Opinión
La crónica de Amilibia: Ay, cómo les gusta hacer el don Tancredo
Decía Cela que «en España no cabe un tonto más». Es notorio que se equivocaba. Ahora Pedro Ruiz anuncia que «al planeta no le caben más problemas», y me parece que peca de optimismo. Irene Montero declaró recientemente que «hacer política es cabalgar contradicciones». Debe ser la única que cabalga algo, porque todos los demás miembros del Gobierno tienen el caballo embridado. Cuando todo se moviliza a su alrededor (camioneros, pescadores, taxistas, ganaderos, agricultores, cazadores, etc.), el presi anda de bolos por ahí y las ministras afectadas por el caos interminable (Yolanda Díaz, Teresa Ribera, Raquel Sánchez…) han decidido jugar al escondite o hacer el don Tancredo para que no les pille el toro del error o la metedura de pata. Quietas estamos más monas. Quietas y esperar a que escampe. Quietas que esto se arregla solo. O sea, no corráis, que es peor.
Hacerse el muerto (tanatosis) para salvar la vida es algo común en el reino animal. Lo hacen muy bien la codorniz japonesa, la culebra parda y el tiburón galano, por ejemplo. Pero la zarigüeya norteamericana es la más popular en esta práctica: abre la boca, saca la lengua, vacía sus intestinos y segrega fluidos malolientes para convencer al depredador de turno que además de muerta, está putrefacta. Las ministras afectadas no llegan a tanto (no es fino ni estético) y yo recuerdo ahora la canónica definición que del arte de gobernar hace Marx (Groucho, claro): «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Esto o la siesta, el sosiego o la tanatosis.
De ésta saldremos mejores, dirán. Pero yo no quiero salir mejor, solo quiero salir, le grito al televisor.
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