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Concha Velasco: «Si me descuido no me descubren como actriz dramática»

Llega al Español con «Hécuba», gran tragedia de guerras y venganzas. Y ella, tan normal

Concha Velasco
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Troya ha caído. La casa de Príamo ha perdido, sus héroes han muerto, y la reina y las mujeres han sido hechas prisioneras. Su venganza tardará en llegar, pero será terrible. La Hécuba de esta «Hécuba» tiene la fuerza, el carácter y el recorrido necesarios. Se llama Concha, y en la escena española apenas hace falta decir Velasco para saber de quién hablamos. Con dramaturgia de Juan Mayorga y dirección de José Carlos Plaza, el montaje, que se estrenó en Mérida, llega mañana al Teatro Español.

-Hécuba es una heroína-villana, una mujer vengativa, pero con buenos motivos...

-No te dejo seguir: Hécuba no es mala. Malos son los que propician las guerras, los políticos corruptos, los que no dan justicia a los seres humanos... Lo que ella no es, es bondadosa. Lo ha perdido todo: su país, su familia, su marido. Representa a la madre de todas las madres de esos hijos asesinados en las guerras. Luego, en el último momento de su vida, enloquece y se convierte en la representación de la venganza.

-¿Por un hijo se hace todo?

-Me gustaría decirte que no, pero yo creo que sí. Creo que las leyes deben ser muy claras: no se mata. Ahora, no lleves al ser humano a la desesperación, porque acabará matando con sus manos.

-Mucha gente, cuando ve a José Bretón o a los padres de Asumpta, dice cosas como «que me dejen a mí un rato a solas con ése en una habitación, que se iba a enterar»...

-Eso es terrible. Hécuba no es eso. Ella defiende la justicia. El linchamiento es otra cosa. La justicia es la que tiene que decirnos qué hay que hacer con ellos.

-¿Usted cree en la Justicia?

-Quiero creer en ella. Y creo que existe. Porque si no, acabaremos todos siendo Hécubas. Bretón es otra cosa... Lo que no entiendo, en ese caso, es a los abogados. Pero no soy partidaria del linchamiento.

-¿Qué tal le sientan las túnicas?

-Maravillosamente, porque son de Pedro Moreno. Hécuba es una reina: no ha dejado de serlo ni destronada ni esclavizada como está. Sus trajes tienen que dar la sensación de que son de reina, pero destruidos por 12 años de guerra. Troya era Ilión, un país rico. Por eso fue invadido. ¡Lo de Helena era una anécdota! El ejército de Héctor era fantástico y quienes pasaban por el Bósforo tenían que pagar. Había que ir a por ellos y lo hicieron: bomba atómica y... ¡pum!, destruidos. Moreno me ha hecho un traje maravilloso que en las fotos parece pesado. Si fuera tan pesado como parece, no podría moverlo.

-Pensaba que usted podía con todo...

-Hombre, yo puedo con casi todo. No me gusta decir, ni a críticos ni a público ni a los periodistas, que me ha costado mucho, porque no tienen por qué saberlo: lo que tienen que ver es el resultado. Pero para mí ha sido muy duro aprenderme el texto de Eurípides, que ya conocía desde que era niña y que luego Juan Mayorga ha convertido en pura poesía. Lo ha condensado en hora y media, un poco más según la emoción de los actores. Aunque somos muy disciplinados y José Carlos Plaza tiene un ritmo que hay que seguir. Tardé en aprenderme el texto de Mayorga un mes sin moverme de mi casa estudiando desde las cinco de la mañana hasta las dos de la tarde. Cuando estrenamos, yo había dicho que no a todo y casi me tengo que poner a pedir limosna en la calle. Bueno, no tanto (risas), pero lo dejé todo por hacer Hécuba.

-En ese proceso, ¿es usted de métodos o eso le suena a chino?

-No, yo soy una actriz de tripa, como decía Berlanga. He estudiado todos los métodos: trabajé con un profesor de ballet clásico que fue el que me hizo leer «Hécuba» con 14 años. Él nos mandaba al Museo del Prado para que improvisásemos bailando un cuadro. Era muy bueno. Luego supimos que era un nazi refugiado en España.

-Sale envejecida, con el pelo canoso.

-Yo quería aparecer como Vanessa Redgrave, que hace la función en Londres, porque se dice que a las esclavas les cortaban el pelo como a las monjas. José Carlos Plaza dice que no es verdad y que a ver quién le corta el pelo a la reina de Troya. Podrán materle a sus hijos, llevarla como esclava, pero le tenían respeto y miedo. El peinado tenía que ser el que llevo, una especie de trenza cruzada. Y José Carlos Plaza, además, me dijo: «Yo quiero mi Hécuba, olvídate de Vanessa Redgrave». Pero yo siempre quiero ser Vanessa Redgrave, Katharine Hepburn, Margarita Xirgu, Nuria Espert... . Yo ahora ya he hecho a Hécuba más mía.

-¿Mucho maquillaje?

-No, a mí no me gusta que estén en el camerino poniéndome cosas. Laurence Olivier decía que una de las obligaciones del actor era caracterizarse él mismo, porque eso forma parte de la composición del personaje.

-¿Se lleva a casa a Hécuba o logra dejarla?

-Mitad y mitad. No me la llevo a casa, porque, si no, no haríamos más que un personaje a lo largo de nuestra vida. Eso es una tontería que dicen los de Stanislavsky puro. Yo es que soy... era más de «Staniswhisky». Ahora no me llevo el personaje porque tengo miedo a ponerme mala, a quedarme afónica, a caerme por una escalera y no poder hacer esto como corresponde. Es en lo único que me llevo al personaje a casa. Lo demás para mí es la compra, mi nieto, que le tengo que dar hoy puré de patatas porque está malito... Soy como las Gutiérrez Caba: nos gusta ser personas normales para luego poder dar vida a las heroínas. Hay gente que esto no lo entiende y les parece mal.

-Ellos se lo pierden...

-A mí me ha enriquecido que tengo una vida privada tan estupenda, de señora normal, que luego soy capaz de matar a través de Hécuba como una reina.

-Han tardado mucho en descubrirla como gran actriz dramática...

-¡Y si me descuido, no me descubren! ¡Porque me lo he pedido, porque soy muy valiente, una entusiasta! Afortunadamente, cuando hago funciones los teatros se llenan y los empresarios dijeron: «Mira ésta, que quiere hacer una tragedia, pues que la haga». Pero, con la experiencia que me ha dado llevar haciendo Hécuba desde agosto, te diré: no hay diferencia entre hacer una tragedia, un drama o un melodrama. Tan sólo el texto.

-Lo de Concha Velasco, ¿ha sido más un drama, una tragedia o un melodrama?

-Como todas: una tragicomedia. Estás es un velatorio y de repente aparece un personaje que no conocías diciendo que es la hija de un señor que está muerto, y que nadie sabíamos que existía, y viene con una escayola y a todos nos entra un ataque de risa. Eso es la vida.

-Dicen que a Narváez, en su lecho de muerte, el cura le preguntó: «Hijo, ¿perdonas a tus enemigos?». Él respondió: «No puedo, padre, los he fusilado a todos». ¿Concha Velasco acabó ya con los suyos?

-No, lo que pasa es que la venganza es tremenda, te hace perder mucho tiempo. La de Hécuba, fíjate, doce años a sus espaldas para pedir justicia. Yo soy rencorosa: si pudiera vengarme, lo haría. Pero tengo 74 años, dos hijos, un nieto y Hécuba. ¿Tú te crees que yo voy a perder el tiempo en pensar cómo me voy a vengar?