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Constantino II, rey de los Helenos, un luchador

Falleció el pasado 10 de enero, a los 82 años, en Atenas

Desde que el príncipe Guillermo de Dinamarca se convirtió en el rey Jorge I de los Helenos hasta que el reyConstantino II salió de Atenas tras el golpe de los coroneles en 1967 la historia de la monarquía helena fue una sucesión de reinados bastante breves. El más largo, el del citado Jorge I, acabó en el asesinato en la calle de este monarca en 1913.

Vivía yo entonces en Atenas, cuando en 2013 se organizó una exposición en el antiguo parlamento de la ciudad para rememorar el centenario de ese luctuoso episodio. Por esa misma época, Constantino II estaba ya empezando a vivir de nuevo cerca de la capital griega tras un largo exilio en Londres y no era difícil encontrárselo paseando por el bonito barrio donde se había instalado. No pudo regresar a vivir a su casa, el palacio de Tatoi, en Psykhikó, injustamente confiscado por las nuevas autoridades helenas, así como el resto de sus propiedades en el país. No sólo le arrebataron esos bienes, sino que le privaron de su nacionalidad griega de nacimiento. Los príncipes de la dinastía helena conservaron siempre la condición, además, de príncipes de Dinamarca. Son Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg -aunque no usen tal apellido dinástico- lo que les permitió disponer de un pasaporte danés para moverse por el mundo y no sufrir, por tanto, la desagradable condición de apátridas.

En el país donde se crearon las olimpiadas, que su príncipe heredero o diádocos, Constantino, ganara en 1960 en Roma una medalla de oro en la especialidad de vela en esos juegos deportivos, fue un hito memorable. Constantino es hermano de la reina Doña Sofía y cuñado de la reina Margarita II de Dinamarca ya que la reina Ana María, con la que el monarca griego casó en 1964, es hermana de ésta. Pablo I falleció ese año. Su mujer, la reina Federica lo haría muchos años más tarde, en 1981, en Madrid a consecuencia de una complicación quirúrgica. Los griegos se olvidaron demasiado rápido del arrojado y valiente comportamiento de esta soberana y de su marido, en especial durante los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y durante la guerra civil que asoló al país de 1946 a 1949. Precisamente en 1981 Constantino regresó fugazmente a Grecia -de donde no estaba formalmente desterrado- para asistir a los funerales de su madre.

Constantino II, en una fotografía de 2001
Constantino II, en una fotografía de 2001ROBERT VOSAgencia EFE

El rey Constantino tuvo que salir en 1967 de Atenas e instalarse momentáneamente en Roma. Allí nació su tercer hijo, Nicolás. El monarca no iba a aceptar ser un rey títere bajo una dictadura. De hecho, intentó liderar -sin éxito- un contragolpe contra ese régimen. En 1968 representantes de la dictadura griega intentaron que el monarca regresara al país pero éste exigió que se volviera a la democracia. Se produjo una situación inédita y extraña por la cual Grecia seguía siendo una monarquía, con un rey fuera del territorio nacional y sin poderes. El 1 de junio de 1973 el coronel Georgios Papadopoulos proclamó la república y Constantino perdió oficialmente un trono del que ya había sido expulsado “de facto” años antes.

Desde su instalación en Londres el rey Constantino ha luchado siempre por recuperar sus bienes confiscados, y especialmente el modesto palacio donde nació. En 1992 llegó a un acuerdo con el primer ministro Constantino Mitsotakis, cedió parte de sus bienes a fundaciones no lucrativas a cambio de obtener la propiedad de Tatoi y la posibilidad de recuperar y sacar de Grecia varias pertenencias. Sin embargo, en 1994 la sañuda persecución al monarca incluyó la nacionalización de sus posesiones en el país. Se le denegó el pasaporte griego mientras no asumiera un apellido que el rey sostiene que no tiene. El rey reclamó 550 millones de euros como indemnización por la confiscación, es decir, por el robo indecente de sus bienes. La palabra confiscación supone cierta legalidad y orden. El latrocinio al que fue sometido no tuvo esas características. Solo obtuvo una pírrica indemnización de 4 millones de euros pero no la restitución de sus tierras. Su pasaporte griego decía hasta 1994 que era “Constantino, antiguo Rey de los Helenos”. En 1999 su pasaporte danés indicaba que era “Constantino de Grecia”. Jamás ha reconocido apellidarse “Glücksburg” y no aceptó apellidarse “de Grecia” como propuso el gobierno griego porque consideraba que eso formaba parte de su título real.

El monarca compró tierras en la costa del sur de Atenas para instalarse allí. Vivió en Porto Jeli hasta 2022 pero desde entonces se trasladó a Atenas para estar más cerca de los hospitales donde debía controlar su delicada salud, sus problemas cardíacos, de insuficiencia respiratoria y de movilidad, que le obligaban a desplazarse en silla de ruedas. En el Hospital Hygeia es donde fue ingresado tras al derrame cerebral que le aquejó. En 2017 padeció un accidente cerebrovascular y también sufrió varias intervenciones de corazón en los últimos años. Doña Sofía, con quien siempre estuvo muy unido, viajó a Atenas para estar junto a su hermano. Constantino luchó como deportista, con gran éxito, por la democracia en su país y el final de la dictadura, por recuperar sus bienes injustamente sustraídos, porque se reconozca su verdadera identidad, por volver a vivir -y morir- en su querida Grecia y, finalmente, por restablecer su delicada salud.