The Rolling Stones
Mick Jagger: el secreto de altura que comparte con Aznar y Sarkozy
Una empresa sevillana surte de zapatos, con 7 centímetros de cuña, a su «Satánica Majestad»
Su Satánica Majestad, tan capaz de desafiar las leyes del tiempo, no se puede permitir que alguien le mire por encima del hombro. Y para prevenir que eso suceda, se eleva unos centímetros sobre el suelo. ¿Tacones? Sería más exacto llamarlo alzas. Con ellas baila, salta, se gira y aúpa su condición de «sex symbol». Aunque la sospecha no es nueva, LA RAZÓN ha querido contrastar con el presidente de la empresa sevillana Masaltos.com, Antonio Fagundo, que, al parecer, le surte de zapatos. Con cautela y sin quebrantar la discreción que le pide su clientela, asegura que, «evidentemente, identifico el calzado que sale de mi tienda. Las suyas son una deportivas negras con una cuña de siete centímetros y con un acabado interior en fina piel».
Fagundo recuerda que el propio Jagger ha justificado sus alzas: «Si una mujer puede ganar unos centímetros con tacones, ¿por qué yo no?». No ha pasado por su tienda sevillana, pero es algo habitual en un negocio que, a pesar de disponer de espacio físico en la calle Feria, tiene un fuerte componente digital que permite el anonimato. Así lo hace la mayoría de las celebridades del mundo artístico y de la política que comparten zapatero. «Se da la paradoja de que, sin vender producto femenino, seis de cada diez compras se hacen a nombre de mujer», confiesa el empresario.
¿A qué viene tanto hermetismo? ¿Acaso desmerece querer levantar un palmo más del suelo? «Es la guasa que hay con esto. Todavía persiste mucho estereotipo en torno a la virilidad», responde Fagundo. Y no le falta razón si recordamos la ola de memes que desataron las alzas de Nicolas Sarkozy durante su mandato a cuenta de su afán por estar a la altura tanto de Carla Bruni, que se acerca al metro ochenta, como de otros mandatarios. Famosa fue aquella imagen del galo subido a una caja detrás del estrado.
Piel de cabra del himalaya
Por su deber de secreto profesional, Fagundo apenas nombra a gente conocida que compone su base de datos, pero nos sorprenderían los nombres de políticos españoles y primeros ministros de muchos países. Finalmente se arranca por algún episodio sin delatar al autor y nos habla de un actor que tuvo el singular capricho de pisar la alfombra roja de los Oscar con unos zapatos de piel de cabritilla del Himalaya y cristales de Swarovski. El encargo se hizo con urgencia y pagó por ellos 1.400 euros. Igual ocurrió con el expresidente mexicano Felipe Calderón, un hombre muy menudo, en una de sus visitas a España. «Llegó un taxista desde Toledo para comprar unos zapatos negros con brillo y hebilla que necesitaba para esa misma noche». Y nos cuenta que lloró amargamente la muerte de Manolo Escobar. «Perdí a mi mejor cliente», dice.
Aunque el pedido se haga a nombre de empresa, lógicamente identifica sus zapatos en cuanto aparecen en un medio. Él mismo se sorprende al ver cómo siete centímetros elevan la autoestima del hombre, mejoran su imagen y le permite mayor confianza. La estatura despierta gran expectación en el poder e incluso ha sido objeto de estudio científico. No hay conclusión clara acerca de si la altura garantiza la gloria, pero es un anhelo. Incluso para Trump, que también usa alza y se burla de sus adversarios más pequeños. Napoleón, Sarkozy, Berlusconi o Aznar, todos ellos usuarios habituales de alzas, son claros ejemplos de que no siempre vence el candidato más alto.
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