El próximo miércoles, 20 de noviembre, se cumplen diez años de la muerte de la duquesa de Alba. Desde su fallecimiento, su hijo Cayetano Martínez de Irujo ha organizado una misa en su memoria en la iglesia de la Hermandad de los Gitanos, de la que Cayetana de Alba fue gran benefactora. El décimo aniversario es una fecha especialmente emotiva y este año será el actual jefe de la Casa de Alba, Carlos Fitz-James Stuart, quien convoque a los seres queridos. Entre ellos, el viudo de la aristócrata, Alfonso Díez, el hombre con el que pasó los últimos años de su vida en el palacio de Las Dueñas, en Sevilla.

Alfonso Díez (Palencia, 1950) lleva ahora una vida discreta y en su recuerdo sigue presente la memoria de la duquesa. Aunque la había conocido 30 años antes en un palacio, donde acudió en compañía de su hermano Pedro, anticuario, para ver unas obras de arte, fue en 2008 cuando surgió el romance. Ella tenía 82 años y él 58, lo que provocó demasiadas suspicacias mediáticas y, sobre todo, en el seno de la familia. Pero el amor maduró contra viento y marea y el 5 de octubre de 2011 la pareja contrajo matrimonio en la capilla del Palacio de Dueñas.

Este hombre, sin más pedigree en su ADN que ser nieto del dueño de la Fábrica de Chocolates San Antolín, en Palencia, pasó a convertirse en una de las figuras más perseguidas por la prensa. Funcionario del Estado, culto, amante del arte, coleccionista, vivía hasta entonces en un piso de 94 metros en el barrio de Chamberí. Su vida dio un vuelco, pero también la de la duquesa, que encontró en este amor inesperado la alegría que le faltaba en sus últimos años de existencia y el compañero ideal para conversar y viajar.

Como prueba de amor sincero, Alfonso, antes de pasar por el altar y convertirse en duque consorte, se comprometió por escrito a renunciar a la herencia. El fallecimiento de la duquesa provocó que el matrimonio durase solo tres años, suficientes para ganarse el afecto de los hijos. Su llanto desconsolado en el funeral, aquel 20 de noviembre de 2014, fue sobrecogedor.

A pesar de su discreción durante esta década, hay varios momentos que han llamado la atención. Sin ir más lejos, en abril de 2024, cuando reapareció en la misa funeral de la princesa Ira de Fürstenberg, celebrada en la Real Basílica de San Francisco el Grande, con un rostro casi irreconocible y rejuvenecido. Era evidente que se había puesto en manos de profesionales para mejorar su imagen a través de retoques estéticos, un proceso que ya se percibió en 2022, cuando acudió a un evento de la Fundación Bertín Osborne.

El cirujano Miguel de la Peña apuntó que Díez se había sometido a un "implante capilar, el pack bye, bye arrugas, la blefaroplastia completa, superior e inferior, la rinoplastia, la redensificación de toda la cara para las arrugas peribucales e incluso el arco mandibular. Ha habido tratamientos quirúrgicos indudables como la blefaroplastia y la rinoplastia". El más visible fue, sin duda, el cambio de su característica nariz.

Por lo demás, sigue costumbres de apacible jubilado, con escapadas a su Palencia natal, compras por la Milla de Oro de Madrid y asistencia a los eventos familiares que celebra la Casa de Alba, como bautizos y bodas, que prueban su estrecha relación.

Entre su nutrido grupo de amistades se encuentra Isabel Preysler, cuyos encuentros despertaron rumores de romance que cayeron por su propio peso. "Cayetana es lo mejor que me ha pasado en la vida", ha repetido insistentemente. Y eso es difícilmente superable.