Entrevista
Boris Izaguirre: “Si hubiera tenido más valentía, habría sido bisexual”
Confiesa que le atrae Esther Doña, como personaje del «cuore», y que le hubiera gustado nacer en Madrid, donde es feliz
La primera vez que entrevisté a este anfitrión perfecto, él acababa de publicar «Azul petróleo» y yo, más que periodista, era «fan». Y «teenager». «Teenager» mental, diría yo. Me miraba en su espejo y soñaba con verme reflejado. Triunfador, explosivo, brillante, desprejuiciado, libre y borracho de glamour. Tanto fue así que, en las fotografías para Efe reportajes, hicimos un «acting»: yo le limpiaba los zapatos en un butacón del Palace. La juventud, qué osada.
Y él se ruborizó primero y después, levantándome, me dio un consejo: «Cari, ya habrá otros momentos para arrodillarse...». Lo entendí. Cuando dejé de ser mocito… Hoy, lo dicho, ya soy mozo y él sigue igual: triunfador, explosivo, brillante, desprejuiciado, libre y borracho de glamour.
-¿La vida es una consecución de tormentas?
No, la vida es una fiesta. Y el mundo es una tendencia.
-¿El pasado siempre vuelve?
-Sí, pero con un tono menos amenazador. Pienso que vuelve para ilustrarte, reorientarte. Más al rescate que para darte un susto.
-¿La memoria endulza los recuerdos o es una hija de puta?
-Ambas cosas. Y no está mal mantener alguna dualidad en tu existencia. Siempre pienso que si hubiera tenido más valentía, habría sido bisexual.
-¿Los lazos de sangre nos atan para la eternidad o es posible cambiarlos por velcro?
-Detesto el velcro. Prefiero cualquier otro material... hasta la sangre, antes que el velcro.
-¿El corazón y el dinero son la kriptonita de los famosos?
-El éxito conlleva un poco de dinero y es verdad que te acostumbras rápido a tenerlo. El corazón es más complicado, porque tenemos la tendencia de enamorarnos mal. Debería enseñarse en el colegio.
-Decía Tom Wolfe que el periodismo era como una estación de servicio para llegar a la gran ciudad, la novela. Usted pasó por allí y luego se fue a Las Vegas, que es como una ciudad pero de mentira, como la tele, ¿es así?
-Tom Wolfe siempre me atrajo por su aspecto, que desde luego no era el de un periodista sino el de alguien que se creía líder estético. En mi carrera, el periodismo siempre me ha rescatado de grandes peligros, como el de perderme, no conseguir escribir o comunicar lo que quería. Por eso le tengo un gran respeto. Y es el mismo que siento por la televisión. Ambos me han protegido, salvado y recuperado. Gracias eternas.
-¿Si volviera a nacer, lo haría en una cama estilo Hollywood en Manderley, en Villa Diamante, o en una casa en África al pie de las colinas del NGong?
-Todos estos sitios tienen un trasfondo terrible, complicadísimo. Me hubiera gustado haber nacido en Madrid, donde soy tan feliz.
-Marilyn Monroe decía que era hija de Clark Gable. A mí me gusta decir que yo lo soy de Mastroianni y La Loren. ¿Usted que me cuenta?
-Tengo demasiados amigos en el papel cuché para escoger solo un papá y una mamá. Me gustaría ser el hijo bisexual de Lois Lane y Clark Kent.
-¿Por qué es más fácil saberse la vida y milagros de Isabel Pantoja que recordar el nombre del ministro de Medio Ambiente?
-Porque el ministro cambia. En cambio, Pantoja lleva más de 40 años reinando y ha convertido su intimidad en un universo.
-Cuénteme ese personaje de la vida social que nunca pasará a la posteridad pero que es terriblemente atractivo.
-¿Esther Doña?
-¿Dicen que la lluvia no fotografía, pero con la felicidad pasa un poco lo mismo, no?
-Exacto. Es un disparate anhelar la felicidad. La felicidad es un estado, pasa y casi nunca te das cuenta.
-¿Qué da más miedo: un silencio interminable o una conversación que no se agota?
-La conversación que no se agota. Los silencios son muy agradecidos. Eso me lo enseño Ricky Martin. Claro que es una persona maravillosa con la que compartirlos.
-¿Algún amor platónico?
-Muchísimos. Siempre tuve esa vocación: enamorarme de varones que no eran para mí.
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