Entrevista
Martínez-Almeida: “Espero ganar las elecciones y acabar con mi soltería de larga duración”
Su dominio de la escena es impecable, incluso cuando la ira del rival le sale al paso con el gesto torcido. Aspira a abandonar la soltería, más pronto que tarde
Con la A que le corresponde de la triple A de Núñez-Feijóo, el alcalde madrileño le va a sacar provecho a su campaña: alegría, arrechuchos, apasionamiento, atracción, aspiración, anhelo, arranque, afectos, admiración, arrobo... De manera monda y lironda queda rubricado su momento anímico y su modo de sentir y hacer política. A pesar de su soltería –que trataremos después–, José Luis Martínez-Almeida, no nos engañemos, es un romántico y hace lo que le dicta el corazón. LA RAZÓN le pide que aparque su bastón de regidor para poder apreciar esas otras cosas que, a pesar de su simpleza, acaban resultando las más extraordinarias. Atiende con gusto nuestra petición y con un sentido del humor pegadizo, igual que cuando se pasa los memes por el mismísimo retuit. Con chulería castiza, que para eso es de Madrid y del Atleti. Su dominio de la escena es impecable, incluso cuando la ira del rival le sale al paso con el gesto torcido y haciendo bien de ruido. Se mantiene fuerte porque, si hay algo que desgasta, no es el poder sino la rabia de no alcanzarlo.
De buena mañana ha completado ya su rutina de ejercicio. ¿Preparado para el sprint final?
Preparadísimo y en forma. Con la cabeza despejada y la energía renovada para el sprint de los próximos meses y para repetir la victoria en este año electoral. Es muy importante darlo todo y el ejercicio físico mantiene la mente sana en un cuerpo sano. Salgo a correr por El Retiro al menos dos veces por semana y un par de días viene un entrenador que completa ese equilibrio entre la salud del cuerpo y el espíritu.
¿El balón de oro se le resiste?
Aunque no lo crea, fui niño de muchas horas de fútbol y jugaba de defensa central en el equipo del colegio. Si veo un balón, es irrefrenable. Tengo que dar unos toques, a pesar de mi conocida falta de puntería.
¿El sentido del humor lo ha cultivado en el Palacio de Cibeles?
Viene de marca. Mis padres tenían un sentido del humor extraordinario, aunque de quien he heredado el punto de mordacidad ha sido de mi madre. Ella era el dardo en la palabra.
¿Cómo marca ser el menor de seis hermanos?
Imprime carácter. Te dejan un camino ya transitado que te facilita la vida y, en ese sentido, me siento especialmente privilegiado y mimado. Pero también es cierto que, para acceder a la nevera, los mayores juegan con ventaja. La familia es un pilar fundamental y el hecho de ser tan numerosa es una fortuna. Disfruto de los sobrinos como si fuesen esos hijos que Dios no me ha dado. Tengo seis ahijados, cuatro son hijos de hermanos y otros dos de amigos. La mayor ha cumplido ya 22 años y tengo largas conversaciones con ella.
¿Le han cambiado estos años de gobierno municipal?
Personalmente, espero no haber cambiado, pero sí me han dejado la piel muy curtida y con un caparazón muy fuerte Es una barrera necesaria para proteger al máximo mi intimidad. La política me deja muy expuesto y es importante poner a resguardo mi vida privada.
¿Esa intimidad imposible es su mayor padecimiento?
Me voy adaptando a ello. Intuí lo que estaba por llegar cuando, durante mis primeras vacaciones como alcalde, en Santander, alguien me fotografió en bañador y publicó la foto en las redes sociales. Me sorprendió que mi imagen con los pies en el agua llamase tanto la atención. Ahí me di cuenta del gran valor de preservar en lo posible mi vida familiar y personal.
¿Qué tiene de bello la política?
Salir a la calle y ser reconocido por los vecinos. Con sus gestos, abrazos y palabras de agradecimiento me transmiten mucha fuerza moral. Encontré en la política la ocasión de contribuir, desde mis convicciones humanas, a una sociedad mejor. Podía haberlo hecho también como abogado del Estado, pero entiendo que la política es el camino más corto para trabajar en ello y además lo disfruto. Me gusta salir, escuchar a la gente y detectar sus necesidades, aunque todo esto a veces me pone a tiro de bofetada.
¿Entiende que a la izquierda le ofenda que los artistas simpaticen con el PP?
La izquierda cree que determinados mundos y banderas le pertenecen. La cultura es uno de ellos, como hemos visto con el ataque a Mario Vaquerizo, pero también en el ecologismo y el feminismo creen tener superioridad moral y con esa actitud intentan enmudecer a los artistas que piensan diferente.
¿El balón le ha enseñado a regatear la polémica?
Esta sociedad líquida, o más bien gaseosa, en la que vivimos hace que todo sea volátil y vaporoso. Por eso, veo innecesario perder el tiempo en polémicas estériles y sin consistencia que sé que se desvanecerán casi de inmediato.
¿Cómo vive un domingo a la madrileña?
Cuido mi tiempo con los amigos y la familia. Con la edad me he vuelto más de tardeo que noctámbulo. También necesito mis ratos de relax y de lectura. Me atraen, sobre todo, la historia, la política y las biografías. Estoy terminando «La guerra de Stalin», un libro sobre la Segunda Guerra Mundial de Sean McMeekin. Pérez Reverte y Lorenzo Silva son dos de mis autores imprescindibles.
¿Mantiene el hábito de misa dominical?
Acudo a misa al Santuario de Santa Gema, que es mi parroquia, y también a la Basílica de General Moscardó.
¿A qué santo se encomienda si se le tuerce la vida?
A San José, que por algo llevo su nombre y es un estupendo ejemplo de humildad.
Se mantiene fiel a su imagen. ¿Arriesgaría con un corte de pelo o un look diferente?
¡Nunca! Soy muy clásico y eso es intocable. Mi color favorito es el azul marino y seguirá siéndolo y mi peinado es el de siempre. No me pondría en manos de un estilista, sobre todo porque soy vergonzoso.
¿Corre riesgo de que se le pase el arroz?
Es difícil que se me pase porque no cocino nunca. Casi ni una simple tortilla.
Hay un boom de solteros de larga duración. ¿Se siente bien en esta etiqueta?
Más que etiqueta es un dato objetivo. No tengo pareja, como todo el mundo sabe.
¿La insistencia en buscarle una novia le abruma?
En absoluto. Incluso le diría que espero, además de volver a ganar las elecciones, acabar con esa soltería de larga duración en los próximos cuatro años.
¿Qué se lo podría impedir?
Por una parte, mi timidez, aunque entiendo que la conquista es cosa de dos. Por otra, esa dificultad para preservar mi vida privada podría ser un freno. Pero tengo confianza.
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