Opinión
Los sábados de Lomana: Corinna y el Rey, una historia de señora aburrida y vulgar
Nunca imaginé que esta Corinna Larsen, amante del Rey, diese para tanto, tiene entretenido al país con sus historias contadas por capítulos en un podcast. Esta señora se pasa de lista y de poca vergüenza. Personalmente, me da pereza y su historia de amor con el Rey Emérito me parece aburrida y vulgar, de pequeños burgueses sin interés ninguno excepto el monetario, que es el motivo por el que esta «piva» no para de largar. Da una imagen pésima de Don Juan Carlos, le llama cursi, inmaduro, tontorrón, que se entusiasmaba con bolsas de dinero procedentes de comisiones, es todo tan cutre que cuesta creerla.
Dibuja una España de república bananera cuando pregunta al Rey «por qué lleva dinero en bolsas» -que, a ella, le parecía «extraño e inmoral»– y él contesta que «en España es normal...». En realidad, no le faltaba razón, eso de las bolsas llenas de dinero me suena: Marbella, Julián Muñoz, Pantoja... Tiempos que avergüenzan. Pero, vamos a ver, Corinna es cómplice de todo. ¿Por qué no lo denunció en su momento? ¿Por qué ahora, fuera de lugar, su venganza? Porque ella se embolsó 68 millones de euros, que su novio le dejó como depositaria o testaferro, con la condición de que tenía que devolverle la mitad. Que, por supuesto, nunca le devolvió. En este punto ya me pierdo... Pienso que tan corrupto era uno como la otra. Pero esta señora, que presumía de ser princesa porque se caso con un jovencísimo príncipe alemán, se dedicó toda su vida al tráfico de influencias y a lo de comisionista, dadas sus buenas relaciones con personajes de la alta sociedad y las finanzas. Corinna al menos debería ser más agradecida con nuestro Emérito y España, donde vivió como una «reina» a costa de los españoles. Casoplón en el complejo de La Zarzuela, coche y chófer, viaje a Arabia Saudita con su amante para seguir con el tema del negocio del AVE, y, ahora, tiene la poca vergüenza de montar un numerito tras otro. Ella, incluso, llegó a pensar que se casaría con el Rey; por lo visto, le regalo un anillo de compromiso que debería ser de muy mal gusto pues nunca lo llevaba, según dice, para no levantar sospechas, ya que era consciente de que su amor estabacasado. Un disparate.
Coincidió con Doña Sofía una tarde en la casa del Rey, donde él la invitó a tomar algo diciéndole que Sofía no estaba. El riesgo a él debía producirle morbo. Pero de repente la otra apareció y debió montarse una trifulca, lo que no cuenta es entre quién, solo que Doña Sofía le dijo de una forma que no quiero ni imaginar: «Sé quién eres», ¿solo eso? Yo me tiro a la yugular como mínimo. No me digan que esto no es un folletín venezolano de lo más divertido. Como de andar por casa, hacían paellas y barbacoas; bueno, me estoy liando, las paellas creo que eran en casa de otra amante, porque el Emérito debía ser un fenómeno que podía con todo. Aparte de Corinna estaban Marta Gaya, Queca Campillo, Bárbara Rey y otras muchas que no viene al caso enumerar. Lo que me resulta incomprensible es el aguante y resignación de Sofía. Imagino cuando Letizia llegó a esa familia en la que se sintió bastante despreciada y vio lo que allí ocurría, que no eran ejemplo de nada.
Ayer comí con nuestra querida presidenta Isabel Díaz Ayuso, hablamos de mil cosas, nos reímos y disfrutamos de un buen almuerzo en La Parra. Está preocupada por el numerito que montan con la sanidad pública. Les puedo asegurar que esto está organizado para empezar la campaña electoral. Lo que pasa en algunos ambulatorios es una vergüenza, no atienden los teléfonos porque no les da la gana. Lo he podido comprobar en el mío en Chamberí, Eloy Gonzalo, y, harta de que no contesten nunca, decidí acercarme. Cuando entré no había más de dos personas pero nadie atendía los teléfonos que sonaban sin parar mientras estaban de charleta, ausentes de todo. Mi doctora me confirmó que, efectivamente, era una especie de huelga de brazos caídos desde la pandemia. Una vergüenza.
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