acosada de manera brutal por una familia que, rota de dolor, se embarca en un delirante intento de culparla por la muerte alentada por las fabulaciones de medios y desaprensivos. Otros, que es una especie de viuda negra que ha dificultado las investigaciones para que una heroica familia no pueda conocer la verdad sobre la muerte de su hijo. Tampoco el documental se libra de esta dualidad: mientras la cadena lo vende como un ejercicio de rigurosa exposición de los hechos basándose en testimonios y sin entrar en confrontar posturas, Tarruella anticipa un ejercicio de condescendencia, amistad y corporativismo mediante, con la que en esa misma plataforma presentaba hace poco un «reality show» para disipar sospechas y limpiar su imagen. Lo veremos: la publicidad de una buena polémica no está pagada.
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